Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7643-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los estudiantes de la Biblia concuerdan en que el libro de Efesios puede ser dividido en dos secciones. La primera sección compuesta de tres capítulos nos da una revelación, una definición, acerca de la iglesia, mostrándonos lo que es la iglesia, de dónde proviene y cuál es su posición. La segunda sección, conformada por tres capítulos, nos muestra cómo llevar a cabo la vida de iglesia de manera práctica. Al comienzo de la sección acerca de la práctica de la vida de iglesia, Pablo dice: “Yo pues, prisionero en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, soportándoos los unos a los otros en amor, diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4:1-3). Muchos de nosotros estamos muy familiarizados con los versículos 24 y 25 del capítulo 5, los cuales conforman una exhortación a los maridos y sus mujeres. Además, muchos cristianos que hablan acerca de la vida de iglesia prestan atención a los siete “unos” en 4:4-6: un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo y un Dios. Sin embargo, no son muchos los cristianos que prestan la debida atención a los versículos del 1 al 3.
Pablo era un prisionero, no meramente en una prisión física, y él no sólo estaba preso por el Señor; él era un prisionero en el Señor (v. 1). Él perdió su libertad en el Señor. Como tal, él les rogó a los efesios que llevaran una vida digna de la vocación con que ellos fueron llamados. Cuando yo era un cristiano joven, pensaba que el llamamiento de Dios consistía en que fuésemos al cielo. No obstante, según todo el libro de Efesios, nuestra vocación consiste en poner en práctica la vida de iglesia. Efesios no es un libro que trata acerca de los cielos, ni siquiera de la salvación. Es un libro acerca de la iglesia. Este libro nos dice que Dios nos ha llamado para el Cuerpo de Cristo.
La elección que Dios hizo respecto a nosotros incluye dos extremos. A un extremo tenemos el hecho de que Él nos haya escogido, y al otro extremo tenemos Su llamamiento. Él nos escogió en la eternidad, pero Su llamamiento ocurre en el tiempo. Según 1:4-5 Dios nos predestinó; Él nos marcó de antemano para Su propósito eterno respecto al Cuerpo de Cristo. De manera similar, el llamamiento que Él efectúa en el tiempo también es para el Cuerpo. Necesitamos tener un andar, es decir, llevar una vida, digno de nuestra vocación por causa de la vida de iglesia.
El primer asunto del andar cristiano, un andar digno del llamamiento de Dios, es que debemos ser diligentes en guardar la unidad del Espíritu. Según el texto en griego, ser diligentes incluye el significado de esforzarse y luchar. Guardar la unidad no es un asunto fácil. Esta unidad ya está en nosotros, así que no hay necesidad alguna de que la alcancemos, la ganemos o la recibamos. Lo que necesitamos hacer hoy es guardar, preservar y mantener lo que ya hemos ganado. Por causa de esto necesitamos ser diligentes y esforzarnos, luchar e incluso pelear para guardar, mantener y preservar la unidad.
Así como la corriente de electricidad es la electricidad misma, la unidad del Espíritu es el Espíritu mismo. En el momento en que creímos en el Señor Jesús, este Espíritu maravilloso e inagotable entró en nosotros en calidad de unidad. Sabemos esto en un sentido práctico porque hemos amado a los hermanos y hemos deseado tener contacto con ellos desde que creímos en el Señor Jesús y Él entró en nosotros. Antes de ser salvo, yo veía a muchos predicadores y ministros cristianos, y fui criado bajo ellos, pero los aborrecía a ellos y a todos los cristianos. Solía decir: “Mira a estos pobres cristianos. Prefiero seguir a Confucio. Los seguidores de Confucio son mucho mejores que los cristianos”. Ése era mi lema. Sin embargo, el día en que fui salvo, todo el universo cambió para mí. Los cristianos llegaron a ser tan queridos para mí. Amaba a toda persona que dijera que era un cristiano, y deseaba estar con los creyentes. A veces, cuando la gente me pregunta cómo ellos pueden saber si son salvos, respondo: “¿Ama usted ahora a los creyentes?”. Si alguien dice que él todavía aborrece a los cristianos, no creo que él sea salvo. Al principio pensaba que esto era mi propio concepto, pero luego leí 1 Juan 3:14-15, que indica que el amor por los hermanos es evidencia de que tenemos vida eterna en nuestro interior.
Por lo tanto, la unidad genuina es el propio Espíritu quien está en nosotros. Todo cristiano verdadero tiene esta unidad, que no es nada menos que el mismo Señor vivo, el maravilloso Espíritu todo-inclusivo y vivificante que está en nosotros (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Ahora lo que necesitamos hoy no es recibir o ganar esta unidad, sino esforzarnos, luchar y pelear por guardar, mantener y preservar la unidad.
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