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Conocimiento de la vida, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-917-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 14 Sección 2 de 6

II. LA LEY DE VIDA

La regeneración nos da la vida de Dios, y por eso también nos da la ley de vida. Debido a que la vida de Dios ha entrado en nosotros, la ley de vida, contenida en esta vida, también ha sido introducida en nosotros.

Toda clase de vida tiene su propia capacidad innata, la cual es su función natural. La función natural de cada especie de vida es su ley natural, o sea, su ley de vida. Cuando cierta vida entra en cierta criatura, proporciona a esa criatura su propia ley natural o su ley de vida. Asimismo, la vida de Dios tiene su capacidad divina, la cual consiste en las funciones naturales divinas de esta vida. Las funciones naturales de la vida de Dios son su ley natural o la ley de vida. Cuando la vida de Dios entra en nosotros, la ley de vida que está en ella también entra en nosotros. Por tanto, cuando la vida de Dios entra en nosotros, trae consigo la ley natural que está en ella, y esta ley llega a ser la ley de vida en nosotros. Puesto que la vida de Dios es algo que obtuvimos por medio de la regeneración, también, por medio de ella, obtuvimos la ley de vida que esta vida conlleva.

En el capítulo uno vimos que en la vida de Dios está la naturaleza de Dios, y que en la vida de Dios está escondida la plenitud de Dios; por lo tanto, la ley que está en la vida de Dios es compatible con Dios mismo, con lo que Dios es, y con la naturaleza de Dios. Así que, esta ley es la ley de Dios mismo. Cuando la vida de Dios introduce esta ley en nosotros, esto también significa que introduce la ley de Dios en nosotros.

La ley de vida que la vida de Dios introduce en nosotros equivale a las leyes mencionadas en Hebreos 8:10, las cuales Dios puso en nuestras mentes y escribió en nuestros corazones. Estas leyes son diferentes de las leyes del Antiguo Testamento. Las leyes del Antiguo Testamento son las leyes de Dios, las cuales El escribió con letras en tablas de piedra, fuera del hombre (Ex. 34:1, 28). Las leyes de vida son las leyes de Dios, las cuales Dios ha escrito con Su vida en la tabla de nuestro corazón, dentro de nosotros. Las leyes que fueron escritas en las tablas de piedra son leyes exteriores, leyes de letras, leyes muertas y leyes sin poder; son leyes que no pueden efectuar nada en el hombre (Ro. 8:3; He. 7:18-19). Las leyes escritas en la tabla de nuestro corazón son leyes interiores, leyes de vida, leyes vivientes y leyes que tienen gran poder; nos capacitan no sólo para conocer el deseo del corazón de Dios y seguir Su voluntad, sino también para conocer y vivir a Dios mismo.

Las leyes naturales contenidas en cualquier forma de vida siempre hacen que la criatura sepa espontáneamente cómo vivir y comportarse; por tanto, son las leyes vivientes dentro de esa criatura. Consideremos, por ejemplo, una gallina. Su manera de vivir y su manera de poner huevos son las leyes naturales contenidas en su vida; le hacen saber espontáneamente cómo hacer estas cosas y así vivirlas. No es necesario que el hombre le dé ninguna ley exterior. Las leyes naturales contenidas en la vida que está en la gallina son las leyes vivientes dentro de ella. Espontáneamente le dejan saber que debe vivir en cierta manera y la capacitan para hacerlo.

De igual manera, las leyes naturales contenidas en la vida de Dios que llevamos adentro son las capacidades naturales de esta vida. Nos capacitan para saber espontáneamente de qué manera Dios quiere que actuemos y nos comportemos, cómo agradarle a El y cómo vivirle. Las capacidades naturales o las leyes naturales de la vida de Dios nos permiten saber y percibir si algo está de acuerdo con la naturaleza de Dios o si la contradice, y si Dios quiere que hagamos cierta cosa o si El no quiere. De esta manera, las capacidades o leyes naturales de la vida de Dios llegan a ser nuestras leyes interiores.

Estas leyes que están escritas en nosotros son las habilidades y leyes naturales de la vida de Dios; por eso la Biblia las llama la “ley”. “La ley del Espíritu de vida” mencionada en Romanos 8:2 es esta ley de vida que está en nosotros. Debido a que esta ley proviene de la vida de Dios, y a que la vida de Dios reside en el Espíritu de Dios y no puede estar separada del Espíritu de Dios, Romanos 8 llama esta ley “la ley del Espíritu de vida”. La vida de Dios está en el Espíritu de Dios y está unida al Espíritu de Dios; el Espíritu de Dios contiene la vida de Dios; es el Espíritu de la vida de Dios. Puesto que esta ley proviene de la vida de Dios, entonces procede del Espíritu de la vida de Dios. Puesto que es la ley de la vida de Dios, también es la ley del Espíritu de la vida de Dios.

La vida de Dios es poderosa; el Espíritu de Dios también es poderoso. La ley del Espíritu de vida, que proviene de la vida poderosa de Dios y del Espíritu poderoso de Dios, también es poderosa. Podemos decir que la vida de Dios en nosotros es el origen de esta ley, y que el Espíritu de Dios en nosotros es su ejecutor. De esta manera esta ley en nosotros es especialmente fuerte y poderosa; no sólo nos capacita para tener el conocimiento divino, sino que también nos capacita para tener el poder divino. Cuando somos regenerados y tenemos la vida de Dios, Dios quiere que seamos Su pueblo y que vivamos en El conforme a esta ley potente y poderosa, esta ley de gran poder. Después de que somos salvos, Dios quiere que vivamos en Su vida y también que vivamos Su vida conforme a esta ley en nosotros, es decir, esta ley de vida, esta ley viviente.


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