Definición breve del reino de los cielos, Unapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1035-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La quinta parábola dice: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halló y luego escondió. Y gozoso por ello, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mt. 13:44). En las Escrituras, el mar denota al mundo corrompido por Satanás (Is. 57:20; Ap. 17:15), y el campo representa la tierra creada por Dios para Su reino (Gn. 1:26-28). El tesoro escondido en el campo representa el reino escondido en la tierra creada por Dios. El tesoro escondido debe de estar constituido de oro o piedras preciosas, los materiales que se usan para edificar la iglesia y la Nueva Jerusalén (1 Co. 3:12; Ap. 21:18-20). La iglesia es el reino práctico hoy, y la Nueva Jerusalén será el reino manifestado por la eternidad. Antes de que el Señor viniera, el reino estaba escondido; cuando el Señor vino, halló el reino y lo presentó a los judíos. Puesto que los judíos rechazaron el reino, el Señor lo escondió de ellos; luego, El fue a la cruz y murió para pagar el precio a fin de comprar este campo y su tesoro escondido. Esto significa que el Señor murió en la cruz a fin de redimir la tierra para Su reino.
La sexta parábola dice: “También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas, y habiendo hallado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mt. 13:45-46). En esta parábola el Señor es el comerciante, y la iglesia es la perla. La perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido. La perla es producida en las aguas de muerte (el mundo lleno de muerte) por la ostra viva (el Cristo viviente), que cuando es herida por un grano de arena (el pecador), segrega su sumo vital sobre la partícula que la hiere. La perla también es uno de los materiales que se usa para edificar la Nueva Jerusalén. Puesto que la perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido por Satanás, debe de referirse a la iglesia, la cual está constituida principalmente de creyentes regenerados provenientes del mundo pagano, y es de gran valor.
La séptima parábola dice: “Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red echada en el mar, la cual recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en recipientes, y lo malo echan fuera” (Mt. 13:47-48). El mar representa el mundo corrupto. Cuando concluya la era de la iglesia y el Señor regrese, El enviará a sus ángeles para que le traigan a todos los seres vivos, los incrédulos. Luego, los separará en dos categorías: los buenos y los malos. Los malos perecerán inmediatamente, y los buenos serán trasladados al reino milenario, donde serán las naciones (Mt. 13:49-50; 25:32-46).
Estas siete parábolas muestran la apariencia del reino de los cielos junto con la realidad de dicho reino. La apariencia del reino de los cielos incluye a los creyentes verdaderos, a los falsos creyentes y todas las cosas malignas del cristianismo actual.
La realidad del reino de los cielos se revela en los capítulos cinco, seis y siete de Mateo. Las parábolas del capítulo trece de Mateo dan a conocer lo que es la levadura, las cosas malignas y los falsos creyentes; en cambio, los capítulos cinco, seis y siete muestran que el reino de los cielos es algo muy puro. Lo último alude a la realidad del reino de los cielos.
Mateo 5:3 afirma: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El versículo 10 dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. El versículo 20 declara: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Estos versículos muestran cuán riguroso y puro es el reino de los cielos. Mateo 7:21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Esta es la realidad del reino de los cielos; para participar en ella debemos ser pobres en espíritu, sufrir persecución por causa de la justicia, hacer la voluntad del Padre, y ser puros y mansos (Mt. 5:3-10). Las parábolas del capítulo trece de Mateo revelan la apariencia del reino de los cielos, mientras que las enseñanzas contenidas en los capítulos cinco, seis y siete de Mateo muestran su realidad.
Un creyente genuino que está en la iglesia no es necesariamente un vencedor. Podemos estar en la iglesia y aún así no vivir en la realidad del reino de los cielos. Algunos están en el cristianismo, en la apariencia del reino de los cielos, pero realmente no están en la iglesia. Para estar en la iglesia, una persona debe ser un creyente genuino de Cristo, o sea, debe ser regenerado con la vida de Dios. Después de ser regenerado, el creyente debe proseguir con el Señor y ser victorioso; debe vencer todas las cosas pecaminosas y entonces estará en la realidad del reino de los cielos. Para saber si estamos o no en la realidad del reino de los cielos, debemos examinarnos a la luz de las enseñanzas de los capítulos cinco, seis y siete de Mateo. Quizás ya somos salvos; pero, ¿estamos en la realidad del reino de los cielos?
Cuando el Señor regrese, se exhibirá la manifestación del reino de los cielos. Esto se revela en los capítulos veinticuatro y veinticinco de Mateo. Solamente los vencedores, quienes hoy están en la realidad del reino de los cielos, participarán en la manifestación del reino de los cielos en el futuro. Esta manifestación será una recompensa, un premio, otorgado a los vencedores.
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