Testimonio de Jesús, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8269-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 7:9-17 vemos el testimonio de Jesús como una gran multitud, aquellos que fueron redimidos “de toda nación y tribu y pueblo y lengua” en todas las generaciones. El versículo 14 dice: “Éstos son los que han salido de la gran tribulación”. Esto se refiere a las tribulaciones, sufrimientos, persecuciones y aflicciones que los redimidos de Dios han experimentado a través de los siglos. Debido a que el mundo siempre le causa aflicción a la iglesia (Jn. 16:33), dondequiera que esté la iglesia, siempre habrá ciertas persecuciones contra ella. Esta gran multitud salió victoriosa de la tribulación, debido a que todos llevaban palmas, las cuales representan la victoria sobre la tribulación. Apocalipsis 7:15 dice: “Aquel que está sentado sobre el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos”. Finalmente, en la eternidad, Dios los cubrirá con Su sombra como el tabernáculo de ellos (21:3; cfr. Jn. 1:14). Éste es el destino de los redimidos de Dios. ¡Cuán maravilloso es esto! Además, el Cordero también los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida por la eternidad (Ap. 7:17).
Los versículos del 9 al 17 no describen a un grupo de creyentes en particular. Antes bien, estos versículos presentan una crónica general de la totalidad de los redimidos de Dios y su situación en la eternidad. En la eternidad, su estado será que ellos tendrán el disfrute de estar bajo la sombra de Dios y del pastoreo de Cristo. Éste es nuestro destino. Este pasaje de la Palabra revela que mientras Cristo ejecuta el juicio de Dios sobre la humanidad, también cuida a los redimidos de Dios. Finalmente, todos los redimidos de Dios serán arrebatados al trono de Dios y estarán firmes allí disfrutando la sombra de Dios y el pastoreo del Cordero.
Después de esto, el capítulo 12 revela el tercer aspecto del testimonio de Jesús. La figura que vemos aquí no es la de un candelero, sino la de una mujer maravillosa, universal y celestial (vs. 1-2, 5-6). Mientras que los candeleros aparecen en la noche oscura, la mujer está llena de luz. Con ella no hay distinción entre el día y la noche porque está vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. No hay necesidad de que esta mujer resplandezca en la oscuridad, tal como lo hacen los candeleros, porque ella siempre está completamente en la luz. Cuando venimos a los candeleros, estamos bajo su resplandor; y cuando venimos a la mujer, estamos bajo el sol, la luna y las estrellas.
El sol, la luna y las estrellas son todas lumbreras celestiales (Gn. 1:16:17). Por tanto, la mujer denota la naturaleza, la posición y la constitución celestiales de la iglesia como testimonio de Jesús. En ella no hay nada terrenal como los casinos, los centros comerciales, la televisión, los deportes, las sinagogas, las catedrales o las capillas. Todo cuanto se relaciona con esta mujer es celestial. Algunas de las reuniones cristianas pueden compararse con una celda oscura sumergida en la profundidad de la tierra, una celda que no tiene ventana alguna para la entrada de la luz y que está llena de suciedad. Cuando ellos se reúnen, hablan de modas, centros comerciales y lugares mundanos. Sin embargo, las iglesias locales se hallan en los cielos. Ahí no hay polvo, sino solamente el sol, la luna y las estrellas. La suciedad terrenal está bajo nuestros pies.
A veces los cristianos de hoy en día hablan de luchar contra Satanás. Sin embargo, mientras que uno permanezca en esa “celda” oscura del mundo jamás podrá luchar contra el diablo. Sólo serviremos de alimento para Satanás. Cuando Dios maldijo a Satanás, la serpiente, fue condenada a comer polvo (3:14). Siempre y cuando seamos mundanos, seremos aptos para ser alimento de Satanás. Sin embargo, no hay serpiente en el sol, la luna ni las estrellas. La posición de la iglesia en la guerra espiritual no es terrenal sino celestial (Ef. 2:6; 6:12). Si la iglesia está en los cielos, Satanás estará bajo sus pies. Finalmente, Satanás será arrojado y derrotado por el hijo varón de la maravillosa mujer celestial (Ap. 12:10-11). En las reuniones cristianas terrenales, las personas sirven de alimento para Satanás, pero en la vida de iglesia apropiada, la cual constituye la parte principal de la mujer celestial, Satanás ya fue derrotado. La mejor manera de derrotar a Satanás en las iglesias locales es ministrar las cosas celestiales a los santos para que la iglesia continúe siendo celestial. Entonces, habrá victoria y Satanás será arrojado.
Según nuestra observación, la debilidad de las hermanas consiste en chismear. A muchas hermanas jóvenes les gusta chismear de sus suegras, y a muchas hermanas mayores les gusta chismear de sus hijas y de sus nueras, acerca de quien está comprometida, casada o embarazada, cuándo nacerá el bebé y si será niño o niña. Estos chismes pertenecen a los lugares mundanos y no a las iglesias locales. El chisme hace que la iglesia se vuelva oscura y opaca. Cada vez que “se corte” la larga lengua chismosa, la iglesia estará en los cielos. Muchas veces el amor de algunos santos es un amor carnal y no un amor en el espíritu, que es tan claro como el cristal. Esa clase de amor feo y carnal hace que muchas reuniones cristianas se vuelvan oscuras. A los ojos del Señor, es peor que el odio y las peleas. Es un amor de “tortugas” y “serpientes” y debe ser sepultado y quemado. Asimismo, cuanto más sean humildes de manera natural, más se hundirán en tinieblas. Repito, a los ojos del Señor, la humildad anímica es peor que el orgullo. Una hermana tal vez diga: “No me atrevo a decir nada; simplemente soy una hermanita. ¿Qué puedo decir yo? No valgo nada”, pero esto no es más que una humildad anímica. Debido a que la iglesia es celestial y clara como el cristal, todos debemos ser francos de manera celestial, sin andar con excusas ni rodeos, sino ser lo que somos en el Señor y en el Cuerpo. Encubrirnos a nosotros mismos es pretender ser alguien que no somos. La mujer celestial no lleva ninguna capa. La iglesia es clara como cristal y franca, no finge, no da excusas, no encubre ni se oculta. Con ella todo está a la vista.
Las buenas palabras son a veces una capa que cubre. Ha habido numerosas veces que algunos queridos santos vinieron a hablarme con palabras dulces, y de inmediato sentí que mi espíritu me decía: “Eso es mentira, y estas dulces palabras son una trampa”. No debiéramos relacionarnos de esta manera en la vida de iglesia. Nada expone a la gente tanto como la iglesia. La vida de iglesia son los “rayos X” más potentes que hay. Una persona podrá decirnos cosas agradables, pero si estamos en el espíritu, los “rayos X” en nuestro interior verán lo que tal persona está tramando y que tales palabras son engaños. Muchas veces le he dicho a cierta persona: “Por favor, no venga a engañarme. Oigo sus palabras, pero mi espíritu ve lo que está en su corazón”. Si la iglesia es celestial, todo estará a la vista. La maravillosa mujer resplandeciente no estaba cubierta, no había sombra ni tinieblas en ella. Todo se encuentra al aire libre. Esta clase de iglesia es una iglesia victoriosa. En este sentido, no es necesario que la iglesia luche contra Satanás; él ya ha sido derrotado y arrojado, y ya se ha introducido el reino de Cristo. Esta mujer es celestial, resplandeciente, franca y completamente transparente como el cristal. Es por medio de esta maravillosa iglesia que nace el hijo varón (v. 5a). Esta mujer es el tercer aspecto de la iglesia como el testimonio de Jesús.
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