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Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7932-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 17 Sección 2 de 4

LOS SANTOS LLAMADOS
INVOCAN EL NOMBRE DEL SEÑOR

En el versículo 2 tenemos dos clases de llamamientos. Primero hemos sido llamados por el Señor; luego, tenemos que invocar el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Somos los llamados, y también los que llaman o invocan. Hemos sido llamados para llamarlo a Él. Él nos ha llamado, y ahora nosotros le invocamos. Éste es un tráfico de doble vía. Somos los que le invocan con base en nuestra posición como los llamados. Si no fuésemos los llamados, nunca podríamos ser los que le invocan.

El Cristo a quien invocamos es “de ellos y nuestro”. Este Cristo es mío, y este Cristo es suyo. Si yo digo: “Cristo es mío”, usted tiene que decir: “¡Cristo es mío también!”. Esto es muy significativo. Debemos subrayar esta frase del versículo 2. Éste es el único pasaje en toda la Biblia donde aparece esta frase. Los libros de Efesios y Romanos son maravillosos y excelentes, pero ninguno de estos dos libros contiene la frase de ellos y nuestro.

LLAMADOS POR DIOS A LA COMUNIÓN
DE SU HIJO, JESUCRISTO

Cristo es nuestra porción, y fuimos llamados por Dios a la comunión de esta porción. En 1 Corintios 1:9 leemos: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Dios, Aquel que es fiel, nos ha llamado a la comunión de Su Hijo. Él no nos llamó a “mansiones” en el cielo, al conocimiento, a las doctrinas y enseñanzas acerca de Cristo, a la manifestación de los dones, ni al bautismo del Espíritu. Él nos ha llamado a la comunión de Su Hijo.

LOS JUDÍOS BUSCAN SEÑALES
Y LOS GRIEGOS BUSCAN SABIDURÍA

El versículo 22 del capítulo 1 dice: “Ciertamente los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría”. Una señal es algo milagroso. Puesto que los judíos creen en Dios, frecuentemente piensan que Él es un Dios hacedor de milagros. Cuando los judíos fueron al Señor Jesús, ellos le dijeron: “¿Qué señal, pues, haces Tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’” (Jn. 6:30-31). Los judíos desafiaron al Señor Jesús. Por cuarenta años, ellos recibieron un milagro todos los días en el desierto. Eso no fue un milagro insignificante. Hoy, si un grupo de personas renunciaran a sus ocupaciones y confiaran en el Señor, y el maná descendiera sobre ellos cada mañana, todos los periódicos publicarían este milagro. Los judíos antiguos disfrutaron de este milagro todos los días por cuarenta años; y aun así ellos no fueron edificados. En respuesta a Dios ellos murmuraron y se quejaron (Nm. 11:1). Ésta es una prueba contundente de que las cosas milagrosas no edifican a nadie.

Juan 2:23 dice: “Estando en Jerusalén en la Fiesta de la Pascua, muchos creyeron en Su nombre, viendo las señales que hacía”. Esto puede parecer maravilloso, pero el versículo 24 dice: “Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos”. Si creemos en Jesús debido a los milagros que hemos visto, Jesús no creerá en nosotros. Muchos de los judíos creyeron en Jesús a causa de los milagros, pero Jesús no se fiaba de ellos. El Señor sabía que los que venían a Él debido a los milagros no eran dignos de confianza.

Los judíos piden señales, pero los griegos buscan sabiduría. Las señales tienen que ver con los dones, mientras que la sabiduría se refiere al conocimiento o la enseñanza. Hoy en día en el cristianismo todavía existen estas dos categorías de personas. Algunos son “cristianos judíos” que piden milagros; otros son “cristianos griegos” que buscan sabiduría y un doctorado en el conocimiento de la Biblia.

EL CRISTO CRUCIFICADO

Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero “nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Co. 1:23). Aparentemente, no había poder alguno en la crucifixión de Cristo. Cuando Jesús fue arrestado, Él no realizó ningún milagro para salvarse a Sí mismo. Esa noche y el día siguiente Él fue llevado por seis estaciones —tres estaban relacionadas con los sacerdotes y tres con el gobierno romano—, aun así no opuso resistencia. Finalmente, Él fue sentenciado, llevado al Calvario y clavado en la cruz. Él no hizo nada milagroso; aparentemente, Él era sumamente débil. Si hubiéramos estado en Su lugar, probablemente habríamos luchado y hecho todo lo posible por resistirnos. No obstante, Jesús no hizo nada. Él fue crucificado en debilidad (2 Co. 13:4).

Pablo predicó a Cristo crucificado. Esta clase de Cristo era una piedra de tropiezo para los judíos que pedían señales. Los judíos quizá hayan dicho: “Nuestro Dios es un Dios de milagros. ¿Cómo puede ser crucificado el Mesías de Dios? No podemos creer en tal Mesías. Seguramente éste no puede ser el Mesías enviado por Dios”. Para los judíos este Cristo era una piedra de tropiezo.

Para los griegos el Cristo crucificado era necedad. No hallaban sabiduría en eso. Ellos pensaban que si Cristo fuera sabio, de seguro habría escapado. Por tanto, el Cristo crucificado era para ellos necedad. Sin embargo, Pablo dijo: “Para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:24).


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