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Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7796-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 24 Sección 2 de 4

ÉL ES TODO-INCLUSIVO

Si tratamos de entender Mateo y Juan con nuestra mentalidad limitada, acabaremos confundidos. Mateo escribió un libro acerca de Cristo en el que nos dice que Él es el hijo de David y el hijo de Abraham. Pero Juan nos dice que Él es la Palabra, y que la Palabra es Dios. Juan deja claro que Él es el Hijo de Dios. Así que, ¿qué es Él? ¿Es el hijo de David o el Hijo de Dios? ¡Alabado sea el Señor! Él es todo-inclusivo. No podemos analizar a Cristo ni tampoco podemos sistematizarlo. No podemos desarrollar ningún tipo de “-ología” con Él. Simplemente tenemos la Palabra pura. Debemos aprender a no analizar, y simplemente a recibir la Palabra verdadera.

EL CORDERO Y EL NOVIO

Mateo regresa a Abraham, pero Juan comienza desde el principio. Antes de la fundación del mundo, antes de la creación, la Palabra ya estaba allí. ¡Y la Palabra era Dios! Luego, un día esta Palabra que era Dios llegó a ser algo más. “Y la Palabra se hizo carne” (Jn. 1:14). Él se hizo carne para fijar tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad. ¡Él es una persona maravillosa! Luego, Juan continúa diciéndonos que Él es el Cordero de Dios: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (v. 29). Después de esto, en el capítulo 3 nos dice que Jesús es el Novio: “El que tiene la novia, es el novio” (v. 29).

¡Jesús es tan maravilloso! Él no sólo es el Cordero, sino también el Novio. Él posee tantos aspectos. A fin de efectuar la redención, Él es el Cordero. La humanidad es caída y está llena de pecado. Por lo tanto, es menester que Jesús sea el Cordero que quita el pecado del mundo. Sin embargo, Él es el Novio a fin de celebrar las bodas. La redención no es la meta; es sólo el procedimiento. ¡La meta son las bodas! En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios. Entonces la Palabra se hizo carne. De manera que Él es la Palabra, Dios y luego la carne. Y la carne es el Cordero. Él debe ser la carne a fin de derramar Su sangre como Cordero redentor. Además de esto, Él es el Novio.

Solamente en los primeros tres capítulos de Juan vemos que Él es cinco cosas: la Palabra, Dios, la carne, el Cordero y el Novio. ¡Él es tantas cosas! Como Palabra y como Dios, Él se hizo carne. Esto significa que Él se hizo hombre, un ser humano. Luego, este ser humano es el Cordero de Dios a fin de redimir al hombre. ¡Aleluya! Pero eso no es todo; pues también es el Novio universal. En todo el universo la persona más agradable es Jesús como Novio. Juan el Bautista dijo: “El que tiene la novia, es el novio”. Así que Él viene por la novia.

ÉL ES TANTAS COSAS

Luego, los siguientes capítulos de Juan nos dicen que Él es el pan de vida. Más aún, Juan 10 nos dice que Él es la puerta; no la puerta del cielo, ¡sino la puerta para salir de la religión! En Juan 10 el pueblo de Dios se hallaba confinado en la religión judía, y Jesús vino a ser la puerta a fin de que ellos salieran. Él fue el primero en salir de aquella religión judía. Pedro lo siguió, después Juan, y el ciego de Juan 9 también salió. Posteriormente, incluso Saulo de Tarso salió; él salió de aquella religión. ¡Jesús es la puerta por la cual salimos de la religión! Esto aún se cumple hoy en día. Jesús es la puerta de la religión, no para que las personas entren a la religión, sino para que salgan de ella. Luego, cuando salimos de la religión, Él es nuestro Pastor. Además, bajo Su pastoreo, Él mismo es nuestros verdes pastos. Más adelante, leemos que Él es la vida, la verdad y el camino. Él es la luz e incluso el aire viviente que podemos inhalar. ¡Él es tantas cosas!

EL ESPÍRITU DE REALIDAD

Juan en su evangelio nos deja claro que para que Jesús sea tantas cosas para nosotros, Él tenía que llegar a ser el Espíritu. En el capítulo 14 el Señor dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (vs. 16-20).

Él dijo que rogaría al Padre que nos enviara otro Consolador. Pero no debemos pensar que este otro Consolador sería alguien más aparte de Él. No, este Consolador era el Señor mismo como Espíritu de realidad. Es por ello que les dijo a los discípulos que no los dejaría solos, sino que vendría a ellos. Su ida de tres días tenía como fin Su venida. Esos tres días serían una especie de proceso, mediante la muerte y la resurrección, que lo transformaría en el Espíritu. Después de la resurrección, el Señor regresó a los discípulos. Para entonces, Él había sido enteramente procesado mediante la crucifixión, la sepultura y la resurrección. Ahora Él ya no era simplemente Dios, ni tampoco simplemente Dios en la carne; Él era Dios en la carne, crucificado, sepultado y resucitado para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora es muy fácil recibirle. Es por eso que leemos en Juan 20:22: “Habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”.


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