Información del libro

Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-9118-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 8 Sección 2 de 3

EL HOMBRE TIENE UN ESPÍRITU
PARA RECIBIR A DIOS COMO VIDA

Un sabio chino de la antigüedad dijo que el hombre es el espíritu de toda la creación. La razón por la cual el hombre es precioso, valioso y maravilloso es que hay un espíritu en el hombre. Si el espíritu del hombre fuese extraído del hombre, él no sería diferente a los perros y los gatos. El hombre es diferente a las bestias porque el hombre tiene un espíritu y las bestias no. A lo largo de las eras usted no puede hallar gatos y perros en ningún lugar que tengan el deseo de adorar a Dios. No obstante, los seres humanos, sean civilizados o bárbaros, todos tienen un deseo de adorar a Dios. Los bárbaros tienen su método de adoración primitivo; los civilizados tienen su manera culta de adorar. Los dioses demoniacos que las naciones atrasadas adoran son toscos y salvajes; los ídolos que las naciones civilizadas adoran son bastante refinados. ¿Por qué el hombre debe adorar? Esto se debe a que el hombre tiene un espíritu en su interior, el cual únicamente Dios puede satisfacer. Incluso los comunistas ateos adoran algo. Ellos se adoran a sí mismos; su yo es su dios. La Biblia dice que para algunos, su dios es su vientre (Fil. 3:19). No existe una persona que no desee a Dios; todos desean a Dios. Así como todos tienen un vientre que requiere alimento, también el hombre tiene un espíritu que requiere la adoración a Dios. Sea que el dios que el hombre adora es verdadero o falso, refinado o bárbaro, el hecho de que el hombre adore a Dios comprueba que el hombre tiene un espíritu. Dios creó al hombre con un espíritu, y este espíritu tiene necesidad de Dios.

El espíritu del hombre tiene como fin que el hombre sea regenerado. Nuestra carne es nacida de nuestros padres, pero Dios nos creó con un espíritu para que pudiéramos nacer de nuevo. Esto es lo que significa recibir a Dios en nuestro interior. Ser regenerado equivale a recibir a Dios en nosotros. Dios es vida. Cuando recibimos a Dios en nuestro interior, este Dios que es vida entra en nuestro espíritu para ser nuestra vida. Según Romanos, nosotros los seres humanos somos vasos (9:21) con un órgano receptor en nuestro interior con el cual podemos recibir a Dios. Esto es exactamente igual que nuestro estómago, que es el órgano receptor con el cual ingerimos el alimento. Dios es Espíritu, y Él nos creó con un espíritu, el cual es el órgano receptor con el cual podemos recibir a Dios. Al utilizar este espíritu, recibimos a Dios.

La Biblia no es lo que la mayoría de nosotros consideramos que es, a saber, un libro de enseñanzas religiosas o regulaciones religiosas. Más bien, esta Biblia es un libro de revelación, el cual revela Dios al hombre a fin de que el hombre pueda conocer a Dios como vida. Dios creó un espíritu para el hombre a fin de que su espíritu pudiera recibir a Dios de modo que Él sea su vida. Si un hombre está dispuesto a recibir a Dios en su interior para que sea su vida, él podrá ser regenerado en su espíritu. Éste es el segundo nacimiento. Si usted no tiene este segundo nacimiento, entonces usted está incompleto, es decir, deja mucho que desear; usted no ha alcanzado el estándar. Que Dios desee nacer en usted no es una superstición, sino un hecho. Es un hecho que usted tiene un espíritu en su interior. También es un hecho que Dios es Espíritu. Dios no sólo es Dios, sino también vida, que es el Espíritu (Jn. 4:24; 1 Co. 15:45). Él es tal Espíritu vivificante que espera que usted se arrepienta, confiese y se abra para recibir al Señor Jesús como su Salvador. El Señor Jesús es el Espíritu vivificante. Cuando usted lo recibe a Él, usted recibe a Dios y Él entra en usted para ser su vida. Entonces usted es regenerado y tiene otra vida en su interior. Esta vida no sólo es una vida más elevada, sino también una vida superior, es decir, la vida eterna de Dios. Ésta es la revelación contenida en toda la Biblia.

EL TEMA DEL EVANGELIO DE JUAN
ES QUE NACIMOS PARA VIVIR

En los sesenta y seis libros de la Biblia, hay un solo libro, el Evangelio de Juan, que se enfoca en el asunto de la vida. Cuando la mayoría de las personas leen el Evangelio de Juan, tienden a ver sólo los asuntos superficiales. En realidad, el énfasis del Evangelio de Juan no se halla en los asuntos externos, sino en el asunto de que nacimos para vivir. Nacer para vivir significa que después que uno nace, uno tiene que vivir. Después de haber sido regenerados, tenemos que vivir. Si una persona aún no ha creído, o aún no ha sido salva, entonces debe nacer de nuevo. El Evangelio de Juan se enfoca en el asunto de que nacimos para vivir. En Juan 3 el Señor Jesús le dijo a Nicodemo que él debe nacer de nuevo y que debe nacer del agua y del Espíritu. Él también dijo: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (v. 6). Luego el Señor Jesús dijo: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”, y “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (14:19; 6:57). En el Evangelio de Juan podemos ver estas dos palabras: nacer y vivir. Después de nacer, usted comienza a vivir. Usted no sólo debe nacer, sino que también debe vivir.

Juan 1:1-2 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Luego dice: “En Él estaba la vida” (v. 4). Esto indica que hay vida en la Palabra. Ya que la vida está en Él, Él es vida. Luego, esta Palabra, quien era desde el principio, se hizo carne (v. 14) viniendo a la humanidad a fin de revelarse y explicarse a Sí mismo. Los versículos 12 y 13 dicen: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio autoridad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

Si alguien está dispuesto a abrirse al Señor desde lo más profundo de su ser y decirle al Señor: “Señor Jesús, soy un pecador. Señor, Tú eres mi Salvador”, entonces el Señor Jesús como Espíritu omnipresente entrará en él. Verdaderamente puedo testificar que aunque nací, fui criado e incluso recibí mi educación en el cristianismo, nunca abrí realmente mi ser de esta forma para recibir a Jesús hasta la tarde en que oí el evangelio. En ese momento fui profundamente conmovido y me abrí para recibir al Señor. En cuanto le recibí, sinceramente puedo testificar que este Espíritu entró en mí y cambió toda mi vida. A todo aquel que le reciba, Él le dará autoridad de ser hijo de Dios. Esta autoridad no es otra cosa que la vida divina. Debido a que usted tiene la vida de su padre, tiene la autoridad de ser hijo de su padre. La autoridad de ser hijos del padre es la vida del padre. Originalmente no teníamos la autoridad de ser hijos de Dios, pero después que Él puso Su vida en nosotros, nacimos de Él y recibimos la autoridad de ser Sus hijos.

Luego, en Juan 3 vemos que un hombre anciano y moral llamado Nicodemo vino a ver al Señor Jesús. El Señor Jesús le dijo: “Os es necesario nacer de nuevo”. Nicodemo pensó que esto significaba que él tenía que entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer; pero el Señor Jesús parecía decirle: “No, pues lo que es nacido de la carne todavía es carne. Usted debe nacer de nuevo en el espíritu”. Además, el Señor Jesús dijo: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna” (vs. 14-15). Esto significa que nosotros los humanos no sólo fuimos creados, sino que también fuimos mordidos por la serpiente, es decir, que fuimos envenenados por Satanás. Satanás, como serpiente venenosa, nos ha mordido; por tanto, recibimos su elemento venenoso en nuestro interior y llegamos a ser pequeñas serpientes venenosas. Aunque Nicodemo era un hombre justo y recto, perfecto en su conducta externa, su naturaleza interior estaba envenenada debido a la inyección venenosa que recibió de parte de Satanás. Por ende, lo que el Señor quiso decir al hablarle a Nicodemo era: “Yo no sólo debo ser un Cordero para morir por ti y efectuar la redención por tus pecados, sino que también debo ser una serpiente de bronce para dar fin a tu naturaleza serpentina. Debo morir de esta manera para que tú puedas recibirme, creer en Mí y, de ese modo, obtener vida eterna”.

Por una parte, el Evangelio de Juan nos dice que, como Cordero de Dios, el Señor Jesús quitó el pecado del mundo; esto equivale a tomar las medidas necesarias con respecto al pecado. Por otra parte, nos dice que Él fue colgado en la cruz como serpiente de bronce; esto equivale a tomar las medidas necesarias con respecto a la naturaleza serpentina en nuestro interior. La vida natural que está dentro de cada uno de nosotros es serpentina. Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, Él no sólo era el Cordero, sino también era la serpiente de bronce. En la cruz Él murió en forma de una serpiente a fin de que, por un lado, el Cordero diera fin a nuestras obras pecaminosas, y por otro, la serpiente de bronce diera fin a nuestra naturaleza pecaminosa. El propósito de esto es que todo aquel que en Él crea pueda recibir vida eterna.

Después de Su muerte y resurrección, el Señor Jesús fue hecho Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Hoy en día Jesucristo ha resucitado de los muertos, y en resurrección Él es el Espíritu vivificante. Si usted está dispuesto a abrir su ser para creer en Él, creyendo que Él murió en la cruz por su pecado y sus pecados, y resolvió el problema de su pecado y sus pecados, entonces como el Espíritu vivificante Él entrará en usted, y usted será regenerado.

En Juan 6 el Señor Jesús continuó diciendo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57). Esto nos muestra que hoy en día el Cristo resucitado no solamente nos da vida, sino que también llega a ser nuestro alimento. Génesis 1 nos dice que Dios puso al hombre frente al árbol de la vida para que el hombre pudiera comer de él. Con base en la palabra comer, hallé la clave y entendí gradualmente por qué en Juan 6 el Señor Jesús dijo que necesitamos comerle. A partir de entonces, comencé a liberar las verdades con respecto a comer, beber y disfrutar al Señor.

Hoy en día el cristianismo les enseña a las personas la Biblia tratándola como un libro religioso. Realmente, las palabras contenidas en la Biblia son las palabras exhaladas por la boca de Dios. El Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). Jeremías también dijo: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16). El Señor Jesús es comestible; Él dijo que es nuestro pan de vida (Jn. 6:35). El pan de vida tiene como fin que el hombre lo coma. En Juan 1 Él es vida, y en Juan 6 Él es el pan de vida. Esto se debe a que entre el capítulo 1 y el capítulo 6 está la regeneración. Después que usted ha nacido, debe vivir, y a fin de vivir usted debe comer. Si usted no come luego de su nacimiento, no puede permanecer vivo.

Por ende, la secuencia que vemos en la Biblia es muy particular. El capítulo 1 del Evangelio de Juan nos dice que el Señor Jesús es vida. El capítulo 3 nos dice que por esta vida somos regenerados. Luego, el capítulo 6 nos dice que debemos comer al Señor Jesús como pan de vida. Juan 6:63a dice: “El Espíritu es el que da vida”. Ya que la frase el que da vida tiene dos significados en el griego, una mejor traducción es: “El que hace que el hombre viva y da vida al hombre”. Él no sólo le da vida al hombre, sino que también hace que el hombre viva; Él no sólo hace que el hombre viva, sino que también le da vida al hombre. Ambos conceptos están presentes; esta frase tiene un significado doble. Quien da vida al hombre y hace que el hombre viva es el Espíritu. Luego, el Señor Jesús continuó diciendo; “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63b). Tenemos al Espíritu y las palabras. ¡Alabado sea el Señor, actualmente nosotros, los que hemos sido salvos, tenemos al Señor Jesús como Espíritu internamente y la Biblia como las palabras externamente! Estos dos no pueden ser separados. Las palabras externamente y el Espíritu internamente no deben separarse. Las palabras que están fuera de nosotros no tienen como fin la enseñanza sino el nutrimento; de igual manera, el Espíritu en nuestro interior también tiene como objetivo el nutrimento. Ambos son nuestro alimento a fin de nutrirnos. Por ende, cuando comemos al Señor, recibimos Sus palabras y permitimos que Sus palabras lleguen a ser el Espíritu en nuestro interior. Como resultado, Sus palabras y el Espíritu llegan a ser nuestro alimento y suministro internos.

Luego en el capítulo 10, el Señor Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (v. 10). Tener vida equivale a ser regenerado; tenerla más abundantemente equivale a comer a diario. Tener vida es recibir al Señor; tenerla más abundantemente es comer al Señor diariamente, recibir la palabra del Señor diariamente y tocar el Espíritu del Señor diariamente a través de Su palabra. Además, el Señor dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25a). Hoy en día ya no vivimos por nuestra vida vieja; más bien, vivimos por otra vida, una vida regenerada, una vida resucitada. Luego, en 14:19b Él dijo: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Según el contexto, podemos ver que el hecho de que Él viva se refiere a que fue resucitado. Él parecía decir: “Ahora me voy; el mundo ya no me verá, pero pronto vosotros me veréis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Esto se refiere a Su resurrección. Cuando el Señor fue resucitado, nosotros fuimos resucitados juntamente con Él. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que Cristo nos regeneró en Su resurrección. En Su resurrección fuimos vivificados juntamente con Él. De esta forma sabemos que Él está en nosotros y nosotros estamos en Él, puesto que Él y nosotros, nosotros y Él, hemos llegado a ser uno y vivimos conjuntamente. Por lo tanto, vivir después de haber nacido es vivir con el Señor. El Señor vive y nosotros también vivimos; en esto consiste vivir con el Señor.

Juan 20:22 dice que después que el Señor fue resucitado y llegó a ser el Espíritu, Él se puso en medio de los discípulos y sopló en ellos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo”. El Señor Jesús pasó por la encarnación, la muerte y la resurrección para llegar a ser el aliento de vida. La Palabra se menciona al principio del Evangelio de Juan: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (1:1). Luego, la Palabra se hizo carne, y en la carne Él era el Cordero y la serpiente de bronce. Después de vivir treinta y tres años y medio en la tierra, Él fue a la cruz como Cordero a fin de tomar medidas con respecto a nuestros pecados, es decir, nuestras obras pecaminosas, y como serpiente de bronce a fin de tomar medidas con respecto a nuestro pecado, es decir, nuestra naturaleza pecaminosa. Luego, Él resucitó de los muertos para llegar a ser el Espíritu vivificante. Por tanto, al final del Evangelio de Juan, este Jesucristo es el Espíritu, el aliento que fue soplado en nosotros para que le recibiéramos. Actualmente este Espíritu vive en nosotros, es decir, el Señor Jesús vive en nosotros. De este modo, no sólo hemos sido regenerados, sino que también podemos vivir por causa del Señor. Nosotros hemos muerto para vivir: hemos muerto con Él por medio del bautismo, y vivimos con Él en resurrección.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top