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Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3771-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 14 Sección 3 de 4

CONFESAR AL SEÑOR JESÚS
DELANTE DE LOS HOMBRES

Los creyentes también necesitan hacer otra clase de confesión. No sólo deben confesar sus pecados, sino también confesar al Señor. Tienen que confesar al Señor Jesús delante de los hombres. De ahora en adelante, debemos confesar, es decir, debemos decirle a otros, que le pertenecemos al Señor. Ahora ustedes se han convertido en cristianos, en creyentes. Por lo tanto, deben confesar el nombre del Señor Jesús, y confesar delante de los hombres que Jesús es el Señor y que es su Salvador. Romanos 10:9 dice: “Que si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Con nuestra boca confesamos a Jesús como Señor.

Es muy curioso que en toda la tierra, en el Oriente como en el Occidente, en Europa como en Asia, las personas tienen una sensación de vergüenza cuando confiesan a Cristo. Si alguien dijera: “Ahora creo en Cristo; yo confieso que Jesús es el Señor”, experimentará cierta sensación de vergüenza. También es muy curioso que cuando las personas siguen a Confucio y les hablan a otros al respecto, no sienten nada de vergüenza sino mucho denuedo. Este pecado de vergüenza proviene del diablo, Satanás. Por la gracia y misericordia de Dios tenemos que pelear la batalla para vencer este sentimiento de vergüenza. Algunas veces en el pasado le dije a Satanás: “Satanás, si continúas provocando en mí este sentimiento de vergüenza, confesaré al Señor gritando Su nombre”. El diablo le teme mucho a esto y huye.

La manera apropiada de creer en el Señor Jesús incluye el paso de decirle a otros que a partir de este día en adelante usted ya no será un incrédulo, sino que será un creyente de Jesús. Usted ha recibido a Jesús como su Salvador y como su Señor. Desde este día usted confiesa que Él es el Señor y que usted le pertenece a Él. Después de creer en el Señor Jesús, usted debe ir a sus padres, parientes, amigos y vecinos, y hacer una confesión cabal de Cristo. Jóvenes estudiantes, después de que crean en Cristo, deben ir a sus compañeros de clase y decirles: “Ahora soy una persona diferente. Ayer no tenía a Cristo, pero hoy tengo a Cristo dentro de mí”.

Así pues, es necesario que haya un verdadero arrepentimiento y dos clases de confesión: confesar nuestros pecados delante de Dios y confesar a Jesucristo como Señor delante de los hombres. No debemos tratar de ser un cristiano escondido, un cristiano secreto, ni ser un buen cristiano sólo en nuestro interior sin tener la apariencia externa de cristiano. Aprendan a ser liberados al confesar a Cristo delante de los hombres. En China vi a ciertos hermanos que hacían algo muy interesante. Quizás a ustedes les parezca exagerado, pero si estuvieran en ese medio, comprenderían que lo que ellos hicieron era necesario. Después de que fueron salvos, algunos hermanos se pegaron una etiqueta en su ropa que decía: “Ahora soy cristiano”. En muchos casos, esto les ayudó, pues otros decían: “No vayan adonde él porque ahora es cristiano. No traten de convencerlo porque es cristiano, no traten de invitarlo a ciertos juegos o a ir al cine porque es cristiano”. Si queremos ser cristianos vivientes, eficaces y poderosos, tenemos que confesar públicamente a Cristo delante de las personas.

SER BAUTIZADOS

También necesitamos ser bautizados. Ser bautizados significa ser sepultados. Después de creer en el Señor Jesús, ustedes deben ser sepultados inmediatamente, habiendo comprendido que son muy pecaminosos y que no merecen otra cosa que la muerte. Ustedes se dan cuenta que fueron crucificados en la cruz juntamente con Cristo, y que, por ende, ya murieron. Así que han estado muertos ya por dos mil años. Puesto que han comprendido que están muertos, deben estar dispuestos a que la iglesia les celebre un funeral y los sepulte. Esto es muy necesario.

Desde mi juventud crecí en un hogar que era más o menos cristiano. Escuché muchas historias del evangelio, fui educado y recibí mi formación en una escuela cristiana. Sin embargo, no fui salvo hasta que tenía diecinueve años de edad. Antes de ese día, yo sabía muchas cosas del cristianismo. Me sabía casi todas las historias de Jesús que están en los cuatro Evangelios, pues nos enseñaban estas cosas en la escuela dominical. A veces hacíamos chistes de dichas historias. Sin embargo, a la edad de diecinueve años, experimenté una verdadera salvación. Ese día comprendí que era una persona pecaminosa y que no había nada bueno en mí. Comprendí que cada parte de mi interior era maligna. Así que ya no me agradaba, sino que me aborrecía a mí mismo. Me di cuenta de que este hombre, yo, no servía para nada y que verdaderamente debía ser sepultado.

Puesto que era miembro de una llamada “iglesia”, yo ya había sido bautizado por aspersión. No obstante, en aquel tiempo no me había arrepentido, ni había creído ni había orado. No había visto que era un pecador, ni había conocido verdaderamente a Cristo como mi Salvador. Únicamente conocía un poco acerca de Cristo. A pesar de ello, el pastor me dijo que tenía que hacerme bautizar por aspersión. Le dijo a la congregación: “Este joven es un miembro de una familia cristiana, y tiene una madre y una hermana que son muy amables. Por lo tanto, tengo que rociarlo”. Esta clase de aspersión no significó nada. Más tarde cuando fui salvo, comprendí que yo era una persona que había muerto, que no servía para nada, y que tenía que ser sepultado. De hecho, estaba muy deseoso de ser sepultado, así que fui a unos cristianos que amaban al Señor y les pregunté: “¿Está bien que sea bautizado? Yo ya fui bautizado por aspersión”. Ellos me dijeron que era completamente correcto que fuera bautizado. Les dije: “Entonces, es mejor que lo hagamos ahora mismo. ¡Entiérrenme!”. Después de que usted cree en el Señor Jesús, si usted le consulta al Señor en su interior, sentirá el deseo de ser bautizado, de ser sepultado.

En cierto lugar un muchacho indígena se hizo miembro de la Iglesia Católica. La Iglesia Católica no permitía que la gente comiera carne los viernes, sino pescado. Un viernes este muchacho salió a cazar y trajo un venado a casa y empezó a cocinarlo. Mientras lo cocinaba, un sacerdote pasó por su casa, y al sentir el olor de carne, se acercó a la puerta y lo reprendió. El nombre de aquel muchacho era Johny. Él entonces le respondió: “Hace algunos años mi nombre no era Johny, sino un nombre indígena; pero un día usted me trajo a su iglesia y me roció con agua para bautizarme. En esa ocasión usted me dijo: ‘Ése no será más tu nombre, sino que ahora te llamarás Johny’. Esta mañana salí y traté de pescar algo, pero no pude atrapar ningún pez; en lugar de ello, cacé un venado. Así que lo rocié, y le dije: ‘Desde ahora no serás más un venado, sino que ahora serás un pez’. Yo creí en lo que usted me dijo, ¿por qué no cree en lo que le estoy diciendo?”. Nosotros no bautizamos a las personas de esta manera falsa, rociando agua sobre ellas y cambiándoles el nombre. En vez de ello, ser bautizado significa que usted comprende que ha muerto juntamente con Cristo y que está en Cristo, y ahora permite que la iglesia lo sepulte, sumergiéndolo en agua. Amigos, después de que ustedes crean en Cristo, necesitan ser bautizados. No podrán bautizarse ustedes mismos, sino que tienen que hacerse bautizar.


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