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Gran misterio: Cristo y la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8704-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 16 Sección 2 de 4

CRISTO EN NOSOTROS ES LA ESPERANZA DE GLORIA

En Colosenses 1:25 Pablo dice: “Fui hecho ministro, según la mayordomía de Dios que me fue dada para con vosotros, para completar la palabra de Dios”. A Pablo se le encomendó una mayordomía a fin de ser un mayordomo en la gran familia de Dios. En la antigüedad la costumbre griega era similar a la costumbre china. Las grandes familias acaudaladas tenían un abundante suministro de todo; tenían un suministro abundante de alimentos, vestidos y de todas sus necesidades diarias. Por tanto, el amo de la casa designaba un mayordomo para que manejara y distribuyera los suministros. Pablo dijo que él recibió la gracia de ser un mayordomo que distribuía las riquezas. Era un mayordomo de las riquezas de Cristo, las cuales son un misterio. El contenido de este misterio es las riquezas de Cristo. A Pablo se le encomendaron estas riquezas, y él escribió sobre ellas para completar la palabra de Dios, la revelación de Dios. Este misterio, que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones, pero que ahora nos ha sido manifestado, es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (vs. 26-27).

El misterio oculto es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. Al encontrarnos unos con otros por la mañana, no debemos decirnos: “Buenos días”, sino: “¡Cristo en ti!”. Una hermana no debe esperar que su esposo la ame, ni un hermano debe esperar que su esposa lo ame. Antes bien, un hermano debe decirle a su esposa: “¡Cristo en ti!”, y la hermana debe decirle a su esposo: “¡Cristo en ti!”. Los padres se ponen muy contentos cuando sus hijos son obedientes. Sin embargo, los padres deben decirles a sus hijos: “¡Cristo en ti!”. Deberíamos hablar sobre Cristo hasta que estemos desquiciadamente embelesados con Cristo. Deberíamos decir: “¡Aleluya, alabado sea el Señor! ¡Cristo está en nosotros!”.

Durante el avivamiento que hubo en Chifú en 1942, cuando los santos iban camino a las reuniones, ellos sólo hablaban de lo que habían oído en las reuniones. La ciudad de Chifú no era muy grande, y no disponía de muchos transportes públicos. Por tanto, todos solían caminar a las reuniones, y lo hacían junto con sus vecinos y su familia, no solos. Mientras andaban, solían hablar del último mensaje que habían oído en la reunión, y cuando iban de regreso a su casa, hablaban del contenido de la reunión. Ellos no chismorreaban, ni comentaban sobre el clima; sólo hablaban de la palabra del Señor, la cual es Cristo. Necesitamos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y cambie nuestros conceptos, nuestros sentimientos y nuestro tono, de modo que dejemos de hablar palabras vanas. Lo que necesitamos es hablar de Cristo y de que Cristo en nosotros es la esperanza de gloria. ¡Cuán hermoso y dulce es hablar de este Cristo! La verdadera “virtud brillante” es Cristo, y el verdadero desarrollo de esta “virtud brillante” es vivir a Cristo.

CRISTO EN LOS PRIMEROS TRES CAPÍTULOS
DE COLOSENSES

Los primeros tres capítulos de Colosenses tratan de Cristo. Sin embargo, la revelación con respecto a Cristo en estos tres capítulos no se halla en la superficie, ni tampoco es la revelación de Cristo de la que generalmente hablan los cristianos. En estos tres capítulos, Cristo es profundo y misterioso. Aunque nací en una familia cristiana y fui educado en escuelas cristianas, todo lo que escuché se hallaba en la superficie de la Biblia. El pastor nos enseñaba la Biblia con regularidad y narraba las historias de los cuatro Evangelios, pero todo lo que decía se relacionaba con la revelación hallada en la superficie de la Biblia. Nunca oí acerca del misterio.

Uno de los colaboradores que vive en los Estados Unidos creció en una familia católica. Cuando era un niño, veía al sacerdote católico ofrecer incienso, y él le servía al sacerdote. Cuando estaba en la escuela secundaria, este hermano escuchó el evangelio y recibió al Señor Jesús. El hermano estaba tan contento que le dijo a su familia: “¡Ahora tengo al Señor Jesús!”. Su abuela le respondió: “¿Qué tiene eso de especial? Hemos tenido un retrato de Jesús en la pared de la cocina desde hace mucho tiempo”. Esto muestra la condición superficial en que se encuentra el cristianismo.


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