Información del libro

Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7461-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 15 Sección 3 de 6

La ley de Dios

En lo que se refiere a la creación de Dios, somos buenos; pero en lo que se refiere a la caída del hombre, somos malos. Entre los filósofos chinos de la antigüedad, algunos decían que la naturaleza del hombre es buena, y otros decían que la naturaleza del hombre era maligna. En realidad, ambos tenían la razón. En un hombre caído existen estas dos leyes contrarias, una que lo obliga a hacer el bien, y la otra que lo obliga a hacer el mal. Sin embargo, el hombre no necesariamente se conoce de esta manera. Es por ello que Dios dio la ley, que son los Diez Mandamientos, los cuales revelan la verdadera condición del hombre. La ley de estos Diez Mandamientos es la tercera clase de ley. Esta ley en resumen nos dice que Dios es un Dios de amor, luz, santidad y justicia. Él le prohíbe al hombre que adore ídolos, y le dice al hombre que honre a sus padres, que no mate, robe, cometa fornicación ni codicie. En otras palabras, Él desea que el hombre tenga amor, luz, santidad y justicia. Dios usa esta ley para mostrarle desde afuera cuál es su condición. Después que el hombre queda al descubierto, llega a estar dispuesto a andar conforme a la ley de Dios. Sin embargo, cuando se propone guardar la ley, descubre que no depende de él. Fracasa y es hecho un cautivo de Satanás, obligado a hacer lo que no quiere. Quiere amar, pero en vez de ello odia. Quiere estar en la luz, pero en vez de ello está en tinieblas. Quiere ser santo, pero en lugar de ello es contaminado por la mundanalidad. Desea ser justo, pero en vez de ello llega a ser injusto. Por esta razón, Pablo llegó a esta conclusión: “Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (v. 18b). Después dijo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (v. 24).

La ley del Espíritu de vida

Pablo finalmente se conoció a sí mismo, pero no se quedó ahí. Él descubrió que todavía en él había una cuarta ley. La primera es la ley del bien que está en la mente del hombre. La segunda es la ley del mal que está en la carne del hombre. La tercera es la ley de Dios que Dios dio al hombre y que está fuera del hombre. La cuarta ley se halla únicamente en los que han creído en el Señor Jesucristo. Ésta es la ley del Espíritu de vida. Debido a que nosotros somos seres creados, tenemos la ley humana del bien. Debido a que caímos, tenemos la ley maligna de Satanás. Debido a que estamos delante de Dios, también tenemos la ley de Dios. Antes de creer en el Señor, teníamos estas tres leyes: una en la mente, que desea hacer el bien; otra en la carne, que nos lleva a hacer el mal; y otra fuera de nosotros, que nos impone ciertas exigencias. Dios exige que poseamos amor, luz, santidad y justicia, pero nos es imposible poseer dichas cosas. Por esta razón, nos arrepentimos, confesamos nuestros pecados y creímos en el Señor Jesús. Una vez que creemos en Él, Dios entra en nosotros para ser nuestra vida. Con respecto a esta vida hay una ley. Ésta no es la ley del bien, ni la ley del mal; tampoco es la ley de Dios que está fuera del hombre. En vez de ello, es la ley del Espíritu de vida. Esta ley del Espíritu de vida es el Dios Triuno mismo. La persona viva del Dios Triuno es nuestra vida. A esta vida le corresponde una ley, la cual es llamada la ley del Espíritu de vida. Estos tres —la vida, el Espíritu y la ley— son una sola entidad. Esta ley es el Espíritu, y este Espíritu es vida.

EL ESPÍRITU DE VIDA ES EL ESPÍRITU COMPUESTO

Éxodo 30:23-25 habla acerca del ungüento santo compuesto. El ungüento santo compuesto estaba compuesto de un hin de aceite de oliva y cuatro especias. El hin de aceite representa al Dios único. El aceite de oliva representa al Espíritu de Dios que fluyó mediante la presión de la muerte de Cristo. Constituye la base del ungüento, y es el ingrediente básico con el que se mezclaban las especias. Las cuatro especias representan la humanidad creada por Dios, la preciosa muerte de Cristo, la dulzura y eficacia de Su muerte, la resurrección de Cristo, y el poder y la fragancia de la resurrección, respectivamente. Por consiguiente, este ungüento compuesto representa al Espíritu producido por la muerte y la resurrección de Cristo. En este Espíritu tenemos la divinidad, la humanidad, la muerte del Señor, la resurrección y Su redención. El elemento suministrador de este Espíritu compuesto es abundante y excelente (Fil. 1:19b).

LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA ES
LA MÁXIMA CONSUMACIÓN DEL DIOS TRIUNO

Hoy en día, nosotros los pecadores sólo tenemos que arrepentirnos, creer en el Señor Jesús e invocar Su nombre. El Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo entrará en nosotros para ser nuestra vida, y entonces ocurrirá un cambio maravilloso. Por medio de esto, seremos regenerados. Ya no seremos nosotros mismos, sino que tendremos al Señor Jesús en nosotros. Antes de ser salvos, sólo teníamos nuestra persona, ya sea malasio o chino. Pero después de ser salvos, aunque todavía sigamos viéndonos la misma persona, en realidad, dentro de nosotros se ha añadido otra Persona, el Señor Jesús. En lo que se refiere a nuestra constitución natural, todos somos diferentes unos de otros. Aquí tenemos los malasios, los chinos y los estadounidenses. Pero después que creemos en el Señor y somos salvos, en lo que respecta al hombre interior, todos somos iguales; somos personas que tenemos a Dios en nuestro interior. Dios es el Espíritu, la vida y también la ley en nuestro interior. Ahora, dentro de cada cristiano hay una ley, la cual es la ley del Espíritu vivificante y todo-inclusivo producido al pasar el Dios Triuno por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la muerte y la resurrección. Esta ley del Espíritu de vida es la máxima consumación del Dios Triuno (Ap. 22:17a).

Sabemos que un avión puede volar sin ninguna dificultad porque tiene el poder que vence la fuerza de la gravedad. Si yo estoy dentro de un avión y me siento correctamente con el cinturón de seguridad puesto, ¿no sería muy tonto si me aferrara a mi asiento y temiera caerme? De igual manera, después que creemos en el Señor Jesús, no está bien que tratemos de hacer nada por nuestro propio esfuerzo. Creer en el Señor Jesús puede compararse a subirnos en un avión. Lo único que tenemos que hacer es sentarnos cómodamente en nuestro asiento. No necesitamos tratar de volar, ni necesitamos tratar de aferrarnos a nada, porque no somos nosotros los que volamos, sino que es el avión que vuela. Sucede lo mismo en los asuntos espirituales. Una vez que estamos en el avión, que es Cristo, no debemos intentar volar más. En vez de ello, debemos permitir que Cristo nos lleve en el aire. Debemos desistir de toda lucha y esfuerzo, y permitir que Cristo sea nuestro Señor y nuestro todo.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top