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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 185 Sección 2 de 3

II. LA ESPINA Y LA LLAMA DE FUEGO
EN EXODO 3

La situación del hombre en Exodo 3 es muy diferente de la de Génesis 3. En Exodo 3, la espina maldita se convierte en el vaso de Dios, y la llama de fuego se hace uno con la zarza. Mediante la redención, representada por el cordero muerto y ofrecido a Dios por los hombres caídos (Gn. 4:4), la maldición ha sido quitada, y el fuego se ha hecho uno con la espina.

Vemos la realidad de este cuadro en Gálatas 3:13 y 14. El versículo 13 dice: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición”. Eso significa que por medio de la muerte de Cristo en la cruz, la maldición fue quitada. El versículo 14 continúa: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Por consiguiente, según estos versículos, la maldición ha sido quitada, y el Espíritu, el fuego, nos fue dado.

Hechos 2:3-4 indican que el Espíritu derramado es representado por las lenguas de fuego. Este derramamiento del Espíritu como fuego fue predicho por el Señor Jesús en Lucas 12:49: “Fuego he venido a echar sobre la tierra; y ¡Cómo quisiera que ya estuviera encendido!” En el día de Pentecostés el Espíritu prometido, dado por medio de la redención de Cristo que removió la maldición, bajó sobre los discípulos en forma de fuego. Este fuego ya no nos excluye de Dios; por el contrario, es la llama de la visitación de Dios.

Al considerar eso a la luz del cuadro de Exodo 3, vemos que la espina y la llama son uno. En Génesis 3, el hombre caído estaba bajo la maldición representada por la espina. Allí la llama de fuego excluía a este hombre caído de la presencia de Dios como el árbol de vida. No obstante, en Exodo 3, la zarza, que puede ser considerada como un tipo de vasija, y el fuego, son uno. En Génesis 3, el fuego mantiene apartado al hombre que está bajo la maldición y le impide acercarse al árbol de la vida, y lo aleja de Dios como la fuente de vida. Pero en Exodo 3, la llama de fuego visita la zarza y mora en ella. Esto indica que por medio de la redención de Cristo, Dios mismo, Aquel que es santo y cuya santidad separa a los pecadores de Su presencia, puede venir a visitarnos, permanecer con nosotros y aún morar en nosotros. ¡Aleluya, Cristo ha quitado la maldición y ha echado sobre la tierra el fuego del Espíritu Santo! Ahora que la maldición fue quitada, ya no estamos excluidos de Dios como vida. ¡Alabado sea el Señor porque la llama que excluye en Génesis 3 se ha convertido en la llama de Exodo 3, la cual nos visita y mora en nosotros! Ahora la espina que antes estaba maldita puede convertirse en la morada de Dios.

Los que han sido cristianos durante varios años quizá se vean tentados a considerarse a sí mismos como muy buenos o santos. Si usted ha seguido al Señor y ha experimentado algún éxito en su vida cristiana, quizá secretamente se considere a sí mismo como un “santo” extraordinario, como alguien que es más espiritual que los demás creyentes. No obstante, debemos estar conscientes de que seguimos siendo una zarza llena de espinas. No se considere a sí mismo muy maravilloso y no admire a otros demasiado. Todos seguimos siendo una zarza. Estoy consciente del hecho de que soy una zarza.

Si nos parecemos a Moisés, el hombre de Dios, tenemos una conciencia doble. Por una parte, estaremos conscientes del hecho de que somos zarzas; por otra parte, estaremos conscientes de que la gloria de Dios mora dentro de nosotros como una llama ardiente. Moisés se convirtió en un hombre de Dios, pero él todavía se consideraba a sí mismo como una zarza. En el mismo principio, la gloria de Dios moraba entre los hijos de Israel e hizo de ellos su morada gloriosa, pero ellos seguían siendo una zarza, aún una zarza corporativa.

III. MOISES COMO ZARZA INDIVIDUAL

Como zarza individual, Moisés fue redimido, santificado, y transformado. Algunos se preguntarán qué base tenemos para afirmar que Moisés fue transformado. Las palabras “transformado” o “transformación” no se encuentran en los escritos de Moisés, pero los libros que él escribió revelan el hecho de que Moisés fue transformado. Hemos señalado que según Deuteronomio 33:1, Moisés era un hombre de Dios. Esto indica la transformación. Aparte del proceso de transformación, ¿cómo pudo Moisés, un hombre tan fuerte y activo en su vida natural, convertirse en un hombre de Dios? El pudo llegar a ser esta persona solamente por medio de la transformación.

Un ejemplo de la transformación de Moisés fue su experiencia con el Señor en la cumbre del monte. Después de que Moisés estuvo con el Señor en el monte durante cuarenta días, su rostro estaba resplandeciente porque la llama del fuego santo de Dios había ardido dentro de él. Moisés era como acero echado al fuego y conservado allí hasta que el acero se hace incandescente con el fuego que ha quemado dentro de su misma esencia. Cuando Moisés estaba en la cima del monte, la gloria de Dios ardía dentro de su ser. Cuando él bajó del monte, su rostro resplandecía. Por tanto, “cuando Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, he aquí la piel de su rostro era resplandeciente” (34:30). ¿Acaso no era eso una señal de transformación? Fue ciertamente una indicación que mostraba la transformación por la cual pasó Moisés. Según el adiestramiento que él recibió en el palacio, Moisés pudo haberse convertido en un experto en todo el conocimiento egipcio. No obstante, debido a la redención, el llamamiento, la santificación, y la transformación que él recibió, finalmente se convirtió en un hombre de Dios.

En las Escrituras podemos ver ciertos elementos o temas esenciales. Si no entendemos correctamente estos asuntos, no podremos conocer la Biblia adecuadamente. Estos elementos cruciales incluyen la redención, santificación, y transformación. Moisés fue redimido, santificado, y transformado; hoy en día nosotros hemos sido redimidos y estamos siendo santificados y transformados. Moisés se convirtió en un hombre de Dios, y también estamos llegando a ser hombres de Dios. Conforme a la revelación del Nuevo Testamento, nosotros como creyentes en Cristo, nos estamos convirtiendo aún en Dios-hombres, aquellos que son uno con el Dios Triuno y mezclados con El. Ya vendrá el día en que todos seremos hombres de Dios en realidad.

En el recobro del Señor, no nos preocupa conseguir mucha gente; lo que nos interesa es la experiencia genuina de transformación. Estoy contento de que estamos bajo la llama divina, la llama que nos transforma y nos hace diferentes en disposición de la gente mundana. El elemento de Dios está ardiendo dentro de nuestra naturaleza, y por esta razón, nos estamos convirtiendo en hombres de Dios. Esto es el significado de ser una zarza ardiente en un sentido individual. Conforme a nuestra naturaleza, todavía somos una zarza, pero según la llama de Dios dentro de nosotros, somos personas transformadas. Por una parte, somos una zarza; por otra, somos hombres de Dios.


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