Visión del edificio de Dios, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6775-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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“Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y llegó a ser el hombre alma viviente” (v. 7). En este versículo Dios revela que el hombre se compone de tres partes: primero, el cuerpo físico, formado del polvo; segundo, el aliento de vida, soplado en la nariz de dicho cuerpo; y tercero, al juntarse estas dos partes, el hombre llegó a ser alma viviente. La primera parte es el cuerpo, y la última es el alma. La segunda parte es “el aliento de vida” que fue infundido en el cuerpo del hombre. La misma palabra hebrea traducida aliento se traduce “espíritu” (el espíritu del hombre) en Proverbios 20:27. Así que, esta segunda parte debe de ser el espíritu del hombre. Por lo tanto, este versículo habla de un cuerpo exteriormente, de un espíritu interiormente y de un alma que es producto de la unión del cuerpo con el espíritu. El hombre se compone de espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23).
Es muy importante entender que Dios formó al hombre para que sea un vaso o recipiente (Ro. 9:21, 23), y no una herramienta. Una herramienta puede ser hecha para cumplir algún uso, pero no es un vaso que puede contener algo. El hombre fue creado como un vaso en el cual Dios puso el aliento de vida, que es el espíritu del hombre.
¿Cuál es la función o propósito del espíritu del hombre? Podemos usar como ejemplo un radio transistor. Un radio transistor es una caja de plástico que contiene cierto componente electrónico que llamamos receptor. El receptor dentro de la caja puede contactar y recibir las ondas eléctricas del aire. Asimismo, nuestro espíritu humano es nuestro receptor con el cual contactamos y recibimos a Dios en nosotros. Sin embargo, una cosa es entender con nuestra mente el hecho de que tenemos un espíritu, y otra muy distinta ejercitar diariamente nuestro “receptor” interior para contactar y recibir a Dios. Podemos ser como un niño insensato que aprecia la caja brillante y resplandeciente que alguien le da, pero no sabe que por dentro hay un receptor. Al igual que un niño con la caja, podemos cuidar exageradamente nuestro cuerpo, consentirlo y hacer que se vea mejor, pero jamás ejercitar el receptor interior que Dios nos dio para que contactáramos a Dios y recibiéramos algo de Él.
Una vez que sepamos usar nuestro receptor interior, no prestaremos tanta atención a la “caja”. Nuestra principal preocupación será que el receptor funcione. Muchos cristianos limpian y pulen la parte externa de la caja. Personalmente, no me preocupa mucho la apariencia desaliñada de una persona mientras escuche la “música celestial” que sale del interior de ella. Prefiero ver a un niño travieso lleno de vida que a un niño muerto muy limpio y aseado. Hay muchísimas “cajas” bonitas hoy que no producen música celestial. ¿Dónde están aquellos cristianos que saben ejercitar su espíritu para contactar a Dios? Muchos cristianos son tan silenciosos; nunca molestan a nadie. Personalmente, me gusta que me perturben con la música celestial.
El mayor deseo de Dios es que nosotros le contactemos con nuestro espíritu. El espíritu del hombre, que Dios infundió en él cuando lo creó, es la meta de la obra de Dios hoy. Dicha obra es la economía de Dios. Si perdemos de vista esta meta, la economía de Dios será ineficaz. Todos los intereses de la economía eterna de Dios dependen de este receptor, de nuestro espíritu humano. Si hemos de alcanzar esta meta y cumplir el propósito de Dios, primero tenemos que saber que somos un vaso hecho por Dios y que tenemos un espíritu en nuestro interior, que funciona como un receptor para recibir y contener a Dios. Es por ello que Hebreos 4:12 dice que debemos discernir entre el espíritu y el alma. Es sólo cuando discernimos nuestro espíritu que sabemos contactar a Dios en nuestro interior. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu [el espíritu humano] y con veracidad es necesario que adoren” (Jn. 4:24).
Por consiguiente, el primer paso que Dios da para alcanzar la meta de Su intención es formar al hombre para que sea un vaso y poner dentro de este vaso humano un espíritu como un receptor capaz de recibir a Dios.
“Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. E hizo Jehová Dios brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer, y también el árbol de la vida en medio del huerto” (Gn. 2:8-9).
En la relación que Dios tiene con el hombre, la tierra es el centro del universo, el huerto es el centro de la tierra, y el árbol de la vida es el centro del huerto. El segundo paso que Dios dio para cumplir Su propósito fue poner al hombre, Su vaso, todavía vacío, frente al árbol de la vida.
¿Qué deduciría uno si ve una fuente que mana agua y un vaso vacío delante de ella? Pienso que hasta un niño diría: “¡El vaso tiene que llenarse de agua!”. Génesis 2 nos muestra un “dibujo” en el que vemos a un hombre vacío, con un receptor por dentro, que está de pie delante de un árbol. Esto indica que Dios quería que el hombre se saciara del árbol de la vida. Esto se confirma más tarde en el Nuevo Testamento, donde se nos dice que cuando el Señor Jesús vino a la tierra, se hallaba vida en Él. Jesucristo es la vida (Jn. 14:6), y vino para que nosotros tuviésemos vida en abundancia (10:10). El Evangelio de Juan también revela al Señor Jesús como el pan de vida. En Génesis Dios le presentó al hombre el árbol de la vida como alimento, y el Señor Jesús también se presentó como alimento para que lo recibiéramos. Si lo comemos como el pan de vida, le recibiremos como la realidad del árbol de la vida.
Hoy en día son pocos los cristianos que saben ejercitar su espíritu para recibir a Cristo como alimento. Incluso los niños de la escuela primaria pueden entender las enseñanzas acerca del espíritu en una sola lección. Pero este asunto requiere ser practicado; no es suficiente que simplemente sea una doctrina que entendemos con nuestra mente. ¿Ejercita usted diariamente su espíritu para recibir a Cristo como su alimento, y se alimenta de Él durante el día? He ahí el principal problema hoy en día. Adán fue puesto delante del árbol de la vida, pero él no participó de este árbol. ¿Está usted en la misma situación? Todo cristiano tiene a Cristo en su interior, pero ¿cuántos ejercitan su espíritu para disfrutar a Cristo, es decir, para alimentarse de Él como la realidad del árbol de la vida? ¿Por qué la condición de la iglesia es tan deplorable hoy? Sencillamente porque la mayoría de nosotros no sabemos ejercitar nuestro espíritu para alimentarnos de Cristo y tomarlo como nuestro alimento diario.
Dios creó al hombre dotado de un espíritu con el cual podía recibir algo; y el hombre, como un vaso vacío, fue puesto frente al árbol de la vida. Ahora entendemos claramente que cuando Dios puso al hombre delante de este árbol, Su propósito era que el hombre recibiera la vida en forma de alimento. En lo que se refiere a nuestra relación con Dios, ser cristianos no consiste en trabajar para Dios, sino en que nos alimentemos. Debemos olvidarnos de querer hacer cosas para Dios y poner toda nuestra atención en alimentarnos debidamente. El futuro de Adán dependía enteramente de lo que él comiera. Si comía lo que debía, viviría apropiadamente; pero si comía lo que no debía, moriría. Es imposible agotar el tema de aprender a participar de Cristo según el cuadro y la sombra que se nos presentan en Génesis 2. De igual manera, es inagotable el tema de este capítulo.
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