Levantarnos para predicar el evangeliopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8726-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hoy en día, todos entendemos claramente que la predicación del evangelio tiene que venir acompañada de un entorno apropiado. Con miras a la propagación del evangelio necesitamos una situación pacífica, la libre circulación de tráfico y un idioma común.
La nación de Israel era única. Además, la tierra de Canaán, en la cual ellos vivían conforme a lo dispuesto por Dios, también era única. En términos geográficos, estaba aislada, pero en términos de transporte, estaba conectada en todas las direcciones. Por causa de esto, Dios levantó el Imperio romano para que conquistase todas las regiones civilizadas de Europa y se apoderase de todas las tierras alrededor del Mediterráneo. Roma, debido a su fuerte poder político y militar, logró mantener una situación que era pacífica, estable y segura.
Las personas y naciones ubicadas dentro de los territorios del Imperio romano, aunque eran muy complicadas, estaban todas bajo un solo gobierno. Por ende, no importa a dónde los ciudadanos fueran, podían viajar libremente por todo el imperio sin tener que solicitar permisos. No sólo eso, sino que la historia nos dice que, después de su unificación, el Imperio romano se dedicó activamente a construir carreteras que iban de Roma a los países a su alrededor. También dio fin a las actividades de piratería que prevalecía en el mar Mediterráneo. Como resultado de ello, el tráfico terrestre y marítimo circulaba de manera libre y conveniente.
Antes del establecimiento del Imperio romano, como unos trescientos años antes de Cristo, el griego llegó a ser el idioma comúnmente hablado en las regiones judías y egipcias debido a la conquista por parte de Alejandro Magno. Después de la unificación efectuada por el Imperio romano, el gobierno también adoptó el uso del griego y promovió asimismo la cultura griega. De este modo, la cultura griega llegó a ser prevaleciente en todos lados, y todas las barreras idiomáticas fueron derribadas. Esto nos muestra que todos los entornos son dispuestos por Dios para la propagación del evangelio.
Si estudiamos el libro de Hechos y observamos la historia mundial, podemos comprender que la situación mundial siempre va acompañada del evangelio. El camino de Dios es maravilloso. Siempre que el evangelio estaba por alcanzar cierto lugar, allí ocurriría cierto cambio o acción, tal como la migración.
En el libro de Hechos, vemos claramente que ocurre una migración. En Jerusalén al principio fueron salvas tres mil personas a la misma vez, y luego en otro momento fueron salvas cinco mil (2:41; 4:4). En tiempos antiguos, especialmente debido a lo inconveniente que era el transporte, ¿quién estaría dispuesto a emigrar a un lugar lejano? La mayoría de las personas estaban apegadas a su tierra natal y no estaban dispuestas a abandonarla. Sin embargo, con tanta gente salva en Jerusalén y concentrada allí, naturalmente no había manera de que el evangelio se propagara. Por lo tanto, el Señor tuvo que levantar una persecución de modo que los creyentes que vivían en Jerusalén fuesen dispersos a otras localidades. Estos creyentes dispersados fueron por todo el territorio predicando el evangelio (8:1, 4). Cuando venimos al capítulo 21 de Hechos, vemos que había un gran número de cristianos que se congregaban nuevamente en Jerusalén (v. 20). Esto es un principio: siempre que hay un mover del evangelio en cierto lugar, es imprescindible que los residentes hagan un cambio; es decir, tiene que ocurrir una migración.
La historia de la China es una historia de cambios. Sin embargo, aunque ha habido muchos cambios de dinastía, ha habido pocos cambios y movimientos entre el pueblo. No fue sino hasta el siglo XVI que el viento occidental comenzó a soplar hacia el Este, y la cultura y costumbres occidentales gradualmente se extendieron hasta la China. Esto abrió un camino para el evangelio. Primero, fueron sacerdotes católicos tales como Matteo Ricci. Luego, en el siglo XIX, también fueron grupo tras grupo de misioneros protestantes. En cuanto llegó el evangelio, China comenzó a cambiar. Más tarde, el Dr. Sun Yat-sen, quien fue influenciado por el Occidente, comenzó una revolución. Hasta la década de los 1900, aún había muy pocos creyentes en China, pero debido a la Rebelión de los Bóxers, más misioneros occidentales tuvieron la carga de ir a la China por causa del evangelio. Después del establecimiento de la República de China, el país quedó plenamente abierto al evangelio. Debido a los cambios en el entorno, las personas comenzaron a abrirse a los cambios y ya no se aferraban a las cosas viejas. Para 1920 el evangelio invadió las universidades y muchos jóvenes que habían alcanzado altos logros recibieron al Señor.
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