Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3970-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El sacerdocio del Nuevo Testamento es universal, es decir, no es solamente para una minoría de personas. Esto significa que toda persona que ha sido salva es un sacerdote. Todos deben ofrecer a los pecadores como sacrificios. Aunque en el pasado unánimemente instamos a toda iglesia a que predicara el evangelio, los hermanos y hermanas en su mayoría no eran sacerdotes del evangelio, pues sólo servían como levitas. Ellos servían únicamente de ujieres, y ayudaban en las invitaciones, en la limpieza y acomodando las sillas. Los únicos sacerdotes eran los pocos hermanos que daban los mensajes. Por consiguiente, la vieja manera de predicar el evangelio mata el sacerdocio universal del Nuevo Testamento.
Hoy en día, cuando ayudemos todos los hermanos y hermanas a que sean sacerdotes, tenemos que ayudarles a todos a predicar el evangelio. Todos tienen que salir a salvar a las personas directamente. Nadie puede reemplazar a nadie. Esto es lo que se nos muestra a modo de ejemplo en Juan 15. El Señor es la vid verdadera, y nosotros somos los pámpanos de la vid. Los pámpanos que no llevan fruto son cortados (vs. 1-2). Aquí cortar no significa que uno se pierda eternamente; más bien, se refiere al hecho de perdernos del rico disfrute de Cristo.
Por consiguiente, tenemos que ver que hoy en día la necesidad no es cambiar el método con el cual predicamos el evangelio. Debido a que la predicación del evangelio según la vieja manera mata el sacerdocio de los santos y reemplaza el sacerdocio universal con unos cuantos sacerdotes, tenemos que apartarnos de tal error. Éste es un error en cuanto a sistema y en cuanto a naturaleza. A fin de recobrar el sacerdocio universal de los creyentes en el Nuevo Testamento, todos tenemos que salir a predicar el evangelio y ser sacerdotes. La primera ofrenda que tenemos que ofrecer en Cristo es el pecador que ha sido salvo. Únicamente haciendo esto podremos ser los sacerdotes del evangelio conforme al Nuevo Testamento.
La semana pasada en la conferencia en Kaohsiung mencioné la razón por la cual debemos poner fin a las reuniones en las que una sola persona habla mientras los demás escuchan, y en vez de ellas, por qué deberíamos tener las reuniones de los grupos pequeños. Quisiera repetir este asunto basándome en el Nuevo Testamento.
Juan 4 relata la conversación que el Señor tuvo con una mujer samaritana inmoral (vs. 5-26). La mujer fue muy lista. Cuando el Señor mencionó el asunto de sus pecados, ella de inmediato cambió el tema de los cinco maridos y empezó a hablar acerca de la adoración religiosa. Ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). El Señor le respondió, diciendo: “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre [...] los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad” (vs. 21-23). El Señor le estaba revelando que la adoración en el Antiguo Testamento estaba relacionada con un lugar físico, pero que ahora había llegado la era del Nuevo Testamento. La adoración en el Nuevo Testamento está relacionada con el espíritu humano. Únicamente cuando estamos en el espíritu y en la realidad, Dios puede recibir la verdadera adoración. Desafortunadamente, el cristianismo ha caído en degradación, pues ellos no adoran ni sirven en el espíritu. Por consiguiente, tenemos que recobrar la adoración que es según el Nuevo Testamento.
Hemos recibido luz de parte del Señor para ver que la adoración en el Nuevo Testamento no tiene nada que ver con el servicio religioso. No debe tener una hora o un lugar fijos ni tampoco un programa o procedimiento previamente establecido. Pablo dijo en Filipenses 3:3 que nosotros servimos en Cristo por el Espíritu de Dios.
No nos hemos reunido esta noche simplemente para tener un servicio de adoración ni una simple reunión. Nos hemos reunido por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, tenemos que ejercitar nuestro espíritu para cantar, alabar, orar y hablar por el Señor. Estrictamente hablando, nuestra reunión no debe empezar en la hora acordada, sino que más bien, debe empezar desde el momento en que salimos de nuestra casa para ir a la reunión. Incluso debe empezar desde el momento en que tenemos nuestro avivamiento matutino. Durante todo el día, debemos vivir en esta condición de alabanza, avivamiento y renovación. Luego, en la noche, al venir a la reunión, e incluso antes de la reunión, debemos empezar a cantar y alabar. A medida que los hermanos y hermanas vayan llegando, unos más temprano y otros más tarde, todos ellos empezarán a ejercitar sus espíritus. Esta clase de servicio por el Espíritu de Dios no es un servicio de adoración, sino que es más bien, la manera apropiada de adorar según el Nuevo Testamento.
La razón por la cual tenemos que cambiar el sistema hoy no es simplemente por cambiar de método ni por reemplazar las reuniones grandes con las reuniones pequeñas. Más bien, tenemos que cambiar dicho sistema debido a que las reuniones grandes en las que un solo orador comparte no concuerdan con la naturaleza de la economía neotestamentaria de Dios. Ésta es la razón por la que tenemos que cambiar de sistema. Según la economía de Dios en el Nuevo Testamento todos deben ser salvos, regenerados y avivados en su espíritu. A partir del día en que una persona es salva, debe ser una persona avivada, una persona que alaba y canta continuamente. Cuando tal persona venga a la reunión, debe poder ejercitar su espíritu y servir por el Espíritu de Dios.
En la reuniones de los grupos pequeños, cada uno de nosotros debe cantar u orar. Algunos también deben dar testimonios de manera espontánea. Otros pueden hacer preguntas en las que todos participan para que unos puedan suplir las necesidades de otros. Debe haber comunión y oración mutua, que incluye un pastoreo y cuidado mutuos. De esta manera, no será simplemente una reunión, sino una vida comunal de cristianos. No será la vida de una comunidad grande, sino la vida de una pequeña comunidad. Sólo entonces seremos verdaderamente librados del sistema religioso y cumpliremos el deseo de Dios.
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