Información del libro

Fe cristiana normal, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-0-87083-779-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 17 Sección 5 de 8

LA REGULARIDAD Y LA ORGANIZACION

Ahora comparemos los elementos del universo con estas características. Tomemos, por ejemplo, el ser humano. Es preservado en el vientre de su madre durante nueve meses y luego nace, crece y finalmente muere. Este ciclo se repite en todos los individuos. Siempre se repite; no está supeditado al azar ni a la casualidad. Consideremos ahora el sol que brilla sobre nosotros. Su existencia tiene propósito y sentido. Miremos la luna, las estrellas y las miríadas de galaxias por el telescopio. Algunas estrellas tienen sus propios planetas. Todos los astros siguen órbitas definidas y están organizados. Su manera de moverse puede calcularse y predecirse. El calendario que tenemos en nuestras manos se deriva de ellas. Aun el calendario del próximo año puede imprimirse antes que se acabe éste. Todo lo anterior muestra que el universo está organizado, es consistente y está lleno de propósito.

LOS MICROORGANISMOS

Vayamos al mundo de los microbios. Tomemos una muestra delgada de madera. Pongámosla bajo el microscopio y observemos su estructura, todo es meticulosamente regular y rítmico. Incluso una hierba y el pétalo de una flor tienen una precisión asombrosa. Nada está desorganizado ni confuso. Todo está en orden y es funcional. Todas las cosas dan testimonio de un solo hecho: el universo con su aspecto astronómico y su aspecto microscópico está lleno de propósito y de significado. ¿Puede usted decir que todo esto llegó a existir por accidente? Por supuesto que no.

¿ESTA OCUPADO?

Una vez estaba predicando el evangelio en mi pueblo con un colaborador mío. Cuando regresábamos teníamos mucha sed y no había ni una sola casa donde tomar té ni un arroyo. De hecho, toda el área estaba deshabitada. Después de caminar un rato encontramos una choza de paja. Nos acercamos a la puerta rápidamente y llamamos por un largo rato pero sin respuesta. Pensamos que nadie vivía allí. Cuando abrimos la puerta y entramos, encontramos el piso bien barrido, y en uno de los cuartos había una cama con sabanas bien dobladas. Había una olla pequeña sobre la mesa, y el té aún estaba caliente. Yo dije: “Con seguridad aquí vive alguien. Todo indica, sin lugar a dudas, que este lugar está habitado. No debemos beber este té. Debemos salirnos rápidamente o la gente pensará que somos ladrones”. Nos salimos y esperamos que el dueño regresara.

Al observar la organización de la casa, concluimos que alguien vivía allí, sin haber visto al ocupante. De la misma manera, sabemos que Dios existe por el orden de todas las cosas en el universo, aunque no lo veamos a El. Todos los fenómenos de la naturaleza son equilibrados, organizados, están llenos de significado y son funcionales. Usted quizás diga que proceden de la casualidad, pero me parece imposible creer que la casualidad sea su único origen. En la Biblia leemos: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. Sólo los necios pueden decir en su corazón que no hay Dios.

CASUALIDAD O DESIGNIO

El universo tiene que haber sido creado por alguien profundamente sabio, y con un vasto conocimiento y con la capacidad de crear diseños intrincados. Si usted no puede aceptar la idea de que el universo fue hecho al azar, tiene que reconocer entonces que fue creado por Dios. No puede haber una tercera explicación. La decisión es suya. Usted tiene que decidir si el universo llegó a existir por accidente o fue creado por Dios.

UN ANHELO Y SU OBJETO

Un testigo quizás no sea suficiente. Buscaré a otro. Esta vez consideraremos el corazón del hombre. Antes de hacerlo, debemos observar un hecho: si hay un deseo, tiene que existir primero el objeto de ese deseo. Por ejemplo, un huérfano que nunca ha visto a su padre anhela recibir algún amor paternal. Les he preguntado a muchas personas huérfanas, y todas han sentido este anhelo insatisfecho. Con esto podemos ver que todo deseo del corazón tiene su origen en un objeto real.

Como seres humanos tenemos la necesidad de ser parte de una colectividad. Necesitamos compañerismo y mutualidad. Si se pone a un niño en una isla desierta y él crece allí solo, anhelará tener compañeros, querrá estar acompañado de seres como él, aunque nunca haya visto un ser humano. Este anhelo o deseo es la verdadera prueba de que en algún lugar del mundo tiene que haber más seres humanos. A cierta edad el hombre empieza a pensar en la prosperidad; empieza a desear hijos y nietos. Esto no es una simple fantasía. Este deseo surge de la existencia y la posibilidad de tener descendencia. Por lo tanto, cuando hay un deseo, tiene que haber un objeto para el mismo.


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