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Mensajes de la verdadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6894-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 11 Sección 3 de 4

GUARDAR LA UNIDAD

Ahora llegamos a una pregunta bastante difícil de contestar: ¿Por qué las barras que unen las tablas son de madera de acacia por dentro? Tal vez resulte fácil entender que nosotros las tablas erguidas seamos hechos de madera de acacia por dentro y luego estemos revestidos de oro. Pero ¿qué significa que el Espíritu que une tenga humanidad, la cual es representada por la madera de acacia, y que dicha humanidad esté revestida de divinidad, tipificada por el oro? Algunos maestros del cristianismo han señalado que las barras que unen representan al Espíritu que une, pero ninguno ha explicado por qué en el Espíritu que une se halla la madera de acacia.

Efesios 4:2 y 3 nos ayuda a entender este asunto. El versículo 3 nos habla de ser diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Aunque la unidad es la unidad del Espíritu, nos corresponde a nosotros guardarla. Guardar la unidad es responsabilidad nuestra, y no del Espíritu. Aquí tenemos divinidad, la unidad del Espíritu, y también humanidad, que corresponde al hecho de guardar la unidad. Si sólo tenemos la unidad del Espíritu, pero no guardamos la unidad, habrá deficiencias. Por lo tanto, tenemos que ser diligentes en guardar la unidad. Guardar la unidad, como se menciona en el versículo 3, está relacionado con las virtudes mencionadas en el versículo 2. Debemos guardar la unidad del Espíritu al ser humildes, mansos y longánimos, y al soportarnos los unos a los otros en amor. La humildad, la mansedumbre, la longanimidad y el soportarnos en amor son las virtudes humanas representadas por la madera de acacia, de la cual estaban hechas las barras que unían las tablas. Por consiguiente, a fin de guardar la unidad del Espíritu, necesitamos una humanidad que posee ciertas virtudes.

Estas virtudes no son producto de nuestra carne ni de nuestro hombre natural; más bien, se originan en nuestro espíritu, no en nuestra alma. Por consiguiente, ésta es una mansedumbre espiritual, una humildad espiritual, una longanimidad espiritual y esto es soportarnos los unos a los otros en amor espiritual.

COOPERAR CON EL ESPÍRITU QUE UNE

Las barras que unen las tablas no representan al Espíritu Santo solo, sino al Espíritu Santo junto con el espíritu humano. En las Epístolas a menudo resulta difícil discernir cuándo la palabra griega traducida “espíritu” debe escribirse con mayúscula o con minúscula. En otras palabras, es difícil determinar cuándo esta palabra griega se refiere al Espíritu Santo o al espíritu humano. A menudo denota al espíritu mezclado, es decir, al Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu. Por lo tanto, las barras que unen no solamente representan al Dios Triuno que se añade al hombre para que juntos lleven la responsabilidad, sino que el Espíritu representado por estas barras también incluye al espíritu humano. Esto quiere decir que si nuestro espíritu no coopera con el Espíritu que une, la unidad no se manifestará en términos prácticos. El Espíritu que une es, en realidad, el espíritu mezclado. En este espíritu mezclado se encuentra tanto la divinidad como la humanidad, es decir, se encuentra tanto el oro como la madera de acacia.

Si el Espíritu ha de unirnos como una sola entidad, ello dependerá de si estamos dispuestos a cooperar o no con Él. Si no permitimos que este Espíritu pase a través de nosotros, la unidad no será posible. Para que dicho Espíritu pueda pasar a través de nosotros y unirnos a los demás, tenemos que recibir la cruz, ya que el Espíritu que une siempre cruza las tablas, pasando a través de ellas. Si estamos dispuestos a recibir la cruz, nuestro espíritu cooperará con el Espíritu que une. Entonces, el Espíritu que está con nuestro espíritu nos unirá a otro creyente de Cristo. De este modo, llegamos a ser uno mediante la colaboración que nuestro espíritu le presta al Espíritu que cruza. Sin embargo, la mayoría de las veces, no estamos dispuestos a que el Espíritu pase a través de nosotros.

El Espíritu que une continuamente procura pasar a través de nosotros para llegar a otros. La pregunta es si estamos dispuestos o no a permitirle obrar. Siempre que nuestro espíritu sea uno con el Espíritu que cruza, experimentaremos al Espíritu que une. Y cada vez que andemos según el Espíritu, experimentaremos que el Espíritu pase a través de nosotros. Si bien es cierto que permanecemos firmes, el Espíritu pasa a través de nosotros. El Espíritu jamás pasará a través de nosotros a menos que nuestro espíritu coopere con Él. Cuando nuestro espíritu coopera con el Espíritu que cruza, experimentamos la barra que une. Ésta es la única manera de guardar la unidad. Este entendimiento de las barras que unen las tablas lo podemos confirmar mediante nuestras propias experiencias.


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