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Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2853-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 16 Sección 4 de 4

LA VOLUNTAD EN RESURRECCIÓN

El capítulo 3 nos habla de la madurez de la buscadora, y el capítulo 4 continúa describiéndonos cómo ella alcanzó esta etapa de madurez. Pero eso no es todo. Finalmente, el Señor dice que ella es Jerusalén. Ésta es la madurez de la que se habla en el capítulo 3 cuando ella llega a ser un palanquín. Un palanquín es una miniatura de la ciudad. La ciudad contiene al Señor de una manera plena, mientras que el palanquín sólo lo contiene en menor grado. Ésta es la madurez de la que se habla en el capítulo 3. Luego, el capítulo 4 nos dice que esta madurez se obtiene sólo mediante el sometimiento de la voluntad.

También debemos leer 4:4, que dice: “Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería: de ella cuelgan mil escudos, escudos todos de valientes”. Aquí el Señor compara el cuello la buscadora con la torre de David. Ya vimos que el cabello representa nuestra voluntad, y sabemos que el cuello de una persona también representa su voluntad. La Biblia nos dice que aquellos que se rebelaban contra Dios son “duros de cerviz” (Éx. 32:9; Hch. 7:51). Así pues, el cuadro de las manadas de cabras que bajan por la montaña nos muestra que su voluntad ha sido subyugada; mientras que el cuadro de la torre de David nos muestra cuán fuerte había llegado a ser la voluntad de ella en resurrección. En primer lugar, nuestra voluntad tiene que ser subyugada; luego debe llegar a ser fuerte en resurrección. La voluntad natural tiene que ser sometida a esta disciplina; sólo entonces poseeremos una voluntad resucitada. La voluntad que ha sido crucificada y subyugada es como una manada de cabras que bajan retozando la ladera de una montaña, mientras que la voluntad que ha sido resucitada debe ser como la torre de David, edificada para armería. Una armería es el lugar donde se guardan las armas de combate.

LA GUERRA ESPIRITUAL

¡Cuán poético es Cantar de los cantares! En primer lugar, nuestra voluntad tiene que ser subyugada; luego, en resurrección, ella será como la torre de David, la armería destinada a la guerra espiritual. Todas las armas que se usan en la guerra espiritual son guardadas en nuestra voluntad que ha sido subyugada y resucitada. Si nuestra voluntad jamás ha sido subyugada por el Señor, jamás podrá ser una armería fortificada en la que se pueden guardar todas las armas útiles para el combate espiritual. Las armas son mayormente defensivas, no ofensivas. No es tanto una cuestión de salir a combatir, sino más bien de mantenerse firmes y resistir. Los paveses y los escudos son armas que nos brindan protección y nos ayudan a estar firmes. En la guerra espiritual, mayormente adoptamos una posición defensiva y no tanto una postura ofensiva, pues debemos mantenernos firmes en contra de todos los ataques sutiles y malignos del enemigo. La mayoría de las piezas de la armadura mencionada en Efesios 6 son también armas defensivas. En realidad no necesitamos combatir, pues el Señor ya ganó la guerra.

Nosotros simplemente tenemos que mantenernos firmes y resistir todos los ataques del enemigo. Los paveses y los escudos, que nos protegen de las flechas del enemigo, están guardados en esta torre, la cual es la voluntad subyugada y resucitada de la que busca al Señor. En esto consiste la verdadera madurez en vida.

Una voluntad insumisa es, por un lado, obstinada, y por otro, débil. Cuando el enemigo ataca, la voluntad obstinada e insumisa siempre se rinde de manera incondicional. Todos sabemos esto por experiencia propia. Esto les sucede especialmente a las hermanas. Las hermanas que son reacias a sujetarse a otros, son las primeras en rendirse en cuanto el enemigo ataca. Pero si nuestra voluntad es una voluntad sumisa, una voluntad que ha sido subyugada y es semejante a manadas de cabras que bajan retozando la ladera de la montaña, entonces nuestra voluntad se manifestará como una torre de David. Cuando el enemigo ataque, nuestra voluntad será como la torre de David, que guarda toda clase de armas para resistir los ataques del enemigo.

Según el capítulo 3, el secreto de la madurez de la buscadora estriba en que su voluntad ha sido completamente subyugada y resucitada. De estas ocho figuras, la primera es la que posee la voluntad más férrea, mientras que la última ya no tiene voluntad propia. La yegua posee una voluntad sumamente férrea, pero ni el palanquín ni la corona poseen voluntad propia. Esto indica que ella ha sido despojada de su voluntad natural y ahora permanece firme en contra del enemigo sobre la base de su voluntad resucitada. De este modo, ella se asemeja a la torre de David, edificada para armería destinada a la guerra espiritual.


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