Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7932-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hoy el Señor está recobrando la vida de iglesia. Todos debemos entender lo que es la vida de iglesia. La vida de iglesia es el resultado de nuestro disfrute de Cristo. No podemos tener una vida de iglesia apropiada meramente por medio de la enseñanza ni los dones. En los últimos cuatro o cinco siglos, se han recobrado, aplicado y probado toda clase de enseñanzas. El resultado de ello ha sido división tras división. Todas las divisiones provienen de enseñanzas diferentes. Siempre que surge un gran maestro, el resultado podría ser una división.
El cristianismo de hoy se ha dividido principalmente por dos cosas: las enseñanzas y los dones. Hoy la gente presta atención a las prácticas carismáticas, a los dones, pero muchos de los que recalcan los dones son los más divisivos. Los grupos carismáticos se han dividido una y otra vez en una división tras otra. Yo estuve en el movimiento carismático por cierto período de tiempo, y recibí poder y dones. Sin embargo, el verdadero poder es la vida. Los dones y la vida pueden compararse a una tormenta y a unas florecitas. Una tormenta poderosa puede pasar por toda una ciudad, pero finalmente desaparece. No obstante, las flores y la hierba continúan viviendo y creciendo día tras día. La vida de iglesia no necesita el poder de una tormenta; lo que necesita es el poder de la vida.
La intención del Señor hoy es obtener el recobro de la vida de iglesia. La vida de iglesia es una vida en la cual todos los miembros se alimentan de Jesús diariamente. Cristo vino como alimento para ser asimilado por Su pueblo. Todos tenemos que comer a Jesús. El que toma a Cristo como alimento es parte de Su Cuerpo. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ser comensales de Jesús. Podemos ser una parte de Jesús solamente al comer a Jesús. Si comemos a Jesús, llegamos a ser Jesús. Somos miembros de Jesús al comer a Jesús.
En 1966 el Señor nos dio la práctica de orar-leer. Mediante el orar-leer, miles de santos han sido introducidos en la unidad. Cuanto más oramos-leemos, más somos introducidos en la unidad. Si unos cuantos hermanos se reúnen solamente para recitar y estudiar Juan 1:1, después de un corto tiempo estarán peleando. Si no pelean, al menos no estarán contentos los unos con los otros. No obstante, si estos mismos hermanos se reúnen y oran-leen, el resultado será diferente. Si yo digo: “¡Aleluya, en el principio!”, usted dice: “¡Amen!”, y dos hermanos dicen: “¡Era la Palabra!”, después de solamente diez minutos, diremos en voz alta: “¡Oh, qué dulzura! ¡Oh, la unidad! ¡Oh, el Espíritu!”.
Desde el principio hasta el final, la Biblia es un libro relacionado con el comer. Tenemos el árbol de la vida en Génesis 2, el maná en el desierto y el producto de la buena tierra. Luego, de los cuatro Evangelios, el Evangelio de Juan especialmente revela el asunto del comer. El Señor nos dijo que Él es el pan de vida que podemos comer. Finalmente, en el último capítulo de Apocalipsis, no hay poder, ni conocimiento ni dones. Solamente hay un trono, del cual fluye un río, y en ambos lados del río está el árbol de la vida (22:1-2). “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (v. 14). Comeremos del árbol de la vida por la eternidad.
Necesitamos poder, pero el poder no es necesario para la vida cotidiana normal de la iglesia. La iglesia es la labranza de Dios (1 Co. 3:9). La iglesia es una cosecha, un cultivo. Debido a que la iglesia es un cultivo, Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (v. 6). Plantar, regar y hacer crecer están relacionados con la vida. Nunca olviden que la iglesia es una labranza, una cosecha, y que todos los miembros de la iglesia necesitan el crecimiento en vida. Podemos crecer únicamente al comer. No hay otra manera de crecer.
Desde la primera página de la Biblia hasta la última, se habla de comer del Señor. Muchos saben que Jesús es el pan de vida, y algunos también saben que necesitamos alimentarnos de Jesús, mas no saben cómo comerle a Él, cómo alimentarse de Él y cómo ser nutridos de Él. ¿Cómo se come a Jesús? Los judíos quedaron anonadados cuando el Señor Jesús habló acerca de que debíamos comerle. Ellos dijeron: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer Su carne? [...] Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” (Jn. 6:52, 60). Luego el Señor Jesús dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (v. 63). Él parecía estar diciendo: “No consideréis que Yo soy solamente carne. Debéis saber que un día llegaré a ser el Espíritu vivificante”. Al resucitar, el postrer Adán en la carne llegó a ser Espíritu vivificante. Cristo hoy es el Espíritu que da vida, y este Cristo está en nuestro espíritu (1 Co. 15:45; Ro. 8:11; 1 Co. 6:17; 2 Ti. 4:22). El Señor está dentro de nosotros, en nuestro espíritu, así que debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con Él.
La manera apropiada de tener contacto con el Señor es invocar Su nombre: “El mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan” (Ro. 10:12). Aprenda a invocarle. No sea un cristiano silencioso, esto es, un cristiano mudo. En 1 Corintios 12:2-3 Pablo dice: “Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Antes, éramos adoradores mudos, pero ahora estamos tratando con un Dios que habla. Por tanto, ya no debemos seguir siendo mudos. Tenemos que decir algo. El Señor es rico para con todos los que le invocan.
Supongamos que durante una reunión del evangelio, dos incrédulos son inspirados y llegan a ser nuevos conversos. Uno de ellos ora en silencio: “Señor Jesús, soy pecaminoso. Tú moriste en la cruz por mí. Creo en Ti. Gracias, Jesús. Amén”. Sin embargo, el otro hermano ora invocando: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Oh Jesús!”. El primero es salvo, pero no de manera contundente. Si le preguntásemos si él es salvo o no, probablemente respondería: “Sí, creo que sí”. No obstante, el segundo hermano sin necesidad de que le preguntemos, dirá: “¡Soy salvo! Tal vez yo no esté muy claro, pero sé que estoy gozoso”. Invocar al Señor hace una real diferencia. No debemos pensar que invocar el nombre del Señor es algo insignificante. Yo fui un cristiano mudo por muchos años, pero un día comencé a invocar: “¡Oh, Señor Jesús!”.
Tenemos el invocar el nombre del Señor, y también tenemos la Palabra. La Palabra es la corporificación de Cristo. No debemos tomar la Biblia como un libro de conocimiento. Si consideramos que la Biblia es un libro de conocimiento, haremos de ella el árbol del conocimiento. Debemos considerar que la Biblia es la corporificación del Cristo viviente. La Biblia es la Palabra escrita, y Cristo es la Palabra viva. No debemos meramente ejercitar nuestra mente para entender la Biblia. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu para comer de la Biblia. “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16).
Debemos aprender a comer la Palabra. La Palabra es la corporificación del Cristo viviente. Al invocar el nombre del Señor y comer Su Palabra, disfrutamos a Cristo. De esta manera veremos la luz, y también veremos el crecimiento y la transformación. En el capítulo siguiente veremos el asunto de la transformación, la cual es el resultado de comer a Jesús. La transformación resulta de la alimentación.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.