Información del libro

Vida cristiana normal de la iglesia, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-0-87083-495-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 9 Sección 3 de 5

LA EXPRESION DEL CUERPO

¿Sobre qué base apartaron estos profetas y maestros a algunos hombres para que fueran apóstoles, y a quiénes representaban estos profetas y maestros? ¿Por qué ellos, y no toda la iglesia, separaron a esos obreros? ¿Cuál es el significado de tal separación, y cuál es el requisito necesario de parte de aquellos que asumen responsabilidad en el asunto?

La primera cosa que debemos comprender es que Dios ha incorporado a todos Sus hijos en un solo Cuerpo. El no reconoce ninguna división de Su pueblo en varias “iglesias” y misiones. El ha planeado que todos los que son de El vivan una vida corporativa, la vida de un cuerpo entre cuyos muchos miembros hay consideración mutua, amor mutuo, y entendimiento mutuo. Además El tiene el propósito de que no sólo la vida, sino también el ministerio de Sus hijos se base en el principio del Cuerpo, de modo que sea un asunto de asistencia mutua, edificación mutua, y servicio mutuo, es decir, para que sea la actividad de los muchos miembros de un cuerpo. Hay dos aspectos del Cuerpo de Cristo: la vida y el ministerio. La primera mitad de Efesios 4 habla del Cuerpo con relación a su ministerio; la segunda mitad habla del Cuerpo con relación a su vida. “De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (v. 16). Aquí es la obra la que está bajo consideración. Pero en el versículo 25 lo considerado es claramente la vida: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”. En el capítulo doce de Romanos vemos cómo los miembros deben preocuparse los unos por los otros, así que, de nuevo, el pensamiento es la manifestación de la vida única. Pero en el capítulo doce de 1 Corintios vemos cómo los miembros deben servir el uno al otro, así que el pensamiento en ese pasaje es la manifestación del ministerio único.

Cuando hablamos del único Cuerpo, enfatizamos la unidad de la vida de todos los hijos de Dios. Cuando hablamos de sus muchos miembros, enfatizamos la diversidad de las funciones en esa unidad. La característica de lo anterior es vida; la característica de lo posterior es trabajo. En un cuerpo físico los miembros difieren unos de otros; con todo, funcionan como uno porque comparten una sola vida y tienen la edificación de todo el cuerpo como su única meta.

Debido a que el Cuerpo de Cristo tiene estos dos aspectos distintos —la vida y el ministerio— tiene en consecuencia dos diferentes manifestaciones externas. La iglesia en una localidad es usada para expresar la vida del Cuerpo, y los dones en la iglesia son usados para expresar el ministerio de sus miembros. En otras palabras, cada iglesia local debe mantenerse sobre el fundamento del Cuerpo, considerándose a sí misma una expresión de la unidad de la vida del Cuerpo, y de ningún modo debe admitir división, puesto que existe como la manifestación de una vida indivisible. Los diferentes ministros de la iglesia deben asimismo mantenerse sobre la base del Cuerpo, considerándose a sí mismos una expresión de la unidad de sus diversos ministerios. La comunión y la cooperación perfectas deben caracterizar todas sus actividades, porque aunque sus funciones sean variadas, sus ministerios en verdad son uno. Ninguna iglesia local debe dividirse en diferentes sectas, ni debe afiliarse con otras iglesias bajo una denominación, apartándose así de la base del Cuerpo, y ningún grupo de ministros debe unirse para formar una unidad separada, manteniéndose sobre otra base que la del Cuerpo. Toda la obra debe ser ejecutada por ellos como miembros del Cuerpo, y no como miembros de una organización que existe aparte de éste. Un obrero puede emplear sus dones como funcionario de una organización, pero al hacerlo, él se aparta del principio fundamental del Cuerpo.

Una lectura superficial de Efesios 4:11-12 podría llevarnos a concluir que los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros funcionaban fuera del Cuerpo, porque fueron dados por el Señor a Su iglesia para edificación de ésta (v. 12). Pero el versículo 16 aclara que no están fuera del Cuerpo para edificarlo; ellos buscan edificarlo desde el interior. Ellos mismos son parte del Cuerpo, y es sólo al tomar su lugar correspondiente en él, como miembros ministrantes, que todo el Cuerpo es edificado.

Que las iglesias son la expresión local del Cuerpo de Cristo es un hecho establecido, de manera que no necesitamos ahondar en eso ahora; sin embargo, se requiere alguna explicación sobre los ministros dotados a quienes Dios ha puesto en la iglesia como la expresión del ministerio del Cuerpo. En 1 Corintios 12 Pablo claramente trata la cuestión del servicio cristiano. El compara los obreros a diferentes miembros de un cuerpo y muestra que cada miembro tiene su utilidad específica, y que todos sirven al cuerpo como pertenecientes a él y no distintos de él. En el versículo 27 escribe: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”; y en el siguiente versículo dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas”. Un estudio de estos dos versículos aclara que los ministros dotados que se mencionan en el versículo 28 son los miembros mencionados en el versículo 27, y que la iglesia que se menciona en el versículo 28 es el Cuerpo mencionado en el versículo 27; por lo tanto, lo que los ministros son para la iglesia, es lo que los miembros son para el Cuerpo. Ellos ocupan su posición en el Cuerpo por causa de sus funciones (el “oído” y el “olfato” del versículo 17). Los ministros dotados son los miembros del Cuerpo que funcionan, y todas sus operaciones las llevan a cabo como miembros. Ellos son para la iglesia lo que las manos, los pies, la boca, y la cabeza son para el cuerpo físico. Los siervos de Dios no ministran a la iglesia como si estuvieran aparte de ella, sino como sus miembros. Ellos están en el Cuerpo, sirviéndole por el uso de las facultades que ellos, como miembros, poseen. Una iglesia en cualquier localidad es una expresión de la vida única del Cuerpo, mientras que sus ministros son la expresión de la diferencia y a la vez de la unidad de su ministerio.

El capítulo doce de 1 Corintios trata el tema del Cuerpo de Cristo, no en el aspecto de su vida sino en el aspecto de su obra. Todo el capítulo se ocupa del asunto del ministerio, y en él se habla de aquel ministerio como el funcionamiento de los diferentes miembros, de lo cual es evidente que en el pensamiento de Dios todo el ministerio se basa en el principio del Cuerpo. El ministerio es la expresión práctica del Cuerpo, una expresión de la diversidad en unidad de sus varios miembros. Por lo tanto, vemos que cuando se expresa el aspecto de vida del Cuerpo de Cristo, allí se tiene una iglesia local; y cuando se expresa el aspecto de la obra, allí se tiene una manifestación de los dones que Dios ha dado a Su iglesia.

Al leer 1 Corintios 12:28, uno no puede dejar de sorprenderse por la notable diferencia entre la descripción de los primeros tres dones y los cinco restantes. Pablo, bajo la inspiración del Espíritu, toma especial cuidado al enumerarlos: “primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros”. Los primeros tres están numerados específicamente, pero no el resto; y son marcadamente distintos en su naturaleza así como en su numeración. Ellos son hombres; el resto son cosas. Los tres dones del Señor a Su iglesia mencionados primeramente —apóstoles, profetas y maestros— son distintos de los demás. Ellos son ministros de la Palabra de Dios, y su función, la de edificar el Cuerpo de Cristo, es la función más importante en la iglesia. Ellos son los representantes del ministerio del Cuerpo.

La única crónica de las Escrituras en cuanto al envío de apóstoles se encuentra en Hechos 13, y allí vemos que son los profetas y los maestros quienes los apartan para su ministerio. Las Escrituras no proporcionan precedente para la separación y el envío de hombres por uno o más individuos, ni por una misión u organización; aun el envío de obreros por una iglesia local es una cosa desconocida en la Palabra de Dios. El único ejemplo que se nos da es la separación y el envío de apóstoles por los profetas y maestros.

¿Cuál es el significado de esto? En Antioquía los profetas y maestros fueron escogidos por Dios para apartar a Bernabé y a Saulo para Su servicio, porque ellos eran los miembros ministrantes de la iglesia, y esta separación de los apóstoles era cuestión de ministerio más que de vida. Si se hubiera relacionado con la vida, y no específicamente con el servicio, entonces hubiera sido asunto de toda la iglesia local, y no simplemente de sus miembros ministrantes. Pero nótese que, aunque Bernabé y Saulo no fueron apartados para la obra por toda la iglesia, ellos fueron enviados no como representantes de unos cuantos miembros escogidos sino como representantes de todo el Cuerpo. El ser apartados por los profetas y maestros denotaba que ellos no salieron en forma individualista, ni sobre la base de organización alguna, sino sobre el fundamento del ministerio del Cuerpo. El énfasis, como hemos visto, estaba en el ministerio, no en la vida, pero era un ministerio representativo de toda la iglesia, no de una sección de ella en particular. Esto es claramente expresado por la imposición de manos.

Como hemos visto, la imposición de manos habla de la unidad (Lv. 1:4), y la única unidad conocida entre los hijos de Dios es la unidad del Cuerpo de Cristo; así que, los profetas y maestros al imponer las manos sobre los apóstoles, se mantenían definitivamente sobre el fundamento del Cuerpo, actuando como sus miembros representativos. Su acción identificaba a toda la iglesia con los apóstoles, e identificaba a los apóstoles con toda la iglesia. Estos profetas y maestros no se mantuvieron sobre una base individual para enviar a los apóstoles como sus representantes personales, ni se apoyaron ellos sobre la base de alguna compañía selecta para enviarlos como representantes de esa compañía en particular; sino que se mantuvieron en el principio del Cuerpo, como sus miembros ministrantes, y apartaron a estos dos para la obra del evangelio. Por su parte los dos, siendo así apartados, salieron, no para representar a ningún individuo en particular ni a ninguna organización en especial, sino para representar al Cuerpo de Cristo, y solamente al Cuerpo de Cristo. Toda obra que es verdaderamente bíblica y verdaderamente espiritual tiene que proceder del Cuerpo y debe ministrar al Cuerpo. El Cuerpo debe ser la base sobre la cual el obrero se mantiene, y solamente ésta debe ser la esfera en la cual él obra.

En dos ocasiones distintas Pablo recibió imposición de manos; primeramente cuando creyó en el Señor (Hch. 9:17), luego en la ocasión en consideración, cuando fue enviado de Antioquía. Aquélla expresó su identificación con la vida del Cuerpo; ésta, su identificación con el ministerio del Cuerpo. Aquélla lo declaró miembro del Cuerpo por haber recibido la vida de la Cabeza; ésta lo declaró miembro ministrante, que obraba no como individuo aislado, sino en relación con los otros miembros, como una parte del gran total.

Al enviar de Antioquía a Bernabé y a Saulo, los profetas y maestros no representaban una “iglesia” o misión; representaban el ministerio del Cuerpo. Ellos no eran la iglesia entera; solamente eran un grupo de siervos de Dios. Ellos no llevaban ningún nombre especial, no estaban regidos por ninguna organización especial, y no estaban sujetos a reglas establecidas. Sencillamente, ellos se sometieron al control del Espíritu y apartaron a aquellos a quienes El había apartado para la obra a la cual El los había llamado. Ellos mismos no eran el Cuerpo, pero se mantenían sobre el fundamento del Cuerpo, bajo la autoridad de la Cabeza. Bajo esa autoridad, y sobre esa base, ellos apartaron hombres para ser apóstoles; y bajo esa misma autoridad, y sobre el mismo principio, otros pueden hacer lo mismo. La separación de apóstoles sobre este principio significará que los hombres enviados podrán variar, aquellos que los envían podrán ser diferentes, y la hora y el sitio de su envío podrán ser distintos también; pero, puesto que todo está bajo la dirección de la única Cabeza, y sobre la base del único Cuerpo, aún así no habrá división. Si Antioquía envía hombres sobre la base del Cuerpo, y Jerusalén manda hombres sobre la base del Cuerpo, todavía habrá unidad interna a pesar de toda la diversidad externa. Cuán maravilloso seria si no hubiera representantes de diversos cuerpos terrenales, sino únicamente representantes del Cuerpo, el Cuerpo de Cristo. Si millares de iglesias locales, con miles de profetas y maestros, enviara cada una millares de obreros diferentes, habría una diversidad externa enorme, pero con todo, aún podría haber una perfecta unidad interna si todos fueran enviados bajo la dirección de la única Cabeza y sobre el fundamento del único Cuerpo.

Que Cristo es la Cabeza de la iglesia es un hecho reconocido, pero ese hecho necesita recalcarse en cuanto al ministerio así como en cuanto a la vida de la iglesia. El ministerio cristiano es el ministerio de toda la iglesia, no simplemente de una sección de ella. Debemos asegurarnos de que nuestra obra no esté sobre una base menor que el Cuerpo de Cristo. De otra manera perdemos a Cristo como Cabeza, porque Cristo no es la Cabeza de ningún sistema, misión, u organización; El es la Cabeza de la iglesia. Si pertenecemos a cualquier organización humana, entonces la autoridad divina de la Cabeza cesa de ser expresada en nuestra obra.

En las Escrituras no encontramos rastro alguno de que organizaciones hechas por el hombre envíen hombres a predicar el evangelio. Solamente encontramos representantes del ministerio de la iglesia, bajo la guía del Espíritu y sobre el principio del Cuerpo, enviando a aquellos a quienes el Espíritu ya ha apartado para la obra. Si aquellas personas responsables del envío de los obreros mandaran a éstos, no como sus propios representantes o como representantes de alguna organización sino solamente como representantes del Cuerpo de Cristo, y si aquéllos enviados no se basaran en ninguna “iglesia” o misión en particular, sino únicamente sobre el principio fundamental de la iglesia, entonces no importaría de dónde vinieran los obreros o a qué lugares fuesen, siempre sería posible tener cooperación y unidad, y se evitaría mucha confusión en la obra.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top