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Cristo crucificado, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3691-8
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CAPÍTULO NUEVE

SER BAUTIZADOS EN CRISTO

En Romanos 6:3-5 leemos: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte? Hemos sido, pues, sepultados juntamente con Él en Su muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si siendo injertados en Él hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, ciertamente también lo seremos en la semejanza de Su resurrección”. Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. En 1 Corintios 11:23 dice: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he trasmitido: Que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado, tomó pan”, y el versículo 26 dice: “Pues, todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga”.

CRISTO ES LA ESENCIA DEL CRISTIANO
Y DE LA IGLESIA

Todos sabemos que Cristo es la realidad de todas las cosas espirituales. La esencia de un cristiano es Cristo y la esencia de la iglesia también es Cristo. Sin Cristo, no puede haber cristianos ni tampoco puede existir la iglesia. Debemos entender estas palabras de una manera profunda y subjetiva. Nunca debemos pensar que la iglesia es algo producido aparte de Cristo. No, la esencia de la iglesia es Cristo mismo. La iglesia no se produce aparte de Cristo; ni llega a existir simplemente por medio de Cristo. Más bien, la iglesia misma —la propia esencia de la iglesia— es Cristo. Bien sea que nos refiramos al cristiano o a la iglesia, la esencia de ellos es simplemente Cristo. Si Cristo no está en una persona, ella no es un cristiano; asimismo, si Cristo no está en un grupo de personas no son la iglesia.

En Colosenses se nos dice que Cristo es el todo y en todos (3:11). Con respecto a los cristianos podríamos afirmar que los cristianos son Cristo, y con relación a la iglesia, podríamos afirmar que la iglesia también es Cristo. Cristo vive en los cristianos y también vive en la iglesia. Más aún, todas las experiencias de los cristianos y todas las experiencias relacionadas con la iglesia, son experiencias de Cristo mismo; es decir, Cristo mismo es la experiencia propia de los cristianos, y Cristo mismo es la experiencia que se tiene en la iglesia. Ni la iglesia ni ningún cristiano pueden tener una experiencia espiritual aparte de Cristo. Ningún cristiano puede tener experiencias espirituales aparte de Cristo, y aparte de Cristo, la iglesia carece de experiencias espirituales. De manera que todas las experiencias propias de los cristianos y todas las experiencias que se tienen en la iglesia no sólo tienen lugar en Cristo, sino que además son Cristo mismo. Todas las experiencias son sencillamente Cristo mismo. Si no tocamos a Cristo ni le experimentamos, no ganaremos nada de Él y nuestra experiencia no podrá considerarse una experiencia espiritual.

Espero que todos captemos muy bien este principio. Ya sea que hablemos de creer en el Señor, del bautismo, del partimiento del pan, de la lectura de la Biblia, de la oración, de la predicación del evangelio, de edificar espiritualmente a los creyentes, del servicio, de la adoración o de cualquier otra experiencia espiritual, la experiencia misma deberá ser Cristo. Si no tocamos a Cristo en nuestra oración, nuestra oración no podrá ser contada como una experiencia espiritual. Si no tocamos a Cristo ni tenemos contacto con Él en nuestra lectura de la Biblia, dicha lectura a lo más será una lectura de escritos religiosos, pues carecerá de toda experiencia espiritual. Asimismo, si no tocamos a Cristo ni tenemos contacto con Él en cada asunto espiritual, simplemente estaremos teniendo contacto con cosas vanas sin llegar a tocar la realidad espiritual, ya que la realidad espiritual es sencillamente Cristo mismo. Es únicamente cuando tenemos contacto con Cristo en todo que obtenemos la realidad espiritual, ya que Cristo mismo es la realidad espiritual.

CREER EN EL SEÑOR

¿Qué significa creer en el Señor? En China los cristianos que viven en las regiones campesinas suelen decir “creer en una doctrina” refiriéndose a “creer en el Señor”, y “escuchar doctrinas” refiriéndose a “congregarse”. Sin embargo, la experiencia propia de un cristiano debe consistir en tocar a Cristo. Ser cristiano no es creer en doctrinas, sino creer en el Señor, tocarlo y recibirlo, y tener contacto con Él por medio de la fe. No tiene nada que ver con religión ni con doctrinas, sino con Cristo mismo. Si una persona simplemente cree en doctrinas, pero no toca a Cristo en su interior, en el mejor de los casos será un seguidor de la religión cristiana; pero a los ojos de Dios, no será un cristiano o un Cristo-hombre. Tiene doctrinas pero no tiene a Cristo, es decir, entiende las doctrinas con su intelecto, pero no tiene a Cristo en su espíritu. Puesto que no ha tenido ningún contacto con Cristo ni le ha tocado, no es un cristiano.

Por lo tanto, ser salvo significa creer en el Señor, lo cual es completamente distinto de “unirse a la cristiandad”. Una persona que verdaderamente ha sido salva es un constituyente de la iglesia, lo cual es muy diferente que unirse a la cristiandad. Muchos de los que se han unido a la cristiandad no han recibido al Señor; han recibido una religión pero no al Salvador vivo. Pese a que se han unido al cristianismo, Cristo no se ha unido a ellos; por ende, están en la cristiandad pero Cristo no está en ellos. Aunque tienen una relación con la cristiandad, Cristo no tiene ninguna relación con ellos. Así, tienen el cristianismo pero no a Cristo, y pertenecen al cristianismo pero no a Cristo. Lo único que han recibido es el cristianismo; como tales, han creído y recibido las doctrinas en cuanto a Cristo, pero no han recibido al Señor, y por otra parte, entienden y creen muchas doctrinas —lo cual sólo tiene que ver con la mente y el intelecto—, pero no han recibido al Señor ni lo poseen en su espíritu.

Si alguien nos enseñara la doctrina de la naranja, esta doctrina sólo entraría en nuestra mente, pero las vitaminas y la naranja no entrarían en nuestro estómago, pues nuestra mente sólo puede recibir el concepto de lo que es una naranja, mas no a la naranja misma. Para comernos la naranja debemos usar la boca. De la misma manera, nuestra mente es capaz de estudiar doctrinas en cuanto a Cristo, mas no puede recibir a Cristo mismo. Si queremos recibir a Cristo, debemos usar nuestro espíritu. El Señor Cristo es el Espíritu, y Su esencia es Espíritu. Por lo tanto, si queremos tener contacto con Él y recibirle, no podemos usar nuestra mente simplemente para pensar en Él; tenemos que ejercitar nuestro espíritu para recibirle. No importa cuán claramente entendamos con nuestra mente todo lo relacionado con la naranja, ésta no podrá entrar en nuestro estómago; del mismo modo, no importa cuánto entendamos a Cristo, Cristo no podrá entrar en nosotros. Es únicamente cuando ejercitamos nuestro espíritu y abrimos nuestro espíritu para recibir a Cristo, que Él entrará en nosotros. Él tendrá que pasar a través de nuestra mente, parte emotiva y voluntad, a fin de entrar en la parte más profunda de nuestro ser: nuestro espíritu. Creer en el Señor es, por tanto, permitir que Cristo entre en nuestro espíritu.

Espero que todos los que han sido salvos de entre nosotros entiendan que creer en el Señor es abrir nuestro espíritu para recibir al Señor dentro de nosotros. En otro tiempo, nuestro espíritu y nuestro corazón estaban vacíos; estábamos sin Dios y sin Cristo. Pero un día abrimos nuestro espíritu desde lo más profundo de nuestro ser y recibimos a Cristo. Desde ese día en adelante, algo se nos fue añadido: Cristo mismo. De este modo, fuimos salvos. Después de que fuimos salvos dejamos de ser una sola persona y llegamos a ser dos personas y a la vez una. Anteriormente, éramos sólo nosotros, pero ahora tenemos a Cristo en nuestro ser. Los dos, Él y nosotros, hemos llegado a ser uno. Esto es creer en el Señor.


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