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Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3898-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 13 Sección 2 de 4

NO ES UN SUFRIMIENTO,
SINO UN GOZO

Cuando el Señor habló acerca de perder el alma, no habló del sufrimiento. No debemos pensar que si perdemos el alma, sufriremos. Si usted ha tenido alguna experiencia al respecto, estará de acuerdo en que aparentemente perder el alma nos causa sufrimiento, pero en realidad es un verdadero gozo. Si una hermana pierde su alma al perdonar a su esposo, esto será un gozo para ella y para su familia, lo cual redundará en una buena vida familiar. En principio, sucede lo mismo con la edificación de la iglesia; perder el disfrute anímico es un gozo porque esto redunda en la edificación de la iglesia. Si estamos dispuestos a perder nuestra alma de una manera práctica, otros serán alimentados y edificados por nosotros. Esto no es un sufrimiento, sino un gozo.

Hebreos 12:2 dice que el Señor, por el gozo puesto delante de Él, sufrió la cruz. El Señor no fue a la cruz con lágrimas en los ojos; al contrario, fue gozosamente. Ir a la cruz fue la manera en que Él perdió Su alma. Sin embargo, debido a que vio el resultado de antemano, no sintió lástima de Sí mismo, pues sabía que por medio de Su muerte muchos granos serían producidos (Jn. 12:24).

Nuestra necesidad hoy en día es que todos aprendamos a perder nuestra alma. En la vida de iglesia no debemos insistir en conservar ningún disfrute para nuestra alma. Sin embargo, esto no significa que los que están en las casas de hermanos deban trabajar como esclavos. Los padres de algunos de los hermanos pueden malentender esto. Si usted tiene la gracia, comprenderá que perder el alma no es una forma de esclavitud. Mientras usted lava los platos en la casa de hermanos, usted estará contento y dispuesto a perder el disfrute de su alma para satisfacer a otros.

LA IGLESIA ES TRANSFIGURADA
CUANDO PERDEMOS LA VIDA DE NUESTRA ALMA

El factor fundamental que permite que seamos juntamente edificados es perder la vida del alma. No solamente es cuestión de negarnos a nosotros mismos o llevar la cruz, sino de perder la vida de nuestra alma. Así pues, necesitamos perder todo disfrute anímico hoy por causa del Señor, por causa de la iglesia y por causa de los santos. Si usted está dispuesto a perder la vida su alma por causa de los demás, los que estén con usted serán iluminados, nutridos y satisfechos. Es de esta manera que la iglesia es edificada. Si todos los santos estuvieran dispuestos a perder la vida de su alma, ¡cuán maravillosa sería la situación entre nosotros! En tal caso, nadie se ofendería y no habría nada que perdonar. Si somos esta clase de personas, nuestra recompensa será una transfiguración prevaleciente. Pero si no estamos dispuestos a perder nuestra alma, no participaremos en tal transfiguración. Al contrario, para nosotros la vida de iglesia será las tinieblas mismas y, durante el tiempo de la transfiguración, nuestra recompensa será el sufrimiento. En lugar de estar gozosos, estaremos en tinieblas. Ésta es la recompensa negativa que recibiremos por no haber estado dispuestos a perder el alma.

Estar dispuestos a perder nuestra alma por causa del Señor, hará que la iglesia experimente una transfiguración. En otras palabras, esto traerá un avivamiento. Todo avivamiento genuino representa la venida de Cristo, es decir, es Cristo quien viene trayendo Su galardón (por supuesto, no es Su segunda venida de manera física). Así pues, el Señor da una recompensa positiva a los que son fieles y una recompensa negativa a los que no lo son. Yo he visto esto en la vida de iglesia. Cada vez que vino un avivamiento, una transfiguración, algunos disfrutaban mientras otros crujían los dientes sumidos en tinieblas.

NINGÚN SENTIR DE DISENSIÓN

¡Cuánto agradezco al Señor por mostrarnos estas tres llaves, las llaves de negarnos a nosotros mismos, llevar la cruz y perder el alma! Si nos negamos a nosotros mismos, no tendremos opiniones. Cuando estuve laborando con el hermano Nee en China, me di cuenta de que el Señor lo había puesto a él en el liderazgo. Por esta razón, yo hacía todo lo que nos pedía hacer. Sin embargo, eso no significa que a veces no tuviera una mejor manera de hacer las cosas. Hasta donde puedo darme cuenta, nos habríamos ahorrado mucho tiempo si hubiéramos hecho las cosas a mi manera. Sin embargo, no dije nada simplemente porque no quería que el hermano Nee sintiera que yo estaba en desacuerdo con él. Así que, en lugar de tomarme el tiempo necesario para explicarle lo que a mí me parecía mejor, me negué a mí mismo, desistí de mi idea e hice las cosas como lo proponía el hermano Nee. En realidad, esto no sólo nos ahorró tiempo, sino que además nos salvó del sentimiento de disensión. Todos somos humanos. Si decimos cosas que son contrarias del uno al otro, nos será difícil evitar un sentimiento de disensión. Este sentimiento es muy sutil, pues puede dar lugar a fricciones entre nosotros.

APRENDER A SER FLEXIBLES

En 1934 el hermano Nee condujo una conferencia en Hang-zhou. En esta conferencia, conocí a cierto colaborador a quien el hermano Nee conocía muy bien. Con respecto a él, el hermano Nee dijo: “Este hermano es muy bueno; siempre que uno le dice que vaya hacia el occidente, él va al oriente”. Sin embargo, el hermano Nee no lo criticó. Al principio, no entendí sus palabras, aunque sí me llamó la atención lo que dijo. Con el tiempo, supe que este hermano era exactamente como el hermano Nee lo había descrito. En aquellos días todos estábamos aprendiendo a negar el yo. Si hubiésemos insistido en que este hermano fuera en cierta dirección, esto habría significado que no nos estábamos negando a nosotros mismos. Así que tuvimos que negarnos a nosotros mismos para sortear esa situación. Sabíamos que si le decíamos que fuera al occidente, él iría al oriente. Por consiguiente, cuando queríamos que fuera al occidente, le decíamos que fuera al oriente. Así, él iba al occidente.

Debido a que existen situaciones similares entre nosotros hoy en día, todos los ancianos deben aprender a ser flexibles. También deben llegar a conocer bien las diferentes maneras de ser de los santos. La manera de aprender esto es que neguemos el yo. Aunque un hermano siempre actúe de manera contraria a lo que decimos, con todo, él sigue siendo nuestro hermano. Él es la voluntad de Dios para nosotros, y debemos negar el yo y tomarlo como una cruz. Mientras ponemos nuestro empeño en esto, debemos a la vez perder nuestro disfrute anímico.

PERDER LA VIDA DEL ALMA EN LA VIDA FAMILIAR
Y EN LA VIDA DE IGLESIA

Los esposos y las esposas discuten entre sí porque esto les proporciona disfrute. La razón por la cual un esposo no está dispuesto a perder una disputa con su esposa es que él no está dispuesto a perder la vida de su alma. Pero si este hermano pierde la vida de su alma escogiendo perder tal disputa con su esposa, el Señor le recompensará viniendo a él en cierto momento para salvar su alma. Éste será el momento en que su alma verdaderamente se regocijará. Esto nos muestra que la vida familiar se edifica cuando perdemos el alma. Es imposible tener una buena vida familiar si no estamos dispuestos a perder la vida de nuestra alma; así pues, por el bien de su familia, usted tiene que perder su disfrute. Entonces el Señor lo recompensará de manera positiva haciendo que ocurra una transfiguración en su familia.

Esto mismo se aplica a la vida de iglesia. En la iglesia todos debemos aprender a perder la vida de nuestra alma, es decir, a perder nuestro disfrute anímico. Si perdemos nuestra alma, ocurrirá una transfiguración. Entonces, en la transfiguración del Señor seremos recompensados de manera positiva, y el Señor salvará nuestra alma. Si ustedes examinan su propia experiencia, se darán cuenta de cuán cierto es esto que les digo.

Sin la tercera llave, que es perder el alma, las dos primeras llaves no funcionarán muy bien. Por lo tanto, en la vida de iglesia necesitamos esta última llave, la llave de perder el alma. En cada aspecto de la vida de iglesia necesitamos perder nuestra alma. Si perdemos nuestro disfrute anímico, no discutiremos con los hermanos. Por consiguiente, perder el alma es la manera en que la iglesia puede ser edificada. Al usar estas tres llaves, se cerrarán las puertas del Hades y se abrirán las puertas de los cielos. Cuando el Hades se cierre y los cielos sean abiertos, disfrutaremos de una excelente vida de iglesia. Esta excelente vida de iglesia es el reino en la actualidad. Ésta es la manera de edificar la iglesia.


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