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Economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-443-1
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LA ENCARNACION DE CRISTO, CON EL PADRE

Como Hijo de Dios, Jesús vino en el nombre del Padre (Jn. 5:43a). Supongamos que una persona llamada Sr. Smith tuviera una cuantiosa cuenta bancaria. Si yo voy al banco en el nombre del Sr. Smith, los empleados del banco me llamarán Sr. Smith. En lo que a la cuenta se refiere, el Sr. Smith está allí; pero en cuanto a la persona, soy yo quien está en el banco. Yo estoy allí en el nombre del Sr. Smith. Cuando el Hijo viene en el nombre del Padre, ¿quién es el que viene? Isaías 9:6 dice que nos es dado un Hijo cuyo nombre es Padre eterno. Debido a que yo fui al banco en el nombre del Sr. Smith, soy llamado Sr. Smith. Debido a que el Hijo vino en el nombre del Padre, Su nombre es Padre eterno. No olviden Juan 5:43a donde el Señor Jesús dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre”.

Juan 1:1 nos dice que el Verbo era Dios, y Juan 1:14 nos dice que el Verbo se hizo carne. Dios se hizo carne, esto es, se hizo hombre, y este Hombre es la incorporación de Dios. Dios ya no es un misterio. Ahora Dios está incorporado porque El se hizo hombre. Tenemos que preguntarnos si este Dios-hombre es el Hijo o el Padre. Al preguntarnos esto tenemos que decir que El es el Hijo con el Padre. Dios se hizo carne, y este Dios es el Hijo con el Padre. Cuando Dios el Hijo se hizo carne, El se hizo carne junto con Dios el Padre. Dios el Hijo con Dios el Padre se hizo carne. Es posible que en el pasado se nos haya dicho que cuando el Hijo vino para nacer como hombre, dejó al Padre en el trono en el cielo. Pero la Biblia nos dice que cuando el Hijo vino, vino con el Padre.

Juan 6:46 dice: “No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre”. La preposición griega que se traduce “de” en este versículo es pará, la cual significa “junto con” o “al lado de”. John Nelson Darby señala en su Nueva Traducción que el sentido de pará en este versículo es “de y con”. El Hijo vino de y con el Padre. El vino no sólo del Padre sino también con el Padre. Juan 7:29 dice: “Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió”. En Juan 16:27 el Señor Jesús dijo: “Yo salí de Dios”. Otra vez, la palabra “de” en estos versículos es pará, y su sentido es de y con. El Padre envió al Hijo, y el Hijo vino del Padre. Pero también vino con el Padre.

Juan 6:46; 7:29; y 16:27 nos dicen que cuando el Hijo vino del Padre, vino con el Padre. Cuando el Hijo vino, no vino solo; El no dejó al Padre en los cielos. El día en que Jesús estaba en la casa de Simón el leproso y en que María derramó el ungüento precioso sobre El (Mt. 26:6-7), El era el Hijo con el Padre. Dios estaba incorporado en Jesús, porque Jesús era el Hijo con el Padre. Si El sólo fuera el Hijo y si al venir hubiera dejado al Padre en los cielos, no sería la incorporación de Dios. Pero el Hijo estaba ahí con el Padre como la incorporación misma del Padre, como la incorporación misma de Dios. El es el Hijo, El es el Padre y El es Dios.

EL VIVIR HUMANO DE CRISTO, CON EL PADRE

Juan 8:16 dice: “Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre”. El Señor no estaba solo, sino que El y el Padre siempre estaban juntos. En el versículo 29 del mismo capítulo el Señor Jesús dijo: “El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre”. El Enviador está con Aquel que es enviado. En Juan 16:32 el Señor Jesús dijo: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Aquí hay tres versículos que nos dicen que el Señor Jesús nunca estuvo solo mientras andaba en esta tierra porque el Padre siempre estaba con El. Cuando cerca del mar de Galilea llamó a Pedro y a Juan, el Padre estaba con El. Cuando estaba hablando con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, el Padre estaba con El. El siempre vivió en la tierra con el Padre, y aun vivió como el Padre. Nunca se quedó solo.

Un día Felipe le dijo al Señor: “Muéstranos al Padre, y nos basta” (14:8). La contestación de Jesús a Felipe fue maravillosa: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” (14:9-10a). El Señor le dijo a Felipe que si lo había visto a El, había visto al Padre. Esto se debe a que El estaba en el Padre, y a que el Padre estaba en El; El Padre siempre estaba con El, y El como la incorporación de Dios estaba allí en el nombre de Su Padre. El no solamente era el Hijo, sino también el Padre. Estos asuntos no son meramente doctrinales. El Hijo es la incorporación misma del Dios Triuno como árbol de vida para que el Dios Triuno se dispense a Sí mismo en todos Sus hijos. Así que, cuando tenemos al Hijo, tenemos al Padre (1 Jn. 2:23), y tenemos al propio Dios Triuno.

En Juan 10:30 el Señor Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos”. Esta es la incorporación del Dios Triuno. En esta incorporación están el Hijo y el Padre, más aún el Dios Triuno, porque Dios quería dispensarse a Sí mismo en Su pueblo escogido. Sin esta incorporación, Dios sería misterioso y abstracto. Nadie podría verlo ni tocarlo. Pero he aquí un hombre que es la incorporación del Dios Triuno. En este hombre está Dios el Hijo y Dios el Padre. Cuando vemos a este hombre vemos a Dios; cuando tocamos a este hombre tocamos a Dios; ahora mismo podemos asir a Dios. ¡Podemos asir al Dios misterioso, abstracto e invisible! ¡Ahora tenemos a Dios! Este Dios ha sido dispensado en nosotros y nunca nos dejará. ¡Alabado sea el Señor por la economía divina!

En Juan 6:57 el Señor nos dice que el Padre viviente lo envió y que El vivió por el Padre. Mientras estaba en la tierra, el Hijo vivía por causa del Padre; vivía a causa de, mediante y por el Padre. Si el Padre hubiera estado lejos, en los cielos, mientras el Señor estaba en la tierra, habría sido imposible que El viviera por causa del Padre. Pero ya que vino con el Padre y era uno con el Padre, El podía vivir a causa del Padre y por el Padre. Mientras Jesús andaba en la tierra, El vivía no por Sí mismo sino siempre por el Padre. En realidad, El no vivió Su propia vida; El vivió la vida del Padre.

Juan 5:30 dice: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Jesús, el Hijo de Dios, nunca hizo nada por Sí mismo y nunca buscó Su propia voluntad. El buscó la voluntad del Padre e hizo la obra del Padre. Esta maravillosa persona es el Hijo con el Padre. En el 5:36 El dijo: “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado”. Jesús no hizo Su propia obra, sino la obra que el Padre le dio para que cumpliese. Juan 10:37 dice: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis”. Esto significa que El siempre hizo la obra del Padre. El Hijo nunca hizo Su propia obra.

Juan 14:24 dice: “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”. Juan 10:25 dice: “Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí”. Jesús no sólo vino en el nombre del Padre sino que también hizo Sus obras en el nombre del Padre. Juan 7:18 dice: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”. Este versículo nos dice que el Hijo siempre buscaba la gloria del Padre.

Con base en los versículos que hemos señalado podemos ver que el Hijo vino en el nombre del Padre, con el Padre, y que vivió en la tierra con el Padre. El Hijo habló la palabra del Padre, hizo la obra del Padre, hizo la voluntad del Padre, y buscó la gloria del Padre. El siempre hizo todo en el nombre del Padre, y el Padre siempre estaba con El. Además, el Padre siempre está en El, y El siempre está en el Padre, así que El y el Padre son uno. Esta es la maravillosa manera en que Dios se incorporó en Jesús. El Hijo y el Padre son uno, pero existe todavía una distinción entre el Hijo y el Padre. El Hijo y el Padre no están separados, puesto que el Hijo vino con el Padre, el Hijo vino en el nombre del Padre, y el Hijo y el Padre moran mutuamente el uno en el otro. Ellos son distintivamente dos, pero estos dos son uno. Lo que la Biblia revela en cuanto al Hijo con el Padre es diferente de la teología tradicional. En el recobro del Señor no queremos seguir ninguna enseñanza tradicional, más bien, queremos regresar a la Palabra pura. Todos estos versículos que hemos abarcado revelan la verdad de que el Hijo vino en el nombre del Padre, que vino con el Padre, y que El como incorporación del Dios Triuno siempre es uno con el Padre para que Dios mismo se dispense en nuestro ser.


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