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Experiencia de vida, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-632-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 19 Sección 2 de 7

III. EL SIGNIFICADO DE TRATAR CON EL ESPIRITU

Debemos aprender la lección tocante al espíritu en dos aspectos: uno de ellos es dejar que el espíritu brote, y el otro es dejar que el espíritu brote en una forma limpia.

El propósito de las lecciones previas al tratar con la carne, el yo y la constitución natural es dejar que el espíritu brote. El resultado de estos tratos es que el espíritu puede ser liberado.

En el arreglo original de Dios para el hombre, El puso el espíritu del hombre por encima de su alma y de su cuerpo para que el hombre pudiera vivir por el espíritu, por un lado, ejercitando su espíritu para tocar a Dios y ser regido por El, y por otro, ejercitando el espíritu para controlar todo su ser. Pero después de la caída, el cuerpo y el alma usurparon la posición del espíritu para que ese hombre ya no viviera por el espíritu, sino por la carne y el alma. De ahí en adelante, el espíritu del hombre gradualmente se fue marchitando y se aproximó a la muerte. Por lo tanto, todos aquellos que no han experimentado la salvación, viven en la carne y en el alma. El espíritu dentro de ellos parece existir, sin embargo, casi no tiene ninguna función. Además, el cuerpo del hombre ha venido a ser la carne por causa del pecado, mientras que el alma ha venido a ser el “yo” por causa de su propia opinión, y se ha vuelto natural por causa de su habilidad natural. La carne, la opinión propia y la constitución natural encierran firme y herméticamente al espíritu. Cuando Dios salva al hombre, Su Espíritu entra al espíritu del hombre para que éste sea avivado y fortalecido, y le capacita para que pueda vivir otra vez por el espíritu. No obstante, el espíritu del hombre está sitiado por la carne, la opinión propia y la constitución natural, además del hecho de que el hombre está acostumbrado a vivir por estas cosas; por lo tanto Dios requiere que el hombre, a través del efecto mortal de la cruz del Señor, las haga morir a todas, tratando con ellas y quebrantándolas para que haya alguna hendidura por la cual el espíritu tenga salida. Cuando el espíritu del hombre brota, también brota el Espíritu de Dios. Por lo tanto, el hombre puede vivir por el espíritu, dirigiendo su alma, controlando su cuerpo, siendo un hombre genuino, viviendo y actuando, adorando y sirviendo a Dios por el espíritu. Por lo tanto, el trato con la carne, con el yo y con la constitución natural, que se mencionaron previamente, tienen como fin el quebrantamiento del alma y de la carne del hombre para hacer que el espíritu brote. Este es el primer aspecto de la lección que debemos aprender con relación al trato con el espíritu.

No es suficiente, sin embargo, que nosotros simplemente experimentemos el quebrantamiento de los contornos que rodean al espíritu para que éste pueda ser liberado; porque cuando es liberado, el hecho de que esté o no en una condición apropiada, recta, pura y sin mezcla, es otro aspecto del problema. Nuestra experiencia prueba que algunos hermanos o hermanas son verdaderamente muy fieles en negar el yo y en tratar con la constitución natural para que su espíritu pueda ser liberado. Sin embargo, cuando su espíritu brota, trae consigo ciertas condiciones impropias, como por ejemplo el ser rudo, arrogante, torcido o injusto. Esto prueba que en su espíritu hay mucha mezcla que desagrada a Dios.

Por ejemplo, nosotros hemos dicho que cuando un hombre se enoja, su espíritu se asoma fácilmente. Pero el espíritu que es liberado en ese instante es indudablemente cruel, lleno de odio y rudo. Esa es una condición impropia del espíritu. Como otro ejemplo, considere a un hermano que va a cierto sitio a predicar. El sabe por experiencia que él no puede depender de su hombre exterior, sino que debe permitir que su espíritu sea liberado; por lo tanto, niega su yo y rechaza su constitución natural. Como resultado, tanto su espíritu como el Espíritu Santo en su espíritu son realmente liberados de manera que muchas personas son conmovidas. No obstante, mientras él está hablando, hay un deseo de exhibirse y de obtener alabanzas de hombre, así como un deseo de competir con otros y sobrepasarlos. Esta condición impropia de vanagloria es manifestada juntamente con la liberación de su espíritu. Sin duda alguna, su espíritu es liberado en tal ocasión, pero la condición de dicha liberación no es ni correcta ni pura.

Hablando con propiedad, dentro de nuestro espíritu hay muchos elementos impuros, tales como arrogancia, vanagloria, perversidad, falsedad, astucia, sutileza, rebelión y obstinación. La condición es complicada y delicada, más allá de lo que uno se imagina. Por lo tanto, es un problema que nuestro espíritu sea liberado o no, pero el problema es aún mayor si nuestro espíritu no está limpio cuando es liberado. En relación con nuestro espíritu, no solamente debemos dejar que sea liberado sin impedimento, sino que también debemos tratar de que esté limpio, puro y propio cuando sea liberado. Este es el segundo aspecto de la lección que debemos aprender en relación con el espíritu, la lección que llamamos tratar con el espíritu. En conclusión, en relación con el espíritu, necesitamos, por un lado, ser quebrantados para poder liberar el espíritu y por otro, ser tratados de tal manera que el espíritu sea limpio; esto último es lo que llamamos tratar con el espíritu.


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