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Economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-443-1
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El grano de trigo

El último aspecto de Cristo en Su muerte en la cruz se encuentra en Juan 12:24: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Aquí el Señor Jesús se compara a un grano de trigo. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, sigue siendo un solo grano. Pero si muere, crece y llega a ser muchos granos. Los anteriores seis aspectos de la muerte de Cristo tienen que ver con quitar las cosas negativas del universo. El último aspecto está completamente en el lado positivo para liberar la vida divina. Su muerte en la cruz como un grano de trigo liberó la vida divina desde Su interior para impartir, dispensar, esta vida en todos Sus creyentes. El murió en los primeros seis aspectos para limpiar el universo y para limpiar el camino a fin de impartir, dispensar, la vida divina en usted y en mí.

Este grano de trigo es un grano de la vida eterna. Si El hubiera muerto en la cruz sólo como hombre y no como Dios, no podría ser tal grano de trigo. El murió en la cruz como el Dios-hombre. Este hombre era la cáscara del grano y Dios era la vida interior dentro del grano. Así que, el Dios-hombre es un grano de trigo que tiene tanto la cáscara por fuera como la vida por dentro. El murió como el grano de vida para liberar la vida divina desde Su interior a fin de dispensar a Dios como la vida divina en todos nosotros. Así que, Su muerte todo-inclusiva tiene como fin principal que Dios se imparta a Sí mismo en Su pueblo redimido.

EL ASPECTO ESENCIAL Y EL ASPECTO ECONOMICO
DE LA MUERTE DE CRISTO

Hemos visto que cuando Jesús fue concebido y nació del Espíritu Santo, El estaba constituido de manera esencial con la esencia divina. Esta esencia, como parte de Su constitución, nunca puede ser separada de El. El fue a la cruz como tal persona constituida de la esencia divina y de la esencia humana. A los doce años de edad, El era una persona con tal constitución; a los treinta años, El tenía tal constitución; y cuando fue a la cruz para morir, El todavía tenía tal constitución. Fue el Dios-hombre el que murió en la cruz. Esto corresponde con el aspecto esencial. Pero en cuanto al aspecto económico, cuando El tenía treinta años de edad, después de Su bautismo, el Padre habló desde los cielos y el Espíritu descendió sobre El (Mt. 3:16-17). Eso no correspondía al aspecto esencial, sino al económico. Cuando El fue a la cruz, lo hizo de manera esencial con la esencia divina y con la esencia humana.

El estuvo clavado en la cruz por seis horas. Marcos 15:25 nos dice que fue a la tercera hora, que son las 9 a.m., cuando ellos lo crucificaron. El estuvo en la cruz desde las 9 a.m. hasta las 3 p.m. (Mr. 15:33). Estas seis horas se dividen en dos períodos. El primer período fue de las 9 a.m. hasta el mediodía. En esas tres horas el hombre lo persiguió, se burló de El y lo ridiculizó. Ese fue Su martirio, no Su redención. El hombre lo clavó en la cruz, y por las primeras tres horas, El sufrió el martirio. Al mediodía, a la hora sexta, “hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Mr. 15:33). Al mediodía todo el universo se llenó de tinieblas, lo cual fue una señal de que Dios había venido a juzgarlo (Is. 53:4b, 10). En las tres últimas horas de Su crucifixión, ante los ojos de Dios este Dios-hombre era el Cordero, la serpiente, un hombre en la carne, el postrer Adán, el Primogénito de toda creación y el Pacificador. Fue en estas tres horas que Dios condenó al pecado en la carne, destruyó la serpiente, y juzgó el poder de la muerte. Fue durante este período de tiempo que Dios lo abandonó económicamente, así que a la hora novena Jesús clamó: “Dios mío. Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” (Mr. 15:34). En cuanto al aspecto esencial, la esencia divina nunca podía dejar a este Dios-hombre. La esencia divina había sido constituida dentro de Su ser y era parte de Su constitución. Pero económicamente Dios lo abandonó. Después de Su bautismo, mientras El estaba de pie en el agua, el Espíritu descendió como paloma sobre El, no esencialmente sino económicamente. De la misma manera, Dios abandonó económicamente a Jesús en las tres últimas horas en la cruz mientras Dios lo estaba juzgando como pecado y como la serpiente de bronce.

Aquel que estaba muriendo en la cruz como nuestro substituto era el Dios-hombre. El que derramó Su sangre para el perdón de nuestros pecados fue el Dios-hombre. En 1 Juan 1:7 dice: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Sólo decir la sangre de Jesucristo no es adecuado. En 1 Juan 1:7 se refiere a la sangre de Jesucristo Su Hijo, la sangre de Jesús, el Hijo de Dios. Como nuestro substituto para redimirnos, Jesús murió en la cruz como hombre. Sólo la sangre de hombre puede redimir al hombre. Jesús era un hombre, y Su sangre era genuina sangre humana. Pero si El sólo fuera hombre, la eficacia de Su sangre sería limitada. El solamente hubiera podido morir por una sola persona y no por millones y millones de personas. ¿Cómo puede la sangre del hombre Jesús redimir a millones de personas? Porque no sólo era hombre, sino que era el Dios-hombre. El hombre es limitado, pero Dios es eterno. En tiempo y espacio no hay límite con respecto a Dios. Como el Dios-hombre, El derramó la sangre genuina de hombre para redimir al hombre, y, sin embargo, esta sangre era la propia sangre de Dios (Hch. 20:28) para asegurar que la eficacia de Su redención fuera ilimitada y eterna. La eficacia eterna de Su sangre está asegurada por la esencia divina.

Hebreos 9:14 nos dice que en Su muerte El se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el Espíritu eterno. Como el Dios-hombre El se ofreció a Sí mismo a Dios, pero lo hizo mediante el Espíritu eterno. Esto corresponde al aspecto económico. Cuando El empezó a ministrar, necesitaba el poder del Espíritu, así que el Espíritu descendió sobre El económicamente. Ahora El iba a la muerte. Para tan grande comisión El necesitaba el poder del Espíritu eterno para ofrecerse a Sí mismo como una ofrenda para Dios.

SANGRE Y AGUA

Juan 19:34 nos dice que del costado traspasado del Señor salieron dos sustancias: sangre y agua. La sangre es para quitar nuestros pecados a fin de redimirnos, y el agua es para dispensar la vida divina en nosotros a fin de impartirnos vida. Debemos alabar al Señor por la sangre y el agua. Todas las cosas negativas han sido eliminadas, y Dios se ha dispensado en nosotros como la vida eterna. La sangre fue tipificada por la sangre del Cordero de la Pascua (Ex. 12:7, 22; Ap. 12:11), y el agua fue tipificada por el agua que salió de la roca herida (Ex. 17:6; 1 Co. 10:4). La sangre formó un manantial para la purificación del pecado (Zac. 13:1), y el agua llegó a ser el manantial de la vida (Sal. 36:9; Ap. 21:6). Tomando como base la sangre limpiadora podemos disfrutar la vida eterna como el agua viva. Gracias al Señor por Su maravillosa muerte todo-inclusiva.


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