Estudio-vida de Marcospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1437-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El Salvador-Esclavo y Sus discípulos, después de imponerse a la rebelión, “vinieron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos” (5:1). El relato de lo que acontece en 5:1-20 también se halla en Mateo 8:28-34, pero en Marcos es mucho más detallado, lo cual muestra claramente que este evangelio, como biografía del Esclavo de Dios, pone más énfasis en Su obra que en Sus palabras.
Marcos 5:2 dice: “Y cuando salió El de la barca, en seguida vino a Su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo”. El versículo 7, refiriéndose a este hombre, dice: “Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios, no me atormentes”. El hombre poseído había sido usurpado por el espíritu inmundo a tal grado, que actuaba como si fuera el espíritu mismo.
Tan pronto como entró el Señor Jesús a la región de los gerasenos, quedó manifestado a El y Sus discípulos, lo que allí se vivía: un hombre había sido poseído por una legión de demonios, y la gente de aquella región se dedicaba a criar cerdos para subsistir (vs. 11-14). ¡Qué modo tan vil de ganarse la vida!
El Salvador-Esclavo resolvió sabiamente dos problemas al mismo tiempo: echó fuera los demonios que habían atormentado a aquel hombre y puso fin al negocio de criar cerdos como medio de subsistencia. Antes de que el Señor fuera a la región de los gerasenos, aquel lugar estaba lleno de demonios y cerdos. ¿Le gustaría vivir con su familia en un lugar así? Ciertamente ninguna persona normal querría establecerse en una región como esa. No obstante, el Señor Jesús fue allí con el propósito de echar fuera los demonios y acabar con aquel negocio inmundo. Los discípulos no sabían por qué el Señor les había dicho que pasaran al otro lado (4:35), pero el Señor sí lo sabía.
Los gerasenos se dedicaban a la crianza de cerdos como medio de subsistencia, pero el pueblo de Dios no debe hacer tal cosa, sino que debe dedicarse a la cría de ovejas, pues de este modo tendrá los sacrificios que se pueden ofrecer a Dios.
El mismo principio que prevalecía entre los incrédulos que vivían en la tierra de los gerasenos aplica hoy. Siempre que los seres humanos sean poseídos por demonios, se dedicarán a alguna forma de negocio inmundo, y será necesario que el Señor Jesús venga a ellos, eche fuera los demonios y acabe con todas sus actividades inmundas.
Marcos 5:13 dice: “Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y la piara se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron”. Sin duda, debe haber habido una gran cantidad de demonios para hacer que se precipitaran en el mar tantos cerdos. Si hubiera habido sólo veinte demonios, cada uno habría tenido que hacer que cien cerdos se precipitaran en el mar por el despeñadero. Esto muestra la relación entre los demonios y el negocio inmundo. La razón por la que los creyentes de hoy se dedican a actividades inmundas y entretenimientos pecaminosos se debe a que ellos son influenciados por demonios.
En 5:21-43 se narra la sanidad de una mujer que tenía un flujo de sangre, y la resurrección de una niña. Al describir estos hechos milagrosos realizados por el Esclavo de Dios en Su servicio evangélico, otra vez Marcos da más detalles que Mateo, y nos brinda una presentación vívida que describe específicamente los sufrimientos de los enfermos y la ternura y bondad del Salvador-Esclavo para con ellos. También menciona que Pedro estuvo presente en esa ocasión.
Marcos 5:22-23 dice: “Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cayó a Sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi niña está a punto de morir; ven y pon las manos sobre ella para que sane y viva”. El principal de la sinagoga no tenía mucha fe, por lo cual rogó al Señor Jesús que viniera a su casa, el cual consintió y fue con él.
Según el versículo 24, al Señor “le seguía una gran multitud, y le apretaban”. En los versículos 25-34 vemos que una mujer, que desde hacía doce años tenía un flujo de sangre, vino con la multitud por detrás del Señor, tocó Su manto y quedó sana. Puesto que este caso se combina con el de la hija del principal de la sinagoga, los doce años que llevaba enferma la mujer concuerdan con la edad de la muchacha y ambas eran mujeres, una mayor y la otra menor, se puede decir que estos casos describen la experiencia de una persona. Según esta perspectiva, la muchacha nació, por así decirlo, con la enfermedad mortal de la mujer y murió de ella. Cuando el Salvador sanó la enfermedad mortal de la mujer, la joven muerta resucitó. Esto significa que el hombre caído nace con la enfermedad mortal del pecado y está muerto en él (Ef. 2:1). Cuando su enfermedad mortal, causada por el pecado, es eliminada por la muerte redentora del Salvador (1 P. 2:24), el hombre resucita y pasa de muerte a vida (Jn. 5:24-25).
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