Experiencia de vida, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-632-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hemos definido la constitución natural como aquella que corresponde a la habilidad, capacidad, sabiduría e inteligencia humanas, porque todas éstas se derivan de nuestra vida natural y no de la vida de resurrección de Dios. Son adquiridas naturalmente; no brotan de la resurrección después de pasar por el quebrantamiento en Cristo. La diferencia entre la constitución natural y la vida de resurrección es indudablemente grande. Nuestro trato con la constitución natural consiste en que nuestra habilidad inherente, nuestra capacidad, sabiduría e inteligencia pasen por la muerte de la cruz, llegando a ser resucitadas, para que así lleguen a ser aceptables y útiles para Dios.
Cuando algunas personas oyen acerca del trato con la constitución natural, ellos piensan que Dios no desea nuestra habilidad ni nuestra capacidad. Este concepto es erróneo. Para ser útiles a Dios, indiscutiblemente necesitamos nuestra habilidad y nuestra capacidad.
Según la revelación que presenta la Biblia, nosotros vemos claramente que la obra de Dios en esta tierra requiere la cooperación del hombre. Es imposible que el hombre coopere con Dios si no posee ninguna habilidad o capacidad. De la misma manera que la madera y la piedra no pueden cooperar con Dios, así tampoco las personas necias e incapaces pueden cooperar con Dios. Nosotros siempre decimos que el hombre inteligente es inútil para Dios, pero el necio es aún menos útil. También decimos que un hombre capacitado es inútil ante Dios, pero los que no lo son, son aún más inútiles. Realmente, todos aquellos que son inútiles en este mundo también lo son en la mano de Dios. A través de todas las generaciones, todos aquellos que han sido usados por Dios han sido personas capaces ganadas de este mundo. Tenemos que admitir que Moisés fue un hombre muy idóneo con capacidad, previsión, sabiduría e inteligencia; por lo tanto, Dios lo pudo usar para liberar a los israelitas de Egipto. Además, por medio de él fueron escritos los libros más importantes del Antiguo Testamento, el Pentateuco. También tenemos que reconocer que Pablo fue un hombre idóneo, que poseía una educación elevada y que era rico en pensamiento; por lo tanto, tenía capacidad para recibir revelación de parte de Dios, lo cual le permitió escribir las verdades profundas y elevadas del Nuevo Testamento. Si bien Pedro y Juan fueron sólo pescadores de Galilea, podemos suponer que ellos estaban entre los mejores pescadores y de ninguna manera eran hombres ordinarios.
El más grande principio en el servicio espiritual es que el hombre debe cooperar con Dios. Aunque Dios hace todas las cosas, sin embargo en todas las cosas Dios necesita que el hombre coopere con El. Nunca puede ocurrir que aquellos que no saben hacer nada, que son incapaces y reacios a hacer algo, puedan ser usados por Dios. A menudo oímos a los hermanos y hermanas decir: “Yo creo que Dios puede hacerlo”, no obstante ellos mismos no hacen ningún esfuerzo para cooperar. Esta clase de fe es vana. Sin duda, Dios puede hacerlo, pero también es necesario que el hombre pueda hacerlo. Si el hombre no puede hacer algo, aun cuando Dios pueda, El no lo hará. Dios tendrá que buscar aquellos que son aptos y que están dispuestos a cooperar con El. Dios obra según la capacidad del hombre. Dios obra de acuerdo al grado de cooperación del hombre. Por lo tanto, nosotros debemos ser aptos e idóneos, y aprender a ser hombres útiles en todo aspecto; entonces seremos adecuados para que El nos use.
Sin embargo, en cualquier caso Dios no puede usar a uno que sea apto meramente en lo natural. La capacidad natural, hasta que no sea quebrantada, es un impedimento para Dios. Esta debe ser quebrantada, debe pasar por la muerte y ser resucitada para poder ser usada por Dios. La habilidad natural es similar al hierro crudo el cual, debido a que es demasiado duro y quebradizo, no es muy útil y se rompe con facilidad. La habilidad resucitada es como acero forjado, firme pero maleable, es decir, bueno para el uso, y no se agrieta fácilmente. Por lo tanto, Dios no puede usar a alguien que no está capacitado, ni tampoco puede usar a alguien que está capacitado, pero que no ha sido quebrantado todavía. Todos aquellos que son útiles en la mano de Dios son aquellos que son idóneos, pero cuya idoneidad ha sido quebrantada. Si examinamos a todos aquellos que han sido usados por Dios a través de todas las generaciones, veremos que casi todos ellos eran idóneos, ricos en el poder del alma, y tenían previsión e inteligencia, pero al mismo tiempo, habían sido quebrantados por Dios.
El ejemplo más sobresaliente de la Biblia es Jacob, de quien ya hemos hablado. En el aspecto natural, él era hábil y astuto. Pero un día Dios lo quebrantó y él llegó a ser Israel; entonces perdió su habilidad y astucia. No obstante, cuando lo observamos en el momento de bendecir a los dos hijos de José, él no estaba confundido en absoluto. El tuvo suma claridad y previsión. Además, las bendiciones que impartió a sus hijos (Gn. 49) son profecías grandes en la Biblia. Aquellas palabras son verdaderamente grandes y maravillosas. Si Jacob hubiera sido insensible y necio, ¿cómo podría haber pronunciado tales palabras? Por otro lado, si Jacob hubiera dependido meramente de su mente natural, su pensamiento o su capacidad natural, tampoco habría podido pronunciar esas palabras. Su mente, pensamiento y habilidad naturales después de haber sido quebrantadas por Dios, llegaron a estar resucitadas y a ser espirituales; de este modo el pudo ser usado por Dios para hablar esas grandes profecías.
El mismo principio se aplica a nuestro entendimiento de la voluntad de Dios. Dios es un Dios extremadamente sabio e inteligente. Por lo tanto, para entender Su voluntad, se requiere la sabiduría y la inteligencia humanas. Una persona necia nunca puede entender la voluntad de Dios. No obstante, una persona que depende solamente de su propia sabiduría e inteligencia tampoco puede. Lo que es necesario es que el hombre tenga inteligencia, sabiduría y un pensamiento claro, y que ponga todos éstos bajo la cruz, permitiendo que la cruz ponga su sello de muerte sobre ellas. Esta clase de persona tiene su propia mente, sabiduría y pensamiento, no obstante, no hace las cosas de acuerdo a sí misma, para sí misma, o dependiendo de sí misma; es usada solamente de acuerdo a Dios, para Dios, y dependiendo de Dios. Tal persona no tiene su propia intención ni ningún elemento de su propio ser, mucho menos el designio de su propia mano maquinadora; solamente confía en la misericordia de Dios; espera Su visitación y busca Su revelación. Solamente esta clase de persona puede entender la voluntad de Dios y tener claridad en cuanto a Su dirección.
A partir de esto aprendemos que la habilidad y la capacidad naturales no quedan invalidadas luego de haber sido tratadas. El quebrantamiento y la muerte de la cruz no es el paso final. La verdadera muerte de la cruz siempre trae resurrección. Jesús de Nazaret fue muerto en la cruz, no obstante Cristo fue resucitado. Después de Génesis 35, Jacob fue completamente tratado y terminado, sin embargo, surgió un Israel maduro. Por lo tanto, el trato de la cruz siempre trae resurrección. Cuanto más son tratadas las capacidades de uno mediante la cruz, más capacitado uno viene a ser. Cuanto más es tratada la inteligencia de uno mediante la cruz, más sabio llega a ser uno. Así que, esta capacidad y esta sabiduría están en resurrección.
Por esta razón, por una parte, animamos a las personas a leer y a estudiar la Biblia, para que ejerciten su mente y previsión, para que aprendan a comportarse como seres humanos, a manejar las cosas y a trabajar, a fin de estar capacitados. Por otra parte, nosotros siempre le decimos a la gente que la educación, así como la capacitación, son inservibles. Cuando decimos esto, queremos decir que estas cosas tienen que ser quebrantadas y resucitadas. Estos dos aspectos aparentemente se contradicen, pero para nosotros son prácticos y absolutamente necesarios.
¿Cómo podemos diferenciar entre la habilidad natural y la habilidad resucitada? ¿Cómo podemos decir cuál es la habilidad innata y cuál es la habilidad que ha sido quebrantada? Hay siete puntos de comparación. Primero veremos la habilidad natural.
Primero, toda habilidad humana es egoísta, y todas sus maquinaciones y sus estratagemas tienen como fin el beneficio de nuestro yo. Segundo, toda habilidad natural está mezclada con los elementos de la carne y del temperamento; por lo tanto, cuando es desaprobada se siente irritada. Tercero, toda habilidad natural envuelve astucia y maniobras. Cuarto, toda habilidad natural contiene orgullo y hace que uno se sienta capaz, resultando así en jactancia y glorificación propia. Quinto, ninguna habilidad natural está bajo el control del Espíritu Santo y es extremadamente osada al hacer cualquier cosa. Sexto, ninguna habilidad natural tiene cuidado por la voluntad de Dios; actúa enteramente de acuerdo a su propia voluntad. Séptimo, la habilidad humana no se apoya en Dios y no tiene que hacerlo, sino que confía totalmente en el yo.
La habilidad resucitada es exactamente lo opuesto. Primero, toda habilidad que ha sido quebrantada y resucitada no apunta al yo, y tampoco tiene elemento alguno del yo. Segundo, toda habilidad resucitada está desprovista de la carne. Tercero, la habilidad resucitada no maquina. Cuarto, la habilidad resucitada no es orgullosa ni se jacta en sí misma. Quinto, la habilidad resucitada está controlada por el Espíritu Santo y no se atreve a actuar de acuerdo a sus deseos. Sexto, la habilidad resucitada concuerda con la voluntad de Dios. Séptimo, la habilidad resucitada confía en Dios y no se atreve a actuar de acuerdo al yo, aunque sea verdaderamente apta e idónea.
Como ya tenemos claridad con respecto a la diferencia entre la habilidad natural y la habilidad resucitada, debemos examinarnos a nosotros mismos en nuestra experiencia. Cuando ejercitamos nuestra habilidad, ¿lo hacemos para nosotros o para Dios? ¿Tomo yo decisiones por mí mismo y actúo individualmente y egocéntricamente, o puedo sufrir la crítica de otros y su oposición? ¿Empleo maquinaciones, o busco la gracia de Dios? ¿Doy la gloria a Dios, o me jacto y me glorío de mí mismo? ¿Estoy siendo controlado por el Espíritu Santo o estoy actuando según mi deseo? ¿Estoy cumpliendo mis propios deseos, o me ocupo de la voluntad de Dios? ¿Intento yo llevar a cabo la meta por cualquier medio, o encomiendo todas las cosas en las manos de Dios, confiándole a El los resultados? ¿Estoy dependiendo exclusivamente de mis propios recursos, o estoy confiando en Dios con temor y temblor? Si nos examinamos estrictamente, descubriremos que en nuestra vida y servicio, muchas áreas están aún en la constitución natural de la vieja creación; por lo tanto, no podemos llevar fruto de resurrección. Por consiguiente, tratar con la constitución natural es la liberación que más necesitamos.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.