Cómo reunirnospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6637-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hemos visto que las reuniones celebradas por los primeros discípulos y el Señor Jesús pueden ser clasificadas en dos categorías: reuniones con el Cristo resucitado y reuniones para el Cristo ascendido. De acuerdo con lo que consta en los últimos capítulos de los Evangelios y los primeros capítulos de Hechos, podemos tener únicamente estas dos clases de reuniones; no puede haber una tercera. Es muy interesante, como hemos visto, que de los cuatro Evangelios, dos ponen el énfasis en el Cristo resucitado y los otros dos, en el Cristo ascendido. Juan nos dice que Cristo es nuestra vida, por lo cual Él jamás podría dejarnos. Mateo nos dice que Él es Emanuel, Dios con nosotros; así que en Mateo el Señor también nos dice: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo” (28:20). Por tanto, estos dos Evangelios hacen hincapié en el Cristo resucitado, en Aquel que siempre está con nosotros. Pero Marcos y Lucas, e incluso Hechos, testifican que este Cristo resucitado ascendió a los cielos. Las reuniones para el Cristo ascendido no son relatadas por Mateo y Juan, sino por Marcos y Lucas.
¿Qué diferencia existe entre reunirnos con el Cristo resucitado y reunirnos para el Cristo ascendido? Existe una gran diferencia. Nos reunimos con el Cristo resucitado principalmente para disfrutarle. Nuestras reuniones con el Cristo resucitado, quien es el Espíritu vivificante, tienen como propósito primordial inhalarle a fin de poder ser partícipes de algo de Su persona. Consideren todas las reuniones que los discípulos tuvieron con el Cristo resucitado: el aspecto más importante de tales reuniones era que ellos le inhalaban y le ingerían. La noche del primer día del Señor el Cristo resucitado vino a soplar en ellos (Jn. 20:22). Después, a orillas del mar de Tiberias, Él les preguntó: “Hijitos, ¿no tenéis algo de comer?”, y después les dijo: “Venid, comed” (21:5, 12, 15). Al inhalarle y comerle, disfrutamos al Señor. Nos reunimos con el Cristo resucitado, el Cristo presente, a fin de disfrutarle. Este Jesús es tan cercano a nosotros y está tan presente y disponible para nosotros, a fin de ser nuestro disfrute. Él no viene para educarnos, ni para enseñarnos, sino para que le disfrutemos al inhalarle y al comerle. Por supuesto, esto es algo que el cristianismo ha ignorado por completo. Sin embargo, tengo plena certeza de que el Señor recobrará esto y que Él ya comenzó a recobrarlo. Alabado sea el Señor que algunos ya están aprendiendo a reunirse con el Cristo resucitado para disfrutarle. Si no aprendemos esto, nuestras reuniones no tendrían sentido ni propósito. Todos tenemos que aprender a inhalarle y a alimentarnos de Él para nuestra propia satisfacción. Tarde o temprano, el Señor mostrará esto claramente a todas las iglesias locales. Entonces desecharemos nuestra vieja manera de reunirnos: ya no tendremos meramente doctrinas ni ministerio; simplemente inhalaremos, comeremos y disfrutaremos a Cristo.
Ahora tenemos que ver más con respecto a las reuniones realizadas para el Cristo ascendido. Reunirse no consiste simplemente en disfrutar a Cristo, sino también en desempeñar nuestras funciones de modo que la iglesia pueda ser edificada. Reunirse con el Cristo resucitado tiene como finalidad nuestro disfrute, pero reunirse para el Cristo ascendido tiene como finalidad la edificación de la iglesia. Para la edificación de la iglesia, tenemos necesidad de ejercer nuestra función, y para ejercer nuestra función necesitamos los dones. El día de Pentecostés tres mil fueron añadidos a la iglesia. Poco después, cinco mil más fueron añadidos. Todas estas personas fueron añadidas a la iglesia por medio de reuniones para el Cristo ascendido. Para edificar la iglesia es necesario que traigamos a nuevos creyentes y que seamos conjuntamente edificados con los demás. Todo esto requiere que ejercitamos nuestra función, los dones. Se nos ha dicho claramente que todos los dones fueron dados, no por el Cristo resucitado, sino por el Cristo ascendido. “Por lo cual la Escritura dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres’” (Ef. 4:8). Por medio de Su ascensión, el Señor Jesús recibió los dones, y Él ha dado los dones a Su iglesia para la edificación del Cuerpo.
Aquí tenemos que avanzar más lentamente a fin de poder ver esto con más claridad. Si el Señor Jesús únicamente hubiera resucitado, nosotros podríamos obtener plena satisfacción con Él, pero la iglesia jamás podría ser edificada. En las reuniones relatadas en Mateo y Juan, vemos que los discípulos inhalaban, comían y obtenían plena satisfacción; pero resultaba muy difícil que la iglesia fuese edificada. De hecho, sin la ascensión de Cristo, tal edificación sería imposible. Ni uno solo de los discípulos, incluyendo a Pedro, había recibido don alguno. Ninguno de ellos tenía una función ni podía perfeccionar a otros. Todos ellos se reunieron para inhalar al Señor y comerle, pero eso era todo lo que podían hacer. ¿Por qué no tenían los dones? Porque incluso Cristo no había recibido los dones todavía. En cuanto concierne a la vida, la resurrección es suficiente; pero en cuanto concierne a los dones, la resurrección no es suficiente. La resurrección es necesaria para recibir vida, pero la ascensión es necesaria para obtener los dones. Todos los creyentes recibieron la vida de resurrección por medio de la resurrección de Cristo y a través de ella, pero ninguno de ellos obtuvo don alguno hasta que el Señor ascendió a lo alto y derramó el Espíritu Santo (Hch. 2:33). Esto está muy claro. Reunirse con el Cristo ascendido tiene como finalidad que nosotros, personalmente, inhalemos y comamos para nuestra propia satisfacción; pero para el perfeccionamiento de los santos, para la edificación del Cuerpo, necesitamos reunirnos para el Cristo ascendido.
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