Diez 'unos' extremadamente cruciales para la edificación del Cuerpo de Cristo, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-951-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El elemento es la substancia misma de cierto material. La madera tiene su elemento, y el hierro el suyo. Toda substancia sólida o física tiene su propio elemento. La vida divina de Cristo es el elemento de Dios, especialmente en lo que a nuestra salvación se refiere.
Esta vida es la vida del Dios Triuno corporificado en Cristo (Ef. 4:18). Cristo tiene una sola vida, pero El es la corporificación de Dios; de modo que la vida de El es la vida de Dios en un cuerpo. La vida es invisible, y nadie puede verla ni palparla. Pero Juan en su primera epístola dice que la vida eterna es visible (1:1). Ellos la oyeron, la vieron, la contemplaron, la palparon y la tocaron con sus manos, porque esta vida se hizo hombre, y este hombre es la corporificación de Dios.
Esta vida es eterna (Jn. 3:15) en naturaleza, en tiempo y en todo aspecto. Eterna significa que no tiene principio ni final. Esta vida está en Cristo. Juan 1:4 dice que en El está la vida. Cristo es esta vida y es su Autor (Jn. 11:25; 14:6; Hch. 3:15). El Espíritu de Dios es el Espíritu de esta vida (Ro. 8:2), y esta vida, la cual es Cristo, es la vida de los creyentes (Col. 3:4).
Esta vida es el elemento divino del Dios Triuno y de Cristo. Dios da a Sus escogidos arrepentimiento para esta vida, pues dispuso o determinó que la recibieran (Hch. 11:18; 13:48). Yo por ser chino crecí en un país legendario, conservador y pagano. ¿Cómo habría podido yo creer en Cristo? Esto sólo pudo suceder porque Dios así lo dispuso. Un día Dios me dio el regalo del arrepentimiento, y yo acepté a Cristo, lo recibí. Dios determinó que así fuera. El determinó que todos los creyentes recibieran la vida eterna.
Dios regenera a los creyentes con esta vida (Jn. 1:12; 1 P. 1:3). Además, el acto de justicia de Cristo dio como resultado la justificación de vida (Ro. 5:18b). Este acto de justicia fue Su muerte. El murió en la cruz de acuerdo con la voluntad de Dios a fin de que Dios pudiera justificarnos para que así recibiéramos la vida. Por consiguiente, la muerte de Cristo y la justificación que llevó a cabo tienen un solo propósito: que nosotros recibamos esta vida.
Cristo salva a Sus creyentes subjetivamente en esta vida (Ro. 5:10b). Los cristianos en su mayoría saben que son salvos por la muerte de Cristo, pero pocos están conscientes de que somos salvos mucho más por Su vida. Dice en Romanos 5:10 que habiendo sido reconciliados por medio de Su muerte, mucho más seremos salvos por Su vida. Todas las epístolas tratan de la vida de Cristo, la cual es el elemento de la salvación que El efectúa. Al final, en Romanos 5, reinamos en esta vida mediante la abundante gracia de Cristo y Su abundante don de justicia (v. 17).
Los creyentes andan en la novedad de esta vida (Ro. 6:4). Cuando los creyentes que buscan al Señor ponen su mente en el espíritu, tienen vida y paz (Ro. 8:6b). La gracia reina por la justicia con miras a esta vida (Ro. 5:21). La gracia rige como un rey; no sólo reina la gracia, sino que también nosotros, los que buscamos más del Señor, los vencedores, reinamos en esta vida por la gracia abundante y el don de justicia (5:17).
Los creyentes que lo abandonen todo por causa de Cristo, heredarán esta vida en la edad del reino (Mt. 19:29). Tenemos que vencer a fin de obtener esta herencia. Dicha herencia no tiene como fin la salvación, sino un galardón en la era venidera (Lc. 18:29-30) durante la manifestación del reino de los cielos, donde se disfrutará de la vida divina, lo cual será mayor que el deleite que tenemos en esta era. Los vencedores comerán del árbol de esta vida en la edad del reino como galardón (Ap. 2:7). Esto es parte de la herencia de la vida eterna presente en el reino.
Cristo es la vida que se nos da hoy para salvación. Pero en la edad del reino, El será la porción de deleite que se nos asignará como galardón. Cristo es un don gratuito para nosotros en la actualidad. Todo lo que tenemos que hacer es arrepentirnos y creer a fin de recibirlo. Luego, si vencemos, El no sólo será un regalo sino también un galardón para nosotros. De no ser así, perderemos esta herencia en el reino de mil años. En el evangelio de la vida, el Evangelio de Juan, esta vida se recibe. En el evangelio de reino, el Evangelio de Mateo, esta vida será heredada. A fin de poder heredarla, tenemos que pagar el precio.
El árbol de esta vida y el agua de la misma que está en el río que procede del trono de Dios, serán el suministro único para toda la Nueva Jerusalén, y quienes laven sus vestiduras participarán de ellos (Ap. 22:1-2, 14). Esto sucederá después del reino de mil años. Todos los creyentes que no hayan vencido serán perfeccionados mediante la disciplina que se les aplicará durante los mil años. En otras palabras, ellos llegarán a la madurez, a ser vencedores también (Ap. 21:7). No serán los primeros vencedores que entrarán en el reino, sino los vencedores postreros, quienes disfrutarán de la Nueva Jerusalén en la eternidad. En la Nueva Jerusalén, el suministro es el árbol de la vida, que es Cristo como vida.
Por lo tanto, Cristo como vida para nosotros pertenece a tres eras. En la era presente, Cristo como vida es un don; en la era venidera, El será un galardón, y en el cielo nuevo y la tierra nueva, en la eternidad, El será el suministro. En la próxima edad, para aquellos que hayan llegado a ser vencedores Cristo será un galardón. Después del milenio, todos los que hayan sido vencidos llegarán a ser vencedores, y se unirán a los primeros vencedores para disfrutar a Cristo como vida, como el suministro eterno y abundante en la Nueva Jerusalén, en el cielo nuevo y la tierra nueva.
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