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Servicio neotestamentario, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7392-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 14 Sección 2 de 4

LA SEGUNDA PREGUNTA:
RELACIONADA CON LA POLÍTICA

En aquel entonces, los fariseos se dieron cuenta de que no era tan fácil tratar con Jesús; por tanto, les pidieron a sus discípulos que fueran con los herodianos a Él. “Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo enredarle en alguna palabra. Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no haces acepción de personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito pagar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la intención maliciosa de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Y les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Entonces les dijo: Devolved, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron” (22:15-22).

Los fariseos eran una secta religiosa; eran patriotas que amaban su nación judía, y los herodianos eran un partido político, fieles al Imperio romano. Los romanos eran los imperialistas antiguos, quienes habían ocupado la tierra de Israel. Aquí, sin embargo, estos dos grupos opuestos se juntaron para intentar enredar al Señor Jesús en Sus palabras. “¿Es lícito pagar tributo a César, o no?”. El tributo era diferente al impuesto del templo, el medio siclo que se pagaba por el templo. Éste era el impuesto que se le pagaba al gobierno romano, un impuesto al que se le oponían todos los fieles judíos patrióticos. Ellos no iban a pagar ni un centavo al gobierno romano si lo podían evitar.

Estos dos grupos, que por lo demás eran enemigos, le hicieron esta pregunta a Jesús para ponerle en un aprieto. Si el Señor hubiera dicho que no debían pagar, los herodianos inmediatamente le habrían acusado de oponerse al gobierno romano. Sin embargo, si hubiera dicho que debían pagar, entonces los fieles judíos habrían dicho que estaba traicionando a Su país. Así era la sutileza de los fariseos.

No debemos pensar que alguien puede lograr enredar al Señor Jesús. Incluso si combinaran a diez partidos, no podrían enredarle. Él tiene la manera de no ser enredado. ¡Aleluya! ¡Él es Jesús! ¿Se dan cuenta ustedes de la sabiduría de Su respuesta? No sacó ni un centavo de Su propio bolsillo. Si lo hubiera hecho, habría sido enredado. Él les pidió que le mostraran una moneda del dinero romano. Ellos —no Él— tenían el dinero romano. Así que, fueron ellos los que fueron enredados. ¡Jesús es el Señor! Entonces les preguntó de quién era la imagen y la inscripción en la moneda. Le dijeron que eran las de César. Entonces el Señor Jesús dijo: “Devolved, pues, a César lo que es de César”, pero no se detuvo con eso. No dejó ningún lugar para que entrara el enemigo. También dijo: “Y a Dios lo que es de Dios”. Esto los silenció. Cuando escucharon esta respuesta, se maravillaron.

LA TERCERA PREGUNTA:
RELACIONADA CON LA FE

Los saduceos, que se parecen algo a los modernistas de hoy, se enorgullecían de su conocimiento; ellos acudieron a Él y le hicieron una pregunta. “Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin tener hijos, su hermano, como pariente más cercano, se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?” (vs. 24-28).

Jesús les respondió: “Erráis, por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles en el cielo. Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (vs. 29-32).

Los saduceos no creían en la resurrección; por tanto, pensaban que podían atrapar a Jesús con esta pregunta. En otras palabras, si Jesús dijo que existía la resurrección, ¿de quién sería esta mujer en la resurrección? Jesús les dijo que no conocían las Escrituras ni el poder de Dios porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles en el cielo. En cuanto a la resurrección de los muertos, Él les preguntó si no habían leído en la ley lo que había dicho Dios: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Abraham, Isaac y Jacob estaban muertos. Si no existiera la resurrección, entonces Dios sería Dios de muertos. Dios, sin embargo, es Dios de vivos, y esto comprueba que un día Abraham, Isaac y Jacob serán resucitados. Los saduceos se maravillaron con Su respuesta, y ya no tenían nada más que decir.


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