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Manejo de la iglesias por parte de los ancianos, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7182-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 15 Sección 2 de 5

II. SER MINUCIOSO

El punto más importante del carácter de un anciano es ser minucioso y no ser descuidado. Hermanos y hermanas, si ustedes han intentado ser minuciosos, descubrirán que el hombre no es así en absoluto. A veces los ancianos han causado mucha confusión en la iglesia entre los hermanos y hermanas debido a su falta de minuciosidad. Por ejemplo, supongamos que algunos hermanos y hermanas le presentan un asunto, pero usted simplemente los escucha con indiferencia y supone que ha entendido claramente lo que le han dicho. En realidad, usted no ha escuchado con la debida atención las palabras de los hermanos; no ha entendido el significado de sus palabras. Como resultado, cuando tenga que tratar el asunto, sólo lo tratará de un modo general. Tal vez usted piense que el asunto quedó resuelto, pero en realidad, está lejos de ser resuelto.

Si usted investiga un poco, descubrirá que la mayoría de las personas no son minuciosas. Por ejemplo, es difícil encontrar a alguien entre los hermanos y hermanas que pueda repetir de manera exacta las palabras que otro ha dicho. Supongamos que yo le digo algo a usted, y usted se lo cuenta a otro. Luego supongamos que ese mensaje se lo pasan siete personas una a otra. Cuando lo escuche la octava persona, las palabras serán muy diferentes de las que habló la primera persona. La segunda persona probablemente diga casi lo mismo que la primera. La tercera podría hablar más o menos lo mismo que la segunda. Pero cuando las palabras son comunicadas a la octava persona, la diferencia será muy grande. A veces, cuando un hermano le comunica las palabras a otro, surge un problema en la iglesia. Si usted reúne al hermano que inició las palabras y al hermano que las comunicó, los dos tendrán una discusión. Uno dirá: “En aquel tiempo usted me dijo esto a mí”; y el otro dirá: “No, la manera en que lo dije fue así y así”. Finalmente descubrirá que ninguno de los dos está mintiendo, y que ninguno tiene problemas de motivos. El hecho es que el que habla, habla descuidadamente, y el que escucha, escucha descuidadamente. Estas dos personas descuidadas ahora se juntan; la que habla, no habla correctamente, y la que escucha, no escucha atentamente. Como resultado, surge un problema. No sé cuántas veces me he encontrado con este tipo de situación. Por experiencia sé que no puedo ser tan rápido en aceptar lo que me dicen los demás, pues sus palabras son demasiado inexactas. La causa fundamental de su inexactitud es la falta de minuciosidad en su carácter.

Hermanos, creo que no necesitamos fijarnos en los demás; sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos. Permítanme hablarles de la lectura de las Escrituras. Si ustedes se examinan en este asunto, descubrirán lo poco minuciosos que son. Intenten escribir lo que han entendido en el primer capítulo de Génesis, y descubrirán cuán poco detallada es su comprensión de Génesis 1.

Nunca podré olvidar un incidente que tuvo lugar cuando estaba en Shanghái en 1947. Un día estaba sentado en la sala. De repente, una hermana vino corriendo y dijo: “¡Hermano Lee! ¡Algo terrible ha sucedido! Arriba en el segundo piso se abrió un boquete en el techo así de grande”. Mientras hablaba, me indicó con sus manos el tamaño del boquete. En ese momento, como me cogió desprevenido, le pregunté: “¿Qué tan grande es?”. Ella dijo: “¡Así de grande!”. El gesto que hizo esta vez con sus manos fue un poco más pequeño. Entonces le volvimos a preguntar: “En realidad, ¿qué tan grande es?”. Ella dijo: “Es así”. Le volví a preguntar: “¿Qué tan grande?”. Ella contestó: “Es más o menos así”. Cada vez que le preguntaba, el boquete que describía era cada vez más pequeño. Había otras personas sentadas en la sala conmigo. Así que después que le hice la misma pregunta unas cinco o seis veces, ellos empezaron a reírse. En realidad, si mal no recuerdo, el “boquete” en esa ocasión era sólo del tamaño de una moneda pequeña. Esto parece una broma; pero si ustedes se examinan a la luz de este principio, se darán cuenta de cuán inexactos son.

A veces un hermano me dice: “Oh, hermano Lee, el hermano Fulano tiene una fiebre muy alta”. Entonces le pregunto: “¿Qué tan alta es la fiebre?”. Me dice: “Voy a tomarle la temperatura”. Después de unos minutos regresa y dice: “Ya se la tomé; sólo tiene 37.5º C”. Entonces yo mismo iba a tomarle la temperatura, y descubría que en realidad sólo era de 37.3º C, o sea, menos de 37.5º C. Ustedes pueden darse cuenta de lo inexactos que podemos ser incluso en el asunto de tomar la temperatura. No piensen que estoy bromeando; esto en realidad ocurrió.

Cuando estuve en la China continental, a veces iba a un lugar a laborar y dar conferencias. Así que solía preguntarles a los hermanos responsables cuál era la capacidad de asientos en su salón de reuniones. Un anciano decía: “Tiene capacidad para 250 sillas”, y otro decía: “Pueden sentarse unas 450 personas”, e incluso otro decía: “Sólo tenemos 220 sillas”. Cuando escuchaba esto, me quedaba muy confundido. ¿Cuál era la cifra correcta? ¿250, 450 o 220? Al fin, ¿cuántas sillas había? Después de hacerles más preguntas, todavía no podía obtener una cifra exacta.

No consideren jamás esto un asunto trivial. Los ancianos deben tener un carácter que sea muy minucioso. De lo contrario, tarde o temprano, todas las cosas de la iglesia que están en sus manos vendrán a ser un problema. En la iglesia cualquier cosa puesta en manos de una persona descuidada se convertirá en un problema Al manejar las cosas, al tratar de negociar ciertos asuntos, al transmitir un mensaje o al resolver los problemas de otros, nuestro carácter debe ser minucioso.

Cuando un hermano nos cuenta su problema espiritual, no podemos escucharlo con indiferencia. Debemos escucharlo muy seriamente al igual que un médico. A menudo decimos que el mejor médico debe ser fino en su corazón y a la vez ser osado y valiente. Esta fineza está relacionada con el carácter. Usted debe ser muy fino y también muy serio. Cuando un hermano o una hermana hablen con usted acerca de los problemas de otros, puede ser que él o ella sean descuidado al hablar. Sin embargo, usted debe escucharlo seriamente e incluso preguntarle sobre el asunto con seriedad. De vez en cuando, una hermana puede acudir a usted y decirle: “¡Oh, cuán terrible es mi esposo!”. Si usted dice: “Espere un momento a que consiga papel para escribir lo que dice”, puede estar seguro de que si pone el papel sobre la mesa y escribe punto por punto lo que ella dice, ella cambiará de tono. No es que ella originalmente pensaba mentir, sino que hablaba con descuido. Cuando ella vea que usted toma notas con toda seriedad, empezará a hablar seriamente. Después que ella termine de hablar, usted podría concretar más el asunto, diciendo: “¿Dijo usted que él llegó a casa a las 12 de la noche?”. Ella entonces dirá: “Sí, eran las 12 de la noche [...] O tal vez no, sería un poco más de las 10”. Luego usted podría decirle: “¿Dijo usted que él se gastó $2,000 dólares?”. Ella le dirá: “Bueno, quizás unos $1,200 dólares”. Si usted trata de forzarla a concretar, ella cambiará su tono. Cosas como éstas han pasado. Si usted no es minucioso de esa manera, y simplemente se sienta a escucharla, lo que ella diga se quedará en el aire. Si usted cree cada palabra que ella dice, jamás podrá ayudarla a resolver su problema familiar.

Incluso al escuchar la verdad y la palabra de Dios, muchas veces no escuchamos con tanta atención. Si usted no me cree, solamente repita lo que ha escuchado. Usted descubrirá que el mensaje fue dado de una manera, y que cuando usted lo repite, toma otra forma. Muchas veces grabamos nuestros mensajes en la grabadora que tenemos aquí. Lo mejor es que después de escuchar un mensaje, usted trate de repetirse a sí mismo lo que escuchó, y después compare lo que dijo con la grabación del mensaje. Descubrirá que la diferencia es enorme. ¿A qué se debe esa falta de exactitud? Sencillamente se trata de un problema del carácter; usted no es una persona minuciosa. Sólo puedo hacer mención del principio; pero creo que ustedes, hermanos y hermanas, pueden aplicarlo a su vida diaria.


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