Conocer la vida y la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8903-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Filipenses 3:10 dice: “A fin de [conocer...] la comunión en Sus padecimientos, siendo conformado a Su muerte”. Conforme al griego original, estas dos frases son dos de las frases más difíciles de traducir porque en el chino no existe tal expresión. El significado del griego es “comprender o conocer por experiencia”. Tener comunión en los padecimientos del Señor equivale a tener comunión con el Señor en Sus padecimientos y mediante los mismos. Ser conformados a Su muerte quiere decir que Su muerte es como un molde y que nosotros estamos en este molde para ser conformados a Su muerte.
En capítulos anteriores vimos los obstáculos que la vida de Dios encuentra en nosotros. Ahora necesitamos ver cómo Dios se encarga de estos problemas y cómo Él abre una senda despejada para Su vida en nosotros. Esta senda es llamada la senda de la vida. Aunque la vida de Dios está en nosotros, Su vida con frecuencia no puede manifestarse de nuestro interior debido a que hay fuertes obstrucciones, obstáculos y restricciones en nosotros. Por lo tanto, la vida de Dios tiene un camino muy difícil para avanzar en nosotros; ella encuentra rechazo y resistencia en todo asunto. En la salvación efectuada por Dios, parte de Su obra es hacer que Su vida tenga un camino libre en nosotros. Esta obra se lleva a cabo mediante la muerte de cruz.
En la salvación que Dios efectúa, está la vida y está la muerte, y Su salvación abarca varios asuntos de fe que no se encuentran en otras “fes”. Por ejemplo, ninguna otra “fe” habla de la sangre ni de la redención efectuada por la sangre. Sin embargo, en la salvación que Dios efectúa la sangre es un asunto importante porque sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados (He. 9:22). Este punto no es enfatizado por otras “fes”. Además, la vida también es un tema muy especial en la salvación que Dios efectúa. Sin embargo, solamente en la salvación efectuada por Dios se considera el tema de la vida y se hace énfasis en ella. De principio a fin, la Biblia se enfoca en la vida. El centro y propósito de Dios tiene como meta la vida. En la religión no se habla mucho en cuanto a la vida; en vez de ello, se hace énfasis en cultivar nuestra persona, en mejorar el carácter y en hacer obras caritativas y piadosas. Sin embargo, en la salvación efectuada por Dios tenemos la sangre y la vida.
A la mayoría de la gente no le gusta oír de la muerte. Los chinos gustan de exhibir ciertas palabras en sus casas como bendición, riquezas, longevidad y felicidad, pero a ninguno le gusta la palabra muerte. No obstante, en la salvación efectuada por Dios se incluye el asunto de la muerte, y es un asunto extraordinario. Los que conocen esta salvación no sólo aprecian lo preciosa que es la sangre y la importancia de la vida, sino que también entienden la importancia de la muerte. En las provisiones de la salvación que Dios efectúa, Él nos ha preparado la sangre, la vida y la muerte. Con respecto a esta salvación, a menudo decimos que hemos recibido la vida de Dios, una vida que es eterna, santa, plena y esplendorosa. Sin embargo, quizás no veamos que en la salvación que Dios efectúa hay algo más que también es precioso, del cual la gente no quiere oír, a saber: el asunto de la muerte.
Pablo, quien conocía bien a Dios y Su obra de salvación, no sólo fue en pos de la vida de Dios, sino también de Su muerte. Él dijo: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, siendo conformado a Su muerte” (Fil. 3:10). La comunión que él deseaba conocer no era en la vida de Cristo, sino en Sus padecimientos. El hecho de que Pablo conociera esta comunión indicaba que él participó en esta comunión, la cual le hizo ser conformado a la muerte de Cristo. Pablo deseaba, procuraba y también valoraba la muerte de Cristo. Aun cuando a muchos no les gusta la muerte, Pablo la valoró como un tesoro. Así como en la salvación que Dios efectúa la sangre es preciosa y la vida es importante, también lo es la muerte. Todo el que desee conocer la salvación efectuada por Dios tiene que conocer estas tres cosas preciosas: la sangre, la vida y la muerte.
Todos conocemos lo preciosa que es la sangre del Señor y cómo la sangre permite que nuestros pecados sean perdonados. Cuando nos sentimos escasos delante del Señor y no podemos venir a Él porque nuestra conciencia nos condena, podemos volvernos a la sangre, confiar en la sangre y acercarnos al Señor. Mediante la sangre nuestros pecados son perdonados, y mediante la limpieza de nuestra conciencia, nuestra comunión con Dios es restaurada (He. 10:19; 9:14). De esta manera, experimentamos lo preciosa que es la sangre.
Muchas personas salvas hacen énfasis en la vida divina y que debemos experimentar la vida del Señor. No obstante, muy pocos comprenden que Dios en Su obra de salvación ha preparado otra cosa maravillosa para nosotros: la muerte de Cristo. Quizás hemos sido cristianos por muchos años, pero ¿alguna vez hemos visto que Dios, en Su salvación, ha preparado la muerte para nosotros? En nuestra experiencia como cristianos, ¿realmente cuánto experimentamos la muerte en la salvación que el Señor efectúa? Hemos pasado por alto este asunto notable de la muerte en la salvación efectuada por Dios.
En la Biblia podemos ver que la salvación efectuada por Dios y la vida de Dios han estado ocultas en la muerte. Juan 12:24 dice: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Esto significa que hay vida en el grano de trigo, pero si el grano no cae en la tierra y muere, la vida que el grano contiene no será liberada. Sin embargo, si el grano muere, la vida será liberada. Esto muestra que la muerte es la manera en que la vida es liberada. Dado que la muerte es una vía de salida para la vida, ésta tiene que pasar por la muerte. Ya sea que se trate de un grano de trigo o de cualquier otro tipo de semilla, a fin de liberar la vida que está en ella, la semilla tiene que pasar por la muerte.
Si nos gusta mucho una semilla y la ponemos en un lugar muy bello o en una caja preciosa, la vida dentro de la semilla, esto es, el contenido y el esplendor que están escondidos en la semilla, no será expresada. Sin embargo, si la enterramos en la tierra, la semilla tendrá la oportunidad de entrar en la muerte, y así todo lo que contiene será manifestado. La vida que está en la semilla es liberada mediante la muerte. Poco tiempo después, veremos crecer una plántula verde. Después que transcurre más tiempo, veremos que brota una hoja en la plántula, y después de que pasa aún más tiempo, las hojas estarán plenamente crecidas y aparecerá la flor. Con el tiempo, la plántula florecerá, llevará fruto y estará plenamente madura.
Esto muestra que la vida de una semilla puede ser liberada únicamente mediante la muerte. Ésta es una ley natural en el universo, y esta ley simboliza la senda por la cual la vida de Dios en nosotros es liberada. Tanto la vida vegetal como la vida animal son liberadas por medio de la muerte. Por ejemplo, la vida de un pollo se halla en el huevo, pero si no se rompe el cascarón del huevo, la vida no puede brotar. Los criadores de pollos saben que a fin de que la vida que está en el huevo pueda nacer, la cáscara del huevo debe romperse. Que el cascarón se rompa equivale al proceso de la muerte. No importa si se trata de la vida vegetal o animal, para que pueda nacer la vida tiene que pasar por el proceso de la muerte. Ésta es una ley natural, y también es un principio. Esta ley indica que a fin de que la vida de Dios pueda manifestarse de nuestro interior, ésta tiene que pasar por la muerte.
De igual manera, para que la vida de Dios pudiera manifestarse del Señor Jesús, Él tenía que pasar por la muerte. Él dijo que sin la muerte no puede haber vida (Jn. 12:24). Sin la muerte, que es la senda, la vida no puede ser liberada. El camino de la vida es el camino de la muerte; donde esté la muerte, allí habrá una manera para que brote la vida. Si no experimentamos la muerte en nosotros, la vida de Dios no podrá ser liberada de nosotros. Pablo dijo: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Co. 4:10). La expresión de la vida del Señor en nosotros está supeditada a una cosa: la muerte. El grado al cual la muerte haya operado en nosotros es el grado al cual la vida del Señor puede brotar de nosotros. Por esta razón, aun Pablo, quien tenía gran experiencia y era maduro en la vida divina, procuraba conocer la muerte de Cristo; él quería ser conformado a la muerte de Cristo. Pablo buscaba esta muerte porque sabía que el grado al cual la muerte operara en él sería el grado al cual la vida del Señor podía ser liberada de él.
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