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Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6813-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 14 Sección 3 de 4

NUNCA DEBEMOS SEMBRAR
LA SEMILLA DE LA MUERTE Y LA DISENSIÓN

Aquellos que han aprendido la lección simplemente dirán amén si los ancianos deciden que las reuniones de grupo deben estudiar el Evangelio de Juan. Aquellos que opinen que dicho libro es muy largo necesitan ser ayudados por los que ya han aprendido a sujetarse y a respetar la autoridad establecida en la iglesia. Primero necesitamos ayudar a los santos enseñándoles a aceptar las decisiones tomadas por los ancianos y abstenerse de sugerir el estudio de un libro más corto. Brindar tal ayuda a los santos es maravilloso y conlleva el elemento de edificarnos en unanimidad.

Si alguno de los hermanos responsables, impulsado por un motivo impuro, duda que la decisión de los ancianos sea la adecuada y expresa su sentir a otros hermanos responsables, el factor de muerte será esparcido. Aunque él no esté injuriando a los ancianos ni oponiéndose a ellos, en su hablar puede esparcir la idea de que la iglesia es como un dictador. Esto causará disensión. Cuando la semilla de la disensión es sembrada en los santos, puede crecer y finalmente causar que caigan en disensión en la iglesia. Esto es derribar la obra de Dios.

Incluso cuando predicamos el evangelio y edificamos a los santos en su crecimiento espiritual, puede infiltrarse el factor que derriba la edificación corporativa. Esto puede compararse con beber una taza de té que contiene la bacteria de la tuberculosis. Si tomamos el té, contraeremos tuberculosis. Es un asunto muy serio si un hermano, que no poseía un corazón de discordia antes de ser edificado a modo individual por nosotros, empieza a mostrar cierto elemento de disensión en su servicio, una vez que ha sido edificado por nosotros.

Una iglesia local puede ser arruinada si todos los santos en ella caen en disensión. Debemos ser advertidos de este gran peligro. La estratagema más sutil de Satanás es sembrar la semilla de la disensión a través de los que sirven en la iglesia. Cuando el enemigo logra esto, la obra del Señor es trastocada y aparecen discordias en el servicio de la iglesia. Una persona que ha contraído tuberculosis puede aparentar estar saludable, pero en el lapso de un año todo su ser sufrirá un colapso.

LA EDIFICACIÓN CONSISTE EN EL APOYO MUTUO
Y EN EL MUTUO SUMINISTRO

Nuestro problema reside en que nos consideramos tan inteligentes y capaces que pensamos que no necesitamos de nadie; y siempre tratamos con desconsideración a los demás. Esto es un indicio de que en nosotros hay discordia así como el elemento que derriba la edificación. Esto no es la edificación. Aquellos que en verdad edifican la iglesia sienten que son incapaces de actuar en forma independiente y que no pueden hacer nada sin los hermanos y hermanas. Sienten que necesitan de los demás. Cuando ministran la palabra, necesitan que los hermanos y hermanas oren por ellos, para que lo sostengan en espíritu. Tal espíritu parece haber desaparecido entre nosotros. Los que ministran la palabra no parecen necesitar de las oraciones de otros, y los hermanos que están presentes entre la audiencia no tienen un espíritu que sostenga al que ministra. Ellos simplemente escuchan a los oradores y hacen comparaciones entre ellos. Tal actitud es intolerable.

Cuando la semilla de la disensión se infiltra entre nosotros y produce su fruto, entonces la iglesia, nuestro servicio y la obra del Señor colapsan y se derrumban, aun cuando seamos muy espirituales. Nuestra labor no ha logrado conducir a las personas a la unanimidad en la iglesia. En lugar de ello, pareciera que lo único que estamos causando es disensión. Cuanto más ayudamos a las personas, más parecen disentir con la iglesia y más son esparcidos. Allí sólo vemos demolición; no hay edificación alguna. Particularmente los hermanos y hermanas que laboran con los jóvenes no tienen el sentir de depender unos de otros.

Todos deberíamos ser de una sola alma, y orar por aquel que esté ministrando un mensaje para que reciba el suministro y soporte. Si aquellos que sirven al Señor están en constante desacuerdo en lugar de ser unánimes, todos lo notarán: el enemigo, los santos e incluso los niños.

LA EDIFICACIÓN REQUIERE DE NUESTRA SUMISIÓN

La verdadera edificación depende de nuestra sumisión. Someterse es ser capaces de sujetarse a otros. Cuando estamos dispuestos a someternos a los demás, entonces puede llevarse a cabo la edificación. La sumisión no representa problema alguno cuando alguien labora sólo. Pero al laborar con otros, ninguno debe interesarse solamente por su propia labor. Por ejemplo, no hay ningún problema con la sumisión antes que un hermano y una hermana se casen. Pero una vez que se casan, necesitan aprender a someterse el uno al otro. Únicamente cuando existe tal sumisión puede haber edificación entre ellos. Cuando un hermano y una hermana se casan, su propósito es edificar una familia. Pero el cimiento de dicha edificación depende de la sumisión de ambos. El énfasis de la edificación no recae en la obediencia, sino en la sujeción. Si una esposa no se sujeta a su esposo y el esposo no se sujeta a su esposa, esa familia carecerá de una verdadera edificación. Debemos creer que los ancianos en una iglesia local no toman las decisiones a la ligera, y que no tienen una actitud autoritaria. Aunque ellos puedan sentir que son un tanto débiles y carentes, ciertamente llevan sobre sus hombros una gran responsabilidad y cuidan de la iglesia con temor y temblor. Si todos los ancianos tienen esta clase de actitud y de espíritu, las decisiones que tomen serán dignas de nuestra sumisión.


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