Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitalespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0268-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora estamos desesperados con el Señor en tener un nuevo comienzo para empezar nuevamente edificando los grupos vitales. Debemos darnos completa cuenta de que la iglesia como el Cuerpo de Cristo es sin duda alguna el grupo de los creyentes de Cristo quienes han sido salvos por Su salvación dinámica. Creo que desde el primer día, la salvación que recibí fue dinámica. Fui salvo dinámicamente. En aquel entonces dejé el mundo. Le dije al Señor que no quería nada del mundo. Sencillamente deseaba seguirle, tomar una Biblia y viajar por todas las villas y predicarle. Desde aquel día hasta ahora nunca he cambiado. Había en mí una motivación dinámica y ha estado en mí siempre. Aun hoy estoy aquí, con una carga laborando por los intereses del Señor.
El recobro ha sido dañado. Por eso, necesitamos un verdadero avivamiento. Necesitamos recobrar la situación en la cual entramos en el recobro. Esto es vencer el abandono del primer amor, el cual es en realidad el mejor amor. Recobrar el primer amor, o el mejor amor, es darle al Señor Jesús la preeminencia, el primer lugar, en todo (Col. 1:18). Si le damos la preeminencia al Señor Jesús en todo, sin duda le ganaremos. El es el mejor amor; El es el amor superexcelente. Esto es todo lo que necesitamos.
Otra vez quisiera decir que la iglesia es un grupo de personas que Dios ha salvado dinámicamente. Necesitamos estar continuamente bajo esta motivación dinámica. Un verdadero cristiano, un vencedor, es aquel que está constantemente bajo una motivación dinámica. Tenemos que orar para recobrar esto.
En Juan 17:19-21 el Señor Jesús oró: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Todos somos miembros del Cuerpo de Cristo. Como tales, debemos tener la verdadera unidad. Indudablemente somos uno. No obstante, aunque actualmente aún estamos en el recobro y en la unidad, debemos darnos cuenta de que la unidad entre nosotros no es una unidad viviente. Nuestra unidad no es una unidad operante. Somos uno, pero usted es usted, y yo soy yo. La unidad entre nosotros es una unidad adormecida, una unidad que duerme. Nuestra unidad debe ser muy activa. La unidad genuina causará que entremos en acción cuando nos enteremos de las necesidades que haya entre los santos en el Cuerpo. La verdadera unidad es una unidad activa y actuante.
Somos uno, pero a lo mejor no conocemos bien a los ocho miembros del grupo. Eso no es la unidad viviente. En Juan 17 el Señor dijo que si tenemos esta unidad, la gente del mundo creerá que Cristo es Aquel que el Padre envió (vs. 21,23). Esto indica que cuando visitemos a otros, ellos se darán cuenta de que nosotros somos uno. Se darán cuenta de que en nosotros hay algo celestial, algo divino que la gente del mundo nunca podrá tener. Las personas mundanas no pueden ser uno, sin embargo, nosotros somos uno en una manera viviente, de tal manera que nuestra unidad es expresada y otros la pueden percibir. Cuando tienen contacto con nosotros, pueden percibir que tenemos la unidad.
En Juan 13:34-35 el Señor dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Si nos amamos los unos a los otros, no hay necesidad de decirle a la gente que somos discípulos de Cristo. La gente del mundo se dará cuenta de esto.
Lo primero después del entrenamiento en cuanto a la oración es entrenar a todos los santos a tener comunión. La comunión está totalmente basada en la unidad y en el amor mutuo. Somos uno, y nos amamos los unos a los otros. Estas son dos señales firmes.
Los primeros seguidores de Cristo, incluyendo a Pedro y a Juan, siguieron al Señor Jesús a tiempo completo. Ellos eran pescadores, pero dejaron sus redes, sus barcas, sus trabajos y a sus padres para seguir al Señor Jesús (Mt. 4:18-22). Para los espectadores ellos estaban perdiendo el tiempo, sin hacer nada más que seguir a este hombre. Ellos hicieron esto durante tres años y medio. Con el tiempo, ellos vieron la crucifixión, la resurrección y la ascensión del Señor, y esto los mantuvo más en la unidad. De este modo al principio del libro de Hechos se menciona que esos queridos hermanos eran unánimes (1:14), no meramente en unidad. La unidad no es tan práctica como la unanimidad. Ellos eran unánimes y no tenían opiniones, conceptos ni ideas diferentes. Todos estaban en unanimidad. Ellos eran ciento veinte discípulos, pero eran como una sola persona, y oraron unánimes. Aquí tenemos la verdadera oración. Hechos no nos dice por qué oraron o cómo oraron, pero después de diez días de oración, algo ocurrió: en el día de Pentecostés Cristo fue derramado sobre ellos como el Espíritu todo-inclusivo (2:1-4), y la iglesia fue producida. Esto es lo que necesitamos. Necesitamos mantener la unidad, necesitamos amarnos unos a otros, y necesitamos ser unánimes.
Un grupo puede tener sólo siete u ocho miembros, pero estos siete u ocho tienen que ser unánimes. Por medio de la comunión mutua en las reuniones de grupos todos los miembros entrarán en la unanimidad y en ella podrán orar. Entonces realmente llegarán a ser uno. Necesitamos orar en unanimidad, y ésta proviene de la unidad y el amor mutuo. Cuando oramos en unanimidad, no repetimos las oraciones viejas que solemos hacer. Estaremos tanto en el espíritu que no habrá lugar para oraciones monótonas.
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