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Sacerdocio, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0324-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 18 Sección 3 de 4

EL FUEGO DE LOS DOS ALTARES

Además en el altar de bronce, el fuego celestial consumía todas las ofrendas. El fuego bajaba del cielo en representación de Dios como fuego consumidor. Dios es el fuego santo que consume todas las ofrendas. Es este mismo fuego que consume las ofrendas en el altar de bronce el que debe quemar el incienso en el altar de incienso. El fuego primero es usado en el altar externo; luego es usado en el altar interno. Este es el fuego celestial de la redención. Cualquier otro fuego es un fuego extraño.

Las ofrendas traen el cielo, es decir, unen el cielo con la tierra. Las ofrendas estaban en la tierra, pero traían fuego del cielo. El fuego, que representaba al Dios del cielo, se hacía uno con las ofrendas y permanecía quemando sólo el carbón en el altar. Esta es la unión del cielo con la tierra y la mezcla de Dios con la humanidad redimida.

Los sacerdotes primero disfrutan esta ofrenda, y luego van al tabernáculo a ofrecer el incienso. Esto expresa algo de Cristo desde adentro como incienso para Dios. Pero aun este incienso debe ser quemado con el fuego proveniente del altar externo. El olor del incienso ascenderá después a Dios. Es en este olor dulce, en esta fragancia dulce del incienso, que el sacerdote convive con Dios y tiene comunión con El.

LOS TRES PASOS
SACERDOTALES DE LA ORACION

¿Vemos que todos estos aspectos son Cristo? Cristo desciende y asciende. Por ello digo que Cristo va y viene.

Si deseamos ser los verdaderos sacerdotes, tenemos que quemar el incienso. Esto significa que debemos orar. Pero orar no significa que vamos a Dios y le pedimos que haga algo por nosotros. Orar significa mucho más que eso. Significa primeramente que aplicamos a Cristo como nuestras ofrendas. Cuando oramos a Dios, debemos aplicar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, y como nuestra ofrenda por la transgresión, y como muchas otras ofrendas. Luego tenemos que comer de Cristo para disfrutarle y tomarle. Es por medio de Cristo y Su sangre redentora que podemos ir a la presencia de Dios. Entonces podremos expresar algo desde nuestro interior, y no desde nuestra mente; más bien será algo de Cristo en lo profundo de nuestro espíritu. Esto es orar, y ésta es la manera de orar.

Orar significa aplicar a Cristo como todas nuestras ofrendas, o sea, disfrutarle como nuestro nutrimiento y luego, desde nuestro interior, expresar algo de Cristo. Esta expresión de Cristo es el incienso dulce que asciende a Dios. Esta nos lleva a Dios y nos trae a Dios. Como resultado, no solamente seremos mezclados con Cristo, sino también mezclados con Dios.

Todos los cristianos saben que deben orar. No obstante aunque siempre dicen que deben orar, lamentablemente muy pocos cristianos conocen el significado apropiado de la oración. La manera apropiada de orar es aplicar a Cristo como todas las ofrendas, comerlo y tomarlo como nuestro nutrimiento completo. Estas tres cosas son las tres etapas de la verdadera oración.

Supongamos que nos levantamos por la mañana a orar. Primeramente, tenemos que aplicar a Cristo como todas las ofrendas. Luego, cuando empezamos a orar, tenemos una convicción profunda de que somos pecadores. Inmediatamente debemos aplicar a Cristo como nuestra ofrenda por la transgresión, o como nuestra ofrenda por el pecado. Debemos orar así: “Padre, soy tan pecador, pero cuánto te agradezco que Cristo hoy es mi ofrenda por el pecado y que en este momento El es mi ofrenda por la transgresión”. Si no oramos de esta manera, no entraremos en el Lugar Santísimo. Por eso es que muchos cristianos oran fuera del espíritu. Ellos nunca entran en el espíritu, el cual es el Lugar Santísimo, porque no aplican a Cristo como todas las diferentes ofrendas.

Al relacionarnos con Dios, debemos de aprender a aplicar a Cristo como las distintas ofrendas. Esto incluye la confesión de nuestros pecados. Debemos confesar que somos pobres y que estamos errados. También debemos confesar todas nuestras debilidades. Cuando confesamos todas estas cosas, aplicamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y por la transgresión, como ofrenda de paz, de harina y como el holocausto.

Segundo, debemos disfrutar a Cristo en la presencia de Dios. A veces podemos disfrutar a Cristo leyendo Su palabra. Tomamos a Cristo en la palabra orando, orando-leyendo la palabra y disfrutándolo a El delante de Dios.

Tercero, desde nuestro interior expresamos y declaramos algo de Cristo. Cuando oramos de esta manera, no lo hacemos solos, sino que lo hace Cristo en nosotros. Cristo y nosotros nos hacemos uno cuando oramos. Entonces nuestra oración a Dios es el incienso dulce que asciende a El. Cuanto más oramos ofreciendo el incienso que asciende, más desciende la gloria de Dios. El incienso asciende, y la gloria desciende. Esta es la verdadera comunicación y la verdadera comunión. La oración como el incienso asciende a Dios, y la gloria, la luz de Dios, desciende sobre nosotros y nos ilumina. Finalmente, seremos llenos de Cristo y de la gloria shekinah de Dios.

Orar debidamente no es sólo pedirle a Dios que haga algo por nosotros. Tenemos que acudir al Señor aplicando a Cristo como nuestras distintas ofrendas, disfrutando a Cristo como nuestro sostenimiento completo, y luego expresando algo de El desde nuestro interior como un aroma grato que asciende a Dios. Solamente esta oración nos traerá la gloria de Dios. Entonces disfrutaremos a Cristo en la presencia de Dios.

Este tipo de oración necesita tiempo. Debemos pasar un tiempo en la presencia del Señor para ofrecer las ofrendas y quemar el incienso. Realmente toma tiempo el quemar incienso, pero mi sentir profundo es que los cristianos hoy en día no necesitan de mucho. Lo que necesitamos es el sacerdocio con la función sacerdotal, o sea quemar el incienso a través de todas las ofrendas. Si todos los hermanos y hermanas, al leer este capítulo, practicasen este oficio sacerdotal, toda la situación en la iglesia cambiaría. Debemos convertir nuestro tiempo de discutir por uno en el que quemamos incienso. No basta decir que debemos orar; debemos aprender a aplicar, disfrutar y expresar a Cristo. Esta es la oración apropiada del sacerdocio.


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