Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todos los que sirven a Dios, los que sirven a los pecadores y los que administran la iglesia deben ejercitarse, para tener un sentir espiritual agudo. Si no nos ejercitamos en esto, no tendremos mucha utilidad espiritual. Reconocemos que a menudo la ayuda que brindamos a las personas se basa en la fe; no necesitamos tener mucha claridad. Cuando entendemos claramente la condición de las personas, de hecho, nos impide ayudarlas. No obstante, al mismo tiempo, no debemos ser insensatos. Cuando las personas se acercan a nosotros, debemos ser capaces de discernir su condición después de que nos hayan dicho tres o cinco frases. Incluso si ellos describen algo, nuestro espíritu debe ser capaz de discernir cuál es la verdadera situación. Esta clase de ejercicio es necesaria. Aunque parezca que simplemente estamos escuchando a un hermano o hermana, internamente debemos ejercitarnos para tener el sentir de cuál es su verdadera situación.
En cierta ocasión varios hermanos y yo tuvimos comunión con otro hermano que decía que su esposa era muy buena y que él se sentía satisfecho de su relación matrimonial. Más tarde, cuando nos reunimos para evaluar las cosas, dos de nosotros sentimos que este hermano estaba contento y no tenía ningún problema con su esposa. Sin embargo, en mi espíritu percibí que había problemas. Si me preguntan cómo lo supe, no sabría decirles. Es como si alguien nos preguntara cómo sabemos que la comida que ingerimos sabe bien. Esto nadie nos lo puede enseñar. Lo único que podemos responder es que sabe bien.
Nuestro sentir espiritual interno es por lo general muy acertado. Es por ello que algunos dicen que es posible engañar a un siervo del Señor en los asuntos prácticos, pero no en los asuntos espirituales. Los asuntos espirituales son reales; no pueden fingirse, como tampoco podemos fingir cierta condición de vida. Cualquier cosa puede ser falsificada excepto la vida; nadie puede fingir que tiene cierta clase de vida si realmente no la tiene. Sencillamente, la vida no puede ser falsificada. La condición espiritual de una persona delante de Dios es la que tiene y no otra; ella no puede fingir tener otra condición. Una persona con un sentir espiritual entrenado tiene una percepción muy aguda. Con tan sólo escuchar unas cuantas frases de una persona, de inmediato puede discernir la condición interna de dicha persona. Aunque quizás le esté hablando del oriente, ella sabe que en realidad le está hablando del occidente. Tal vez le diga que no hay ningún problema, pero ella sabe que hay un problema. Ella conoce la verdadera condición del hombre, y nadie la puede engañar; es posible que las personas la engañen en los asuntos prácticos, mas no en las cosas espirituales. Esto tiene que ver con el sentir espiritual interno. Este sentir proviene del Espíritu de Dios y de la vida de Dios en nuestro espíritu. Este sentir es llamado el sentir de vida, y también es el estar conscientes del Cuerpo.
El desbordamiento de la vida de Cristo es la expresión del Cuerpo de Cristo. La conciencia que tenemos del Cuerpo es el sentir de la vida de Cristo dentro de nosotros. Si usamos frecuentemente este sentir, no sólo conoceremos nuestra propia condición delante del Señor, sino también la condición de otros y los asuntos tocantes al Cuerpo de Cristo. Si continuamente ejercitamos, cultivamos, entrenamos y usamos este sentir, éste nos hará capaces de detectar los problemas que hay en el Cuerpo.
En el caso de un creyente que ha sido salvo recientemente, este sentir podrá permitirle percibir únicamente su propia condición o situación delante de Dios. Pero si él presta atención a este sentir, cultivándolo por medio de tener comunión con Dios y obedecer el sentir interior, dicho sentir se desarrollará. Él entonces podrá percibir su condición espiritual y la condición espiritual de los hermanos y hermanas. Este sentir poco a poco se desarrollará y crecerá, permitiéndole percibir la condición de la reunión, del servicio en la iglesia y de la obra del Señor. Eso significa que este sentir ha crecido, pues al principio sólo le permitía discernir su condición, luego la condición de otros, y finalmente la condición de la iglesia y de las reuniones de la iglesia.
Si prestamos atención a las cosas espirituales, mostrando interés y aprendiendo gradualmente, surgirán en nosotros sentimientos cuando asistamos a las reuniones. Percibiremos si un hermano ha escogido un himno conforme a su deseo y si un hermano o hermana está ofreciendo una oración conforme al Espíritu. Seremos capaces de percibir si una reunión empezó conforme al Espíritu, si prosiguió de la misma manera y si hubo algo que interrumpió el progreso la reunión, por lo que necesita ser recobrada. Nuestro sentir espiritual se desarrollará al punto en que percibiremos si los obreros del Señor llevan a cabo una obra en el Espíritu, es decir, si la presencia del Señor está con ellos. Más aún, también podremos percibir si la situación en la iglesia, el oficio de los ancianos y el servicio de los diáconos son espirituales y si se llevan a cabo conforme a la vida divina. El sentir espiritual que ha crecido en nosotros nos hará aptos para discernir adecuadamente todos estos asuntos. Este sentir es el sentir del Cuerpo.
Si empleamos y ejercitamos este sentir con frecuencia, y si amamos a Dios y nos preocupamos por la iglesia, este sentir vendrá a ser la conciencia o sensibilidad del Cuerpo. De este modo, sabremos cuándo otros miembros están pasando por dificultades, cuándo ellos están débiles, contentos o victoriosos en el Señor, y compartiremos con ellos los mismos sentimientos. Puesto que percibimos su carga, su carga llegará a ser nuestra; puesto que percibimos su experiencia, su experiencia vendrá a ser nuestra; y puesto que percibimos sus dificultades, sus dificultades vendrán a ser nuestras dificultades. De este modo, seremos parte de un solo Cuerpo.
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