Estudio-vida de Jeremías y Lamentacionespor Witness Lee
ISBN: 978-0-73636366-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-73636366-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Esta apostasía continuó hasta los tiempos en que Jeremías recibió de parte de Dios el encargo de profetizar. Jeremías comenzó a profetizar en el año 629 a. C., veintitrés años antes que Jerusalén fuese capturada por Nabucodonosor. Dios encargó a Jeremías que condenase los pecados cometidos por Israel al abandonar a Dios y tornarse malvado en su conducta. Ellos habían abandonado a Dios, fuente de aguas vivas, y, habiendo cavado para sí cisternas rotas, se volvieron a los ídolos para adorarlos (Jer. 2:13). Además, en la sociedad de aquel entonces abundaban los asesinatos, la fornicación, la codicia, la mentira y el hurto. Incluso el rey mismo era codicioso pues, como veremos, ordenó al pueblo que le edificase un palacio pero no les pagó por su labor. El pueblo no era fiel a Dios ni los unos con los otros. Por ejemplo, en 5:7 y 8 Jehová dice: “¿Por qué he de perdonarte? / Tus hijos me han abandonado / y han jurado por los que no son dioses. / Cuando Yo los sacié, cometieron adulterio, / y fueron en tropel a casa de las rameras. / Como caballos bien alimentados andan errantes, / cada cual relinchando tras la mujer de su prójimo”.
Antes de los tiempos de Jeremías, Isaías había profetizado contra Israel diciendo que Israel se había vuelto como Sodoma y Gomorra (Is. 1:9-10). Sin embargo, Israel no cambió, sino que perseveró en su maldad hasta los tiempos de Jeremías. No obstante, Dios, por intermedio de Jeremías, le habló a Israel mostrándose como su Marido amoroso, conmiserativo y compasivo, al decirle que Él todavía recordaba el amor de su noviazgo (Jer. 2:2). Dios suspiraba por Israel y anhelaba que ella retornase a Él. Israel había abandonado a Dios, quien era su único Marido, y había ido en pos de muchos otros maridos; además, las personas eran malvadas unas con otras, matando, fornicando, mintiendo y hurtando.
Israel era tan corrupto que Dios difícilmente pudo encontrar un profeta que hablase por Él. Los príncipes, sacerdotes y profetas eran todos corruptos. ¿Dónde podría Dios encontrar un profeta fiel y honesto? Al no poder hallar tal profeta en Jerusalén, Dios fue a la ciudad de Anatot, en territorio de la pequeña tribu de Benjamín, y allí llamó a un joven llamado Jeremías y lo comisionó para que hablase por Él. Cuando Jeremías dio pretextos diciendo que era apenas un joven y que no sabía hablar, Jehová le dijo: “No digas: Soy un joven; / porque adondequiera que te envíe, irás; / y hablarás todo lo que te mande. / No tengas temor de sus rostros, / porque contigo estoy para librarte” (1:7-8). Después, Jehová le dijo a Jeremías que lo pondría por ciudad fortificada, por columna de hierro y por muros de bronce contra toda aquella tierra. Los reyes, príncipes, sacerdotes y el pueblo de la tierra habrían de pelear contra él, pero no prevalecerían (vs. 18-19). Aquellos que combatieron contra Jeremías en realidad combatían contra Jehová. Él era el ejército de Jehová conformado por una sola persona. Nadie habría de derrotarlo debido a que Jehová estaba con él. Por tanto, Jeremías no pudo escapar de la comisión de Dios, sino que fue constreñido a aceptarla.
Al salir a cumplir con la comisión que Dios le dio, Jeremías habló al rey, a los príncipes, a los sacerdotes y al pueblo. Jeremías le dijo al rey que era pecaminoso y que si no se arrepentía y se volvía a Dios, sería hecho prisionero. Él reprendió a los príncipes y gobernantes por engañar a la gente y por quitarles injustamente sus bienes. Él puso al descubierto a los profetas por profetizar falsamente y a los sacerdotes por gobernar con su propia autoridad y no regidos por la revelación divina. Él le dijo al pueblo que ellos no hacían justicia ni buscaban fidelidad; más bien, trataban injustamente a los menesterosos. En lugar de prestar oído a la palabra de Jeremías, ellos le aborrecieron e, incluso, lo arrojaron en prisión. Los sacerdotes arrestaron a Jeremías y lo entregaron a los príncipes, quienes lo arrojaron en prisión. Esto indica que Israel no tenía la menor consideración por la ley de Dios, por Su revelación.
En aquel entonces Israel se hallaba en el ocaso de la revelación divina. Cuando Israel estaba en el monte Sinaí, ello fue el amanecer de la revelación divina; pero después, con respecto a la revelación divina, Israel se encontraba en una situación de decadencia. Con el paso del tiempo, para los tiempos de Jeremías, Israel estaba en el ocaso. Ellos habían abandonado todo lo relacionado con Dios y Su revelación, y finalmente vinieron a estar en una noche oscura.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.