Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4442-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Finalmente, el único lugar escogido por el Señor fue Jerusalén. Independientemente de la región en que viviera un israelita, tenía que apartar el diezmo de su cosecha y traerlo a Jerusalén en el tiempo señalado. No tenía ningún derecho de comer esta porción en su casa. Aunque esta práctica tal vez nos parezca inconveniente, probaba si los israelitas actuaban según su parecer o según el parecer de Dios, si hacían las cosas según su elección o según la elección del Señor. Desde la perspectiva de Dios, la práctica de traer todos los diezmos a Jerusalén era muy económica.
Tal vez usted diga: “Eso no me parece económico a mí. No era nada conveniente para la gente viajar desde tan lejos con sus productos. ¿Por qué Dios no les permitió disfrutar el diezmo donde estaban?”. ¿Se creen ustedes más sabios que Dios, que son más inteligentes que Él? Deben renunciar a sus pensamientos acerca de este asunto y aceptar las palabras de la Biblia. La economía de Dios tiene como objetivo la unidad. Los hijos de Israel iban a Jerusalén tres veces al año para permanecer unidos. Sin este lugar de unidad, los israelitas del norte habrían dicho: “Nos queda demasiado lejos ir hasta Jerusalén a adorar. Establezcamos un centro aquí en nuestro territorio”. Y los israelitas del sur habrían dicho: “No nos resulta conveniente ir a Jerusalén. Establezcamos un centro en nuestra región”. Supongamos que la tribu de Neftalí dijera: “Establezcamos nuestro propio centro”, y la tribu de Dan dijera: “No nos caen bien los de la tribu de Neftalí. Establezcamos nuestro propio lugar de adoración”. Si esto hubiera sido permitido, los hijos de Israel se habrían dividido. Sin embargo, a lo largo de los siglos, los hijos de Israel no se han dividido en lo que se refiere a su adoración. Aunque la nación de Israel se dividió en los reinos del norte y del sur, ellos siguieron unidos por el único lugar de adoración escogido por Dios.
Todos los israelitas tenían que ir a Jerusalén para adorar tres veces al año, y no sólo debían ir de un día para otro, sino habitar juntos durante varios días. Supongamos que dos israelitas, vecinos, estuvieran disgustados y no se llevaran bien el uno con el otro. Supongamos que, de hecho, fueran enemigos. Sin embargo, durante la Fiesta de la Pascua, conforme a la ley, ambos tenían que ir a adorar a Jerusalén. Aunque escogieran diferentes rutas para ir a Jerusalén, al acercarse al monte de Sión tenían que andar por el mismo camino. Además, mientras ascendían al monte de Sión, tenían que cantar el salmo 133, que dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”. Así pues, estos dos hermanos tenían que perdonarse el uno al otro y reconciliarse. De lo contrario, no podrían ofrecer sus sacrificios al Señor. Si ellos hubiesen intentado ofrecer su sacrificio aún estando enemistados, el Señor les habría dicho lo mismo que dijo el Señor Jesús cientos de años después: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt. 5:23-24). Por medio de este ejemplo vemos que el requisito de reunirse en Jerusalén en la época de las Fiestas solemnes obligaba a los hijos de Israel a mantener la unidad. Sin esta ordenanza, estos israelitas que estaban enemistados jamás se habrían reconciliado. Quizás uno de ellos habría dicho: “Si él va a Jerusalén, entonces yo me iré a otro lugar de adoración”.
Esto es precisamente lo que se practica en el cristianismo actual. No hay un lugar único de adoración, y cada cristiano adora según lo que bien le parece. Cada vez que un cristiano se siente descontento con otros en cierto grupo, se siente libre para irse a otro grupo. Si después de cierto tiempo tampoco se siente contento con los de ese grupo, buscará un tercer grupo donde reunirse. Al final, quizás termine por iniciar un grupo en su propia casa. Si después de unos cuantos años los que se reúnen en ese grupo ya no se sienten contentos estando juntos, algunos decidirán empezar nuevas reuniones en la siguiente calle. Ésta es la confusión que impera entre los cristianos de hoy. ¿Dónde está el único lugar de unidad? No existe tal cosa entre los cristianos. De hecho, si ustedes hablan de ello, los tacharán de tener una mentalidad cerrada. Hoy en día casi todo el mundo se siente en el derecho de establecer un centro de adoración como bien le parece. En lugar de haber la debida restricción y regulación, lo que vemos es confusión. Sin embargo, Dios no reconoce ningún centro de adoración que haya sido creado por el hombre. Al contrario, cada uno de estos centros es pecaminoso delante de Sus ojos, puesto que consiste en practicar el principio de Babel. El principio de Babel es el principio de división y confusión. Babel es el origen de Babilonia, y precisamente la característica de Babilonia es la división que resulta en confusión. A los ojos de Dios, la división y la confusión que impera hoy entre los cristianos es Babilonia. A pesar de ello, muchos cristianos insisten en hablar sobre el amor y la unidad del Cuerpo. Pero son muy pocos los que están dispuestos a abandonar el lugar de división donde están. En lugar de ello, justifican las divisiones. Si usted se levantara para decirles que abandonen sus lugares de división y eliminen la confusión, ellos lo acusarían de tener una mentalidad estrecha y de causar más división. ¡Cuán lamentable es esta situación!
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