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Estudio más profundo en cuanto a la impartición divina, Unpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7461-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 15 Sección 4 de 5

TODAS LAS LEYES HUMANAS

Hoy en día vivimos en la era de la ciencia, y cada uno de nosotros sabe qué es una ley. Es un poder que opera de forma natural, instintiva y espontánea. La ley del Espíritu de vida, como Pablo la describe, se ajusta al mismo principio. Existe por sí misma, y opera en nosotros espontáneamente y funciona instintivamente. Pablo dijo en Romanos 6 que Dios dio la ley para mostrarle al hombre su verdadera condición. Una vez que el hombre es puesto bajo la ley de Dios, sufrirá la condenación de la ley. Sin embargo, todos los que temen a Dios quieren ser liberados del pecado, y se esfuerzan por guardar la ley de Dios y agradar a Dios. Incluso Pablo mismo no era una excepción. Mientras él hacía lo posible por guardar la ley de Dios y por evitar el pecado y el mal, descubrió que en sus miembros había otra ley que estaba en guerra contra la ley de querer hacer el bien. Al final, él hizo lo que no quería, y no pudo hacer lo que quería. Así que dijo: “Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Ro. 7:20). Pareciera que Pablo estaba eludiendo su responsabilidad cuando dijo esto. Él dijo que en sus miembros, esto es, en su carne, había otra ley, la ley del pecado y de la muerte, que estaba continuamente en guerra contra la ley del bien en su mente y que lo había hecho cautivo, llevándolo a hacer lo que no quería hacer. Él fue derrotado por esta ley continuamente, y ciertamente era un hombre miserable.

Los filósofos chinos también han descubierto que en el hombre hay una batalla entre la razón y los deseos. En otras palabras, dentro del hombre hay una parte que es razonable; pero también hay otra parte que tiene malos deseos y que combate todo el tiempo contra la razón. De manera que la razón es siempre vencida por los deseos. Tomemos como ejemplo el juego de mahjong. Los adictos a este juego pueden jugarlo por tres días y tres noches. Cuanto más lo juegan, más adictos están, de tal manera que pueden estar sin comer ni dormir, y no hay nada que puedan hacer para controlarse. Esto es lo que Pablo dijo en Romanos 7, de que en nuestra carne mora un deseo o un mal que no podemos vencer ni entender. Esto nos permite ver que lo que dijeron los filósofos chinos es muy similar a lo que Pablo dijo.

Por lo tanto, podemos ver que fuera de nosotros está la ley de Dios, mostrándonos nuestra verdadera condición. También está la ley del bien creada por Dios en nuestra humanidad, la cual exige que agrademos a Dios. Además, en nuestra carne caída, está la ley del pecado y de la muerte, que está en guerra contra la ley del bien en nuestra mente y que nos lleva cautivos. La ley de Dios que está fuera de nosotros es objetiva, la ley del bien, como también la ley del pecado y de la muerte, que están dentro de nosotros, son leyes subjetivas. Estas dos leyes en nosotros continuamente están en guerra. Es por ello que Pablo exclamó, diciendo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?”. Al final, él hizo un descubrimiento mucho más grande y maravilloso. Dijo: “Gracias sean dadas a Dios, por medio de Jesucristo Señor nuestro”, pues fue por medio de Él que encontró su liberación.

EL DESCUBRIMIENTO
DE LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA

Pablo descubrió que después que un hombre es salvo, el Dios Triuno entra en él. Cuando el Dios Triuno entra, entra con la intención de ser la vida del hombre. Esta vida es una ley, que es la ley del Espíritu de vida. Esta ley no se encuentra en la mente del hombre ni en su carne, sino en su espíritu. Al principio, cuando Dios creó al hombre, no sólo lo creó con un alma y un cuerpo, sino también con un espíritu en lo más profundo de su ser. El espíritu es la parte más elevada y sobresaliente del hombre. Pablo descubrió que en el momento en que creyó en el Señor Jesús, el Dios Triuno entró en su espíritu para ser su vida. Esta vida que estaba en su espíritu era una ley. Siempre que él le expresaba su amor al Señor, le oraba y se acercaba a Él, esta ley operaba automáticamente. Nosotros los que hemos tenido la misma experiencia, podemos testificar de este hecho. En cualquier momento y en cualquier lugar, si tan sólo nos acercamos un poco a Dios y le invocamos, en la parte más recóndita de nuestro ser surgirá un deseo por agradar a Dios y ser uno con Él.

Todo creyente genuino descubrirá que cada vez que se acerca a Dios, en lo profundo de su ser se halla el poder espontáneo que lo capacita para honrar a sus padres, y ser humilde y complaciente con los demás. No tiene que hacer esto a regañadientes; más bien, lo hace de manera espontánea. Antes, nos gustaba pelear y siempre ganar. Ahora el orgullo y la repugnancia han desaparecido; ya no peleamos más con otros. Esto no es algo que se origina en nosotros, sino que proviene de la ley espontánea que está en nosotros, la cual nos suministra la vida, la sabiduría y el poder. Por lo tanto, no tenemos que proponernos hacer el bien ni agradar a Dios. Lo único que tenemos que hacer es acercarnos a Dios y tener comunión con Él. Espontáneamente, dentro de nosotros habrá un poder de vida que nos capacitará para llevar una vida que agrada a Dios. Podemos comparar esto a la digestión que se realiza en el cuerpo humano. Una vez que el alimento es ingerido, no es necesario que nos esforcemos y luchemos, pues de forma espontánea, estará allí una ley que realiza la labor de la digestión suave y lentamente, a fin de hacer del alimento nuestros nutrientes y nuestra constitución.


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