Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7101-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En tercer lugar, necesitamos ser llenos del Espíritu Santo diariamente, es decir, “comprar aceite” cada día. Mateo 25:1-10 claramente nos dice lo que significa comprar aceite. Muchos lectores de la Biblia saben cuán rico es el significado de la palabra comprar. Incluye el hecho de confesar nuestros pecados, orar, tomar medidas respecto a las cosas negativas, obedecer, pagar el precio y seguir la dirección del Espíritu Santo.
Ser llenos del Espíritu Santo está relacionado con el hecho de buscar el crecimiento en vida. Si no somos llenos del Espíritu Santo, nos será imposible procurar crecer en vida; el crecimiento en vida sencillamente será algo inalcanzable. Lo que determina completamente nuestro crecimiento en vida es la medida en que seamos llenos del Espíritu Santo interiormente. Ser llenos interiormente del Espíritu Santo fomenta el crecimiento en vida. Si alguien que sigue al Señor no es lleno del Espíritu Santo, es como una planta sin suelo, sin agua, sin sol y sin aire; si aun así logra sobrevivir, sólo está prolongando su vida temporalmente. Según las figuras bíblicas, nosotros somos plantas de Dios (cfr. 1 Co. 3:6; Col. 2:7), y el Dios Triuno es nuestro suelo (cfr. Col. 2:7), nuestro sol (Mal. 4:2; Lc. 1:78), nuestro aire (Ez. 37:9-10, 14a; Jn. 20:22) y nuestra agua, lo cual incluye la lluvia (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4; Jn. 4:10, 14; 7:38-39; Ap. 22:1; cfr. Gn. 2:5; Dt. 11:14; Jl. 2:23, 28-29; Os. 6:3; Zac. 10:1; Hch. 2:16-18). El Espíritu Santo es el Dios Triuno procesado y consumado; por lo tanto, ser llenos del Espíritu Santo es ser llenos del Dios Triuno. Cuando somos llenos del Dios Triuno, tenemos el suelo, el agua, el sol y el aire, y como resultado, crecemos y llegamos a ser maduros en vida. No podemos decir que porque fuimos llenos del Espíritu Santo el día de ayer, hoy no necesitamos ser llenos. Cada día necesitamos comprar el aceite, es decir, necesitamos experimentar el ser llenos del Espíritu Santo cada día.
En las Filipinas, el viento que sopla de marzo a mayo es bastante húmedo. Por lo tanto, una persona fácilmente se enferma si está expuesta al viento. Las personas de la región previenen toda clase de enfermedades bañándose, al menos una vez todos los días. Los que son del norte no necesitan bañarse todos los días; pero si van a las Filipinas, tienen que bañarse diariamente y deben hacerlo hasta mojarse completamente. No pueden decir que porque se bañaron ayer no necesitan bañarse hoy. A veces incluso pueden necesitar bañarse tres veces al día. Éste es un buen ejemplo de lo que es ser llenos del Espíritu Santo. Tenemos que ser llenos del Espíritu Santo cada día, y cada vez tenemos que ser llenos completamente. A veces debemos ser llenos incluso tres veces al día. Ciertamente tenemos que ejercitarnos con toda seriedad en estos tres asuntos: en el crecimiento en vida, en la búsqueda de la verdad y en ser llenos del Espíritu Santo.
El cuarto punto y el más importante es el adiestramiento de nuestro carácter. ¿Por qué el adiestramiento del carácter es tan importante? Porque el resultado de nuestra búsqueda de los tres asuntos anteriores depende enteramente del grado al que haya sido adiestrado nuestro carácter.
La palabra carácter es un término común, pero el adiestramiento del carácter de un cristiano está relacionado con la transformación mencionada en la Biblia. El verdadero adiestramiento del carácter de un cristiano no se logra mediante el mejoramiento de la conducta externa, sino mediante la transformación interior. Esto significa que aunque usted por nacimiento no tiene cierto carácter, una vez que le es añadido cierto elemento y éste se mezcla con usted, usted llega a ser diferente y, de este modo, su carácter cambia.
Hubo cierta clase de escultura en la antigüedad que fue hecha moliendo las piedras hasta convertirlas en polvo, añadiendo cierto cemento al polvo, y luego metiendo la mezcla en un molde hasta que se solidificó y llegó a ser una estatua. Podemos usar este proceso de una manera limitada para describir la transformación. En el proceso de transformación, somos molidos hasta convertirnos en polvo y luego mezclados con el elemento del Espíritu Santo. Después de esto somos puestos en la muerte del Señor Jesús, muerte de cruz, para ser presionados y amoldados allí. Finalmente nuestra forma original cambia, y el resultado es un carácter transformado. Como seres humanos caídos que somos, heredamos la naturaleza caída de Adán. Por lo tanto, nuestro carácter humano, que proviene de nuestro ser natural, sea bueno o malo, es caído. Los incrédulos llaman el hecho de cultivar el carácter “cultivar la naturaleza humana”. La historia nos muestra que las personas que cultivan su humanidad son fuertes en su voluntad y pueden ejercitar dominio propio. Ellas desarrollan cierta clase de carácter mediante el autocontrol. Sin embargo, nosotros los cristianos no somos así. Nuestro carácter cristiano es cultivado en la muerte del Señor Jesús mediante el quebrantamiento de la vida de nuestra vieja creación y la adición del elemento del Espíritu Santo.
Por esta razón Pablo dijo en 2 Corintios 4 que nuestro hombre exterior se va desgastando de día en día (v. 16). Otra manera de traducir la palabra desgastando es “consumiendo”, “desmoronando” o “acabando”. En nuestro diario vivir Dios continuamente está realizando en nuestro interior la obra de consumirnos, de desmoronarnos y de acabarnos o por Sus manos o por medio de nuestro entorno, a fin de quebrantarnos. El término quebrantamiento es una palabra apropiada porque indica que no debemos permanecer enteros. Los que permanecen enteros no pueden ser quebrantados. Los mineralogistas saben que los diamantes son carbón que ha sido transformado al experimentar elevadas temperaturas e intensa presión bajo la tierra por cientos y miles de años. Todas las piedras preciosas son formadas de la misma manera; es decir, son transformadas de sustancias naturales que han experimentado el quebrantamiento, elevadas temperaturas y una inmensa presión. Conforme al mismo principio, si queremos ser transformados en piedras preciosas, también nosotros tenemos que pasar por el mismo proceso y procedimiento.
Más aún, Pablo dijo: “Nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús” (v. 11). Dios opera en nosotros continuamente para quebrantarnos y consumirnos a fin de molernos hasta que nos convirtamos en polvo. No hay duda de que poseemos la vida del Señor Jesús; sin embargo, si permanecemos intactos, no habrá posibilidad alguna de que esta vida se mezcle con nosotros. Ningún elemento, no importa cuál sea, puede mezclarse con una piedra que permanece entera. Por lo tanto, a fin de mezclarnos con la vida del Señor, necesitamos ser quebrantados y triturados. Una vez que seamos quebrantados, el elemento del Espíritu Santo podrá añadírsenos y mezclarse con nosotros. Entonces Dios también producirá un entorno con una elevada temperatura y una presión intensa, a fin de transformarnos en piedras preciosas.
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