Visión central necesaria para servir a la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8315-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Algunas personas tienen una personalidad muy fuerte. Una persona cuya personalidad es fuerte no hará nada a menos que se le dé responsabilidad por ello. Tales personas son naturalmente hábiles y son capaces de ejercer influencia con su personalidad fuerte. Si la iglesia es puesta en sus manos, la puerta a la revelación a menudo se cierra. Si los que llevan la delantera están abiertos al Señor, tanto ellos como los santos recibirán luz y revelación. Sin embargo, si los que llevan la delantera no están abiertos, los santos no recibirán revelación, incluso si tienen un corazón para ello. Un rebaño siempre sigue a la oveja principal; la oveja principal determina la manera en que las demás ovejas siguen. Una vez que la oveja principal se extravía, es difícil evitar que el rebaño también se extravíe. Esto detendrá el resplandecer de la luz. Algunos que llevan la delantera tienen una habilidad natural para resolver las cosas; sin embargo, la iglesia es el Cuerpo, y el Cuerpo depende de la coordinación de los miembros. Aun si somos capaces de resolver los asuntos, no es necesario que nosotros decidamos todas las cosas. Tenemos que pedir misericordia al Señor para que nuestra personalidad fuerte sea subyugada. De otro modo le cerraremos la puerta a la revelación.
Otras personas introducen sus destrezas sociales y su diplomacia en la iglesia; ellos cultivan amistades, desarrollan relaciones y forman conexiones unos con otros. Esto también le cierra la puerta a la revelación y no tiene cabida alguna en la iglesia. Debería haber una comunión saludable en la iglesia, pero no debe haber conexiones sociales ni aceptación de otros con base en una aprobación social. Es vergonzoso que las destrezas sociales se utilicen en la iglesia. Deberíamos sostenernos unos a otros, pero el “respaldo” social de otros es una vergüenza.
Estas condiciones están presentes en la iglesia debido a nuestra humanidad natural. Sin embargo, su presencia también indica que nos hemos extraviado de nuestro espíritu. Para esto necesitamos aceptar la cruz, pero más exactamente, necesitamos regresar a nuestro espíritu. Si nosotros “aceptamos la cruz” sin regresar a nuestro espíritu, nuestra aceptación es meramente una expresión del cultivar humano. Cuando regresamos a nuestro espíritu, no hay terreno alguno para nuestro yo. En otras palabras, nuestra carne, nuestros afectos humanos y nuestras viejas maneras llegan a su fin cuando regresamos a nuestro espíritu.
Nuestro problema hoy en día es que carecemos del espíritu, y debido a que estamos carentes del espíritu, carecemos de revelación. Si no estamos en nuestro espíritu, introduciremos nuestro conocimiento y nuestras viejas maneras en la iglesia. Una figura de cera no es un ser humano debido a que no hay vida en ella. La vida es el asunto más importante. Una oración fuerte y rápida no es un indicio de que nuestro espíritu ha sido liberado. Más bien, la liberación de nuestro espíritu depende de si nosotros estamos o no en nuestro espíritu. Las personas que tienen una personalidad fuerte y que son diestros en ejercer la diplomacia a menudo no liberan mucho el espíritu al orar en las reuniones. De hecho, aquellos que ejercen la diplomacia a menudo no oran, y cuando lo hacen, con frecuencia su oración proviene de la mente.
Estar en el espíritu no es algo que puede ser fingido, imitado u ocultado. Cuando la iglesia verdaderamente está en el espíritu, el Espíritu se manifiesta de una manera clara, y esto nos pone al descubierto. El Espíritu nos pone de manifiesto cuando abrimos nuestra boca y también cuando la cerramos. El Espíritu nos pone de manifiesto cuando nos movemos y también cuando permanecemos quietos. En contraste, una persona carnal sigue siendo carnal ya sea que pierda la paciencia o no. Mientras no estamos en nuestro espíritu, nuestra naturaleza carnal queda manifiesta. Una persona indisciplinada manifiesta una naturaleza indisciplinada, una persona hábil manifiesta su habilidad y una persona diplomática manifiesta su capacidad de conectar con otros y ganar su confianza. Sin embargo, una vez que regresamos a nuestro espíritu, ninguna de estas cosas tiene terreno alguno. Nunca deberíamos valorar el desempeño exterior de una persona. Es posible que ello sea útil en la sociedad, pero es totalmente inútil en la iglesia. En la iglesia necesitamos ser genuinos y estar en nuestro espíritu.
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