Información del libro

Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-323-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 11 Sección 3 de 5

Lleva a muchos hijos a la gloria

El Dios Triuno sigue obrando hoy para llevar a Sus muchos hijos a la gloria (He. 2:10). Nosotros somos hijos de Dios, pero todavía no estamos en la gloria. Así como una oruga se transforma en mariposa, así nosotros somos llevados a la gloria. ¡Aleluya, estamos en camino! Un día todos estaremos allí en la gloria como los muchos hijos de Dios. Romanos 8:18-22 nos dice que toda la creación caída, que está ahora bajo la esclavitud de la corrupción, aguarda con anhelo vernos en la gloria. Esa gloria será la libertad de la gloria de los hijos de Dios, o sea nuestra plena redención (v. 23). Nuestro cuerpo todavía no ha sido redimido, pero un día será transfigurado en un cuerpo glorioso (Fil. 3:21). La plena redención de nuestro cuerpo es la plena filiación. Nuestro espíritu ya nació de Dios, pero nuestro cuerpo todavía no ha sido introducido en la filiación. Todo el universo aguarda con anhelo la última parte de nuestra redención. La creación quiere ver a todos los hijos de Dios llevados a la gloria y disfrutando la plena filiación.

Los hijos, los hermanos y los miembros

Cristo, antes de Su resurrección, era el Unigénito de Dios, pero mediante la muerte y la resurrección llegó a ser el Primogénito, y detrás de El vienen los muchos hijos producidos mediante Su muerte y resurrección. Ahora, para Dios somos los muchos hijos, para Cristo somos los muchos hermanos, y para Su Cuerpo somos los miembros. Esta es la razón por la cual nos llamamos hermanos. Somos hermanos unos con otros porque somos los hermanos de Cristo y los hijos de Dios unos con otros. Esta es la filiación. Es una entidad corporativa.

La filiación completa

La Nueva Jerusalén es el conjunto de la filiación divina. Hay una sola filiación divina; todos nosotros estamos en esta filiación. En resurrección seremos varones, incluyendo a las hermanas. En nuestros cuerpos, que pertenecen a la vieja creación, todavía tenemos la diferencia entre los hermanos y las hermanas, pero en resurrección seremos todos varones, hermanos. La plena filiación será completada por medio del arrebatamiento venidero y la resurrección. Cuando estemos allí en la Nueva Jerusalén, eso será el conjunto de la filiación divina. Esta filiación tiene como fin la expresión corporativa del gran Dios, quien es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

PREDESTINADO PARA LA FILIACION

Esta filiación cumple el deseo de la predestinación de Dios. Efesios 1:4-5 nos dice que antes de la fundación del mundo Dios nos predestinó para filiación. Cuando yo era joven, amaba estos versículos, pero pensaba que Dios me había predestinado para ir al cielo. Luego pensé que fui predestinado para salvación. Probablemente muchos de nosotros teníamos la misma idea. Muchas veces cuando leemos la Biblia, vemos algo en ella que en realidad viene de nuestra mentalidad. La Biblia no dice que Dios nos predestinó para ir a los cielos o para salvación. Dice que fuimos predestinados para filiación.

Dios tomó una decisión firme antes de la fundación del mundo, y ésa fue hacerle a usted un hijo. Todos los escogidos son pecadores, aun enemigos de Dios, pero Dios tiene la capacidad, mediante la redención, de hacer de usted, un pecador y enemigo Suyo, uno de Sus hijos. Esto es la maravilla de maravillas. Dios nos ha hecho a nosotros, quienes éramos Sus enemigos, Sus hijos.

Juan dice que a todos los que le reciben a El, es decir, a los que creen en Su nombre, les dará potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn. 1:12). Estos nacen de Dios. El vino para ser el tabernáculo (1:14) con el deseo de que nosotros le recibiésemos y así naciéramos como hijos. La intención del Señor Jesús, el tabernáculo, fue que nosotros naciéramos como hijos para ser los componentes del templo venidero (Jn. 2:19, 21-22).

LA FILIACION DE ROMANOS 8

En Romanos 8 Pablo recalca mucho este asunto de la filiación. Romanos 8 dice: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (v. 14). Dios no nos ha dado un espíritu de esclavitud, sino un espíritu de filiación (v. 15). Su Espíritu da testimonio junto con nuestro espíritu, de que nosotros somos los hijos de Dios (v. 16). Toda la creación aguarda con anhelo esta filiación nuestra (v. 19). Dios ahora nos conforma a la misma imagen del Primogénito, Cristo (v. 29). Somos Sus hermanos hoy, pero no por completo. Estamos en el proceso. Cuando seamos hechos conformes a la imagen del Primogénito, seremos corporativamente Su propia expresión.


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