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Llevar fruto que permanece, tomo 2por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6315-0
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CAPÍTULO VEINTICINCO

LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS

LA GLORIA DEL MISTERIO DE DIOS

Colosenses 1:27 dice: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Dios tenía un misterio que ni siquiera los ángeles conocían. Este misterio estaba escondido en Dios mismo, hasta que un día Él se hizo carne para llevar a cabo dicho misterio (Ef. 3:9). Él entonces llamó a los apóstoles y profetas y les reveló el misterio (v. 5). Puesto que todo esto se cumplió en la era del Nuevo Testamento, se le llama la economía neotestamentaria. Por lo tanto, la economía neotestamentaria de Dios consiste en llevar a cabo el misterio de Dios, y dicho misterio es el contenido mismo de la economía neotestamentaria. Este misterio tiene su respectiva gloria, y esta gloria es rica.

En el Nuevo Testamento las riquezas de esta gloria se hacen manifiestas especialmente entre los gentiles. La economía de Dios en el Antiguo Testamento se manifestó únicamente en la esfera pequeña de los judíos quienes ocupaban una pequeña franja de tierra. Sin embargo, después que Dios se hizo carne, vivió en la tierra, escogió a los apóstoles, fue a la cruz para morir, resucitó, ascendió y llevó a cabo este misterio, Él envió a Sus apóstoles a las tierras de los gentiles para que les llevaran este misterio. La gloria de este misterio que se manifestó entre los gentiles es mucho mayor que la gloria del Antiguo Testamento y la economía de Dios que se manifestó entre los judíos. Por esta razón Pablo dijo: “[Cuáles son] las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles”. En el griego hay dos palabras significativas: cuáles son, en la frase cuáles son las riquezas, las cuales implican que estas riquezas son indescriptibles. Dado que no es posible hablar de ellas o describirlas, se usa estas palabras a modo de descripción.

Hoy en día, todos disfrutamos de esta gloria y estamos en ella. Sin embargo, el cristianismo ha perdido casi por completo esta gloria. En el cristianismo esta gloria ha sido restringida y encubierta. Si ustedes van de visita al Vaticano, la sede de la Iglesia Católica Romana, podrán ver sólo cosas materiales, pero nada que esté relacionado con el misterio de la economía de Dios, y mucho menos con la gloria de Dios en el Nuevo Testamento.

Podemos comparar el misterio de Dios al sol, y la gloria de este misterio a la luz del sol. La luz del sol y el sol son uno solo. Así como la gloria de Dios es Dios expresado, la gloria de este misterio es la expresión del ministerio mismo. Cuando la luz del sol se oscurece por las nubes, el sol mismo está escondido, pero cuando la luz aparece nuevamente, el sol es expresado. La expresión del sol es la gloria del sol, que es el sol mismo. De igual manera, cuando Dios se esconde, la gloria se retira, y cuando Dios se expresa, la gloria resplandece, puesto que la gloria es Dios mismo. En la era del Nuevo Testamento, lo que recibimos y disfrutamos es precisamente la gloria de este misterio.

CRISTO EN VOSOTROS, LA ESPERANZA DE GLORIA

Colosenses 1:27 nos dice cuál es este misterio. Este versículo dice: “[Cuáles son] las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo...”. Cristo es el misterio. Luego dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Esto significa que la gloria de este misterio es nada menos que el resplandor de Cristo en nosotros. Hoy en día la gloria de este misterio ha llegado a ser una gloria que está entre los gentiles e incluso dentro de los gentiles. Cristo mismo ha llegado a ser una gloria en usted y en mí. Como hemos dicho, Cristo es este misterio. Él es el “sol”. Cuando Cristo resplandece en nosotros, Él mismo llega a ser la gloria en nosotros. Entonces esta gloria en nosotros llega a ser una esperanza, la cual es llamada la esperanza de gloria. Por lo tanto, Cristo, la gloria y la esperanza se refieren a lo mismo. Podemos comparar esto con el sol, la luz del sol y el calor del sol, los cuales son una misma entidad. Sin el sol, no puede existir la luz del sol, y sin la luz del sol no puede haber calor. Estos tres son una misma cosa.

Quizás algunos todavía no entiendan lo que estamos diciendo aquí. Sin embargo, podemos comprobar esto con nuestra experiencia. Antes de ser salvos, no teníamos ni esperanza ni gloria en nuestro interior. En aquel tiempo lo único que había en nuestro interior era vanidad y tinieblas, sin ninguna esperanza ni gloria. La razón de esta condición la encontramos en Efesios 2, donde se nos dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, sin Cristo y sin Dios, y sin gloria ni esperanza (vs. 1, 11-12). En nuestra vida pasada no hubo nada que nos hiciera sentir gloriosos. Sin embargo, desde que creímos en el Señor, nos sentimos gloriosos interiormente. En Mateo 17:1-3 el Señor Jesús se transfiguró en el monte. Pedro estaba allí, pero no pudo entender la gloria. Lo único que pudo decir fue: “Bueno es que nosotros estemos aquí” (v. 4). Hoy no debemos decir simplemente que es bueno, sino que es glorioso. Esto se debe a que Cristo ha entrado en nuestro ser, y Él está en nosotros como nuestra gloria.

“Las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles” no sólo se refiere a Cristo, sino también a Cristo en nosotros, quien llega a ser la esperanza de gloria. Por lo tanto, cuando salgamos a tocar a las puertas, no sólo debemos llevarles a Cristo a las personas, sino que también debemos darles el misterio, la gloria, las riquezas y la esperanza que se encuentran en la economía neotestamentaria de Dios. Ésta es la única manera en que verdaderamente anunciamos a Cristo.

Aunque las palabras de Pablo en Colosenses 1:27 son sencillas, contienen muchas palabras cruciales, tales como misterio, gloria, riquezas, esperanza y Cristo. Estas cinco cosas en realidad son una sola. La sustancia principal de este versículo son estas cinco palabras, y estas cinco son una sola. Lo que está escondido en Dios es el misterio. Cuando dicho misterio se expresa, es gloria. Luego, cuando viene a los gentiles en la era del Nuevo Testamento, llega a ser las riquezas; y cuando entra en nosotros, llega a ser la esperanza. El misterio, la gloria, las riquezas, la esperanza, todas ellas son una sola persona: Cristo. No sólo necesitamos ver esto, sino también proclamarlo. Cristo es lo que proclamamos, porque Él es misterioso, glorioso y rico, y porque Él es nuestra esperanza de gloria.


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