Información del libro

Los de corazón puropor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2060-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

    Por favor, utilice Firefox o Safari
Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 10 Sección 2 de 3

DESECHAR NUESTRAS PROPIAS FUERZAS Y METODOS,
Y DEJAR TODO EN MANOS DEL SEÑOR

Hace unos quince años conocí a un misionero occidental, quien me contó su testimonio. Este misionero me contó que, si bien había sido salvo en su juventud, él no conocía al Señor debidamente. Y aunque había venido a China como misionero, aun así, no conocía mucho al Señor. Para explicar esto, él usó el ejemplo de conducir un automóvil. Me dijo que, puesto que él no era un buen chofer, le había pedido al Señor que lo ayudara. El Señor era como un consejero para él. Cada vez que se encontraba perplejo, le pedía consejos al Señor. Cuando se encontraba sin fuerzas, le pedía al Señor que lo ayudase. Esta era su situación anteriormente. Aun así, a él le parecía que el Señor no le había ayudado mucho. Parecía, más bien, que cuanto más le pedía al Señor que lo dirigiera, más el Señor se rehusaba a dirigirlo. Posteriormente, llegó a ver que aunque su amor por el Señor era correcto, él no debía valerse de su propio esfuerzo ni de sus propios métodos; es decir, él debía abandonar sus propias fuerzas y sus propios métodos para agradarle. El sabía que era correcto tener en su corazón el anhelo de ser para el Señor y que, sin tal anhelo, el Señor no podría otorgarle gracia ni operar en él. Sin embargo, este misionero también se dio cuenta de que tenía que dejar a un lado sus propios métodos y su esfuerzo propio. Este hermano me dijo que ahora él le había entregado “todo el automóvil” al Señor, incluyendo los asientos y el volante. Si el Señor manejaba bien, él lo alababa; si el Señor manejaba rápido, él le daba gracias. El había puesto toda su vida en las manos del Señor. Lo único que hacía ahora era sentarse al lado del Señor y disfrutar el viaje. El Señor se encargaba de todos los problemas, y toda la fuerza procedía del Señor, mientras él, sencillamente, contemplaba el paisaje y lo disfrutaba.

Si bien se trata de un ejemplo muy sencillo, sirve para mostrarnos el problema que muchas personas tienen. O no amamos a Dios o, una vez que lo amamos, nos valemos de nuestros propios esfuerzos y métodos para agradarle. Como resultado de ello, nos desviamos y nos apartamos de Dios. Deseamos amar a Dios y serle gratos por medio de nuestros propios esfuerzos, según nuestro punto de vista y a nuestra manera; sin embargo, Dios no desea nada de esto. Como resultado, terminamos desviándonos y alejándonos de Dios. Así pues, muchas veces, al sentirnos débiles, pedimos a Dios que nos fortalezca; y en muchas ocasiones, al fracasar, suplicamos a Dios que nos haga vencer y estar firmes. Esta clase de oración rara vez recibe respuesta. Dios casi nunca responde a las oraciones que suplican por fortaleza o por victoria. Por tanto, puede ser que haya muchas personas que duden de Dios y se pregunten: “¿Por qué Dios no escucha mi oración?”. El problema consiste en que si usted es quien maneja el automóvil y le pide al Señor que sea su consejero y ayudante, el Señor nunca le aconsejará ni le ayudará. Hay un dicho que es muy cierto: si no permitimos que el Señor haga todo el trabajo, el Señor no trabajará. Si nos valemos de nuestros propios métodos para agradar a Dios, seremos distraídos de Dios e, incluso, puede ser que nos sintamos desalentados. Son muchas las distracciones o problemas que esto origina, pero también es el momento en el que debemos recibir gracia. Es por este motivo que Dios siempre prepara nuestras circunstancias de una manera muy particular, con el fin de debilitarnos y hacernos sentir abrumados por nuestras circunstancias e incapaces de enfrentar la situación.

DIOS PREPARA LAS CIRCUNSTANCIAS
CON MIRAS A QUEBRANTARNOS

Si ya amamos a Dios, posiblemente le pediremos que nos ayude a mejorar para poder agradarle. En respuesta a ello, Dios no sólo no nos ayudará, sino que hará que nuestras circunstancias empeoren con el fin de constreñirnos y hacer que no podamos realizar nada. Cuando esto sucede, son muchos los que probablemente se preguntarán por qué es que antes de haber amado a Dios, no tenían ningún problema; sin embargo, ahora que aman a Dios, sus circunstancias se han hecho más difíciles. Esto es exactamente lo que Dios hace. Debido a que tenemos en nuestro corazón el deseo de amarle, Dios prepara nuestras circunstancias a fin de quebrantar nuestros esfuerzos y métodos propios. Dios no desea ninguno de nuestros esfuerzos o métodos; El únicamente desea nuestro corazón.

Esta es la parte más difícil de la labor que Dios realiza en el hombre. Muchas veces, cuando le ofrecemos a Dios nuestro corazón, con éste también viene nuestro esfuerzo propio. Pareciera que ambos son inseparables. Sin embargo, Dios únicamente desea el corazón del hombre, no su esfuerzo ni sus métodos. Este problema es parecido al de un médico que opera a un paciente que tiene un tumor. El tumor, que está ligado al cuerpo del paciente, tiene que ser extraído, pero el cuerpo en sí, debe ser protegido. Si no amamos a Dios, tampoco habremos de aportar nuestro esfuerzo propio. Cuando no amamos a Dios, tampoco surgirán circunstancias adversas. Sin embargo, una vez que amemos a Dios, nuestro esfuerzo propio estará presente; así pues, Dios permite que surjan ciertas circunstancias con el fin de depurar nuestro corazón y quebrantar nuestras fuerzas. Por ello, son muchos los que se sienten confundidos, pero nuestro Dios nunca se confunde. Siempre que Dios opera en nosotros, nos da un sentir interno por medio del cual nos constriñe a complacerle. Sin embargo, aun cuando Dios nos da tal sentir y nos constriñe a complacerle, El no desea que lo hagamos por nosotros mismos. El desea que el Señor Jesús sea nuestra fortaleza para agradarle. Por consiguiente, Dios empeora las circunstancias a nuestro alrededor con el fin de quebrantarnos, de tal modo que seamos incapaces de confiar en nosotros mismos.

Una hermana cristiana, quien estaba acostumbrada a no sujetarse a su esposo, un día leyó en la Biblia que las esposas deben respetar a sus maridos y estar sujetas a ellos. Como respuesta a ello, brotó en su corazón el anhelo de respetar a su marido y sujetarse a él; así que, delante de Dios, tomó la siguiente resolución diciendo: “Oh Dios, de ahora en adelante dame la fortaleza para que pueda respetar a mi esposo y someterme a él”. Por una parte, su oración mostraba su deseo de agradar a Dios; pero por otra, mostraba su intención de valerse de su propio esfuerzo para someterse a su esposo. Ella amaba a Dios y deseaba agradarlo, pero la intención de ella era usar su propio esfuerzo a fin de obedecer a su esposo y de esa manera agradar a Dios; así que oró a Dios para que la ayudara. ¿Qué hizo Dios? Ocho de cada diez veces, Dios permitió que el mal genio del marido aumentara y empeorara. Todos los días, ella oraba: “Oh Dios, dame la fortaleza para obedecer a mi esposo”. Aparte de que Dios no la fortalecía, El permitió que el mal genio del esposo empeorara. Esto hizo que ella se desanimara, así que nuevamente acudió a Dios en oración: “Oh Dios, en el pasado, cuando hacía caso omiso de Tu palabra, mi esposo era manso como un cordero. Pero ahora que deseo agradarte, su carácter ha empeorado mucho más. Me pregunto a qué se debe esto”. Finalmente, ella no pudo orar más. ¿Qué sucedía? Debemos tener en cuenta que el que una esposa se someta a su marido depende de Dios. Además, también es obra de Dios que el esposo se enoje. Dios realiza todo esto sencillamente debido a que El desea que nuestro esfuerzo propio vaya a la quiebra.

Conocí a una hermana quien, habiendo sido salva, cuidaba muy bien de su marido en casa. Si bien no manifestaba orgullo exteriormente, al hablar mostraba cierta jactancia. Cierto día se encontró con un problema. Ella deseaba amar a Dios, así que oró: “Oh Dios, de ahora en adelante, deseo agradarte en cuanto a mi relación con mi esposo y mis hijos”. Después de que ella oró así, la situación en su familia se volvió un caos; el mal genio de su esposo empeoró y sus niños se volvieron insoportables. Ella había orado para ser una esposa sumisa y una buena madre con miras a agradar a Dios, pero la situación de su familia se volvió cada vez más difícil. Ella casi no podía soportarlo, y sentía que ya no era útil en la casa. Así que vino a visitarme y me dijo: “Hermano, ¿qué está sucediendo? En el pasado, cuando yo simplemente era una hermana típica, la situación de mi familia no era tan mala; por lo menos parecía ser yo una buena esposa para mi esposo, y una buena madre para mis hijos. Pero desde el día que me propuse amar y agradar a Dios en mi relación con mi esposo y mis hijos, ellos se han vuelto insoportables. Ni ellos me soportan, ni yo a ellos”. Este no es simplemente el problema de nuestra hermana, sino el problema de muchos de nosotros.

Si amamos a Dios, es obra Suya; y si nos enfrentamos a una crisis familiar, esto también es obra Suya. Todas estas cosas concurren para poner fin a nuestro esfuerzo propio. Ya sea que seamos humildes o bondadosos, tanto nuestra humildad como nuestra bondad proceden de nuestras propias fuerzas. Si no hemos sido quebrantados, aún cuando seamos buenos, todo cuanto hagamos no será sino nuestro propio esfuerzo, en lugar de ser la operación de Dios en nosotros y por medio de nosotros o incluso algo que realizamos por medio de Dios. Quizás lo que hagamos sea correcto, pero si nuestra persona está errada, nuestro esfuerzo también estará errado. Por tanto, Dios prepara las circunstancias con miras a quebrantarnos y acabar con nuestras fuerzas. Si procuramos complacer a Dios pero no lo hacemos en conformidad con Su manera de actuar, El preparará circunstancias que consumirán nuestras fuerzas y destruirán nuestros métodos, de tal manera que lo único que quedará en nuestro corazón es el anhelo de complacerle, y no nuestros propios esfuerzos ni nuestra propia manera de hacer las cosas. Cuando lleguemos a este punto, seremos capaces de postrarnos delante de Dios y decir: “Oh Dios, no tengo fuerzas para complacerte. Oh Dios, me es imposible complacerte con mi esfuerzo propio, haciendo las cosas a mi manera. Oh Dios, todo lo que me queda es simplemente un corazón que te ama y te desea”.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top