Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4619-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Como vemos en los Evangelios, los fariseos se jactaban de sus buenas obras. Sin embargo, a los ojos de Dios todas sus buenas obras eran malignas. Por lo tanto, los fariseos eran malos obreros. Esto lo comprueban los versículos de Filipenses 3 donde Pablo dice que fue circuncidado al octavo día, en cuanto a la ley era fariseo, en cuanto a celo era perseguidor de la iglesia y en cuanto a la justicia que es en la ley era irreprensible (vs. 5-6). Sin embargo, todas estas cosas eran malignas a los ojos de Dios porque no eran Cristo. Los judíos se jactaban de que en cuanto a la ley eran fariseos, en cuanto a su celo por Dios eran perseguidores de la iglesia y en cuanto a la justicia que es en la ley eran irreprensibles. A sus propios ojos, ellos eran muy buenos, pero a los ojos de Dios eran malos obreros.
La palabra malos aquí no denota cosas tales como matar, robar o fornicar, sino que más bien se refiere a algo bueno pero que no es Cristo. Incluso si usted hace algo bueno, eso será una obra maligna si está carente de Cristo. Es posible que hagamos muchas cosas buenas, pero ¿son estas cosas Cristo mismo? Si no lo son, entonces seremos malos obreros. Cuando Pablo era Saulo de Tarso, él era un obrero malo. Sin embargo, en aquel entonces él no conocía su verdadera condición; al contrario, él pensaba que era celoso por Dios y que era perfecto, justo e irreprensible. Él pensaba todo esto porque estaba en tinieblas. Pero después de que recibió la visión y fue alumbrado, sus ojos fueron abiertos y pudo ver cuán necio había sido. Él vino a comprender que todas esas buenas obras en realidad eran obras malignas a los ojos de Dios y que él mismo era un obrero malo porque había estado haciendo dichas cosas fuera de Cristo.
Supongamos que cierto hermano es humilde y cortés, y otro hermano es tosco y grosero. Todos preferiríamos al hermano humilde y lo consideraríamos un hermano muy bueno. Sin embargo, la bondad de este hermano no está en Cristo sino fuera de Cristo. Por consiguiente, dicho hermano sería un obrero malo. ¿Se atrevería usted a decir esto? Todos estaríamos dispuestos a decir que el hermano tosco y grosero es un obrero malo, pero no diríamos lo mismo del hermano que es humilde.
Algunos quizás piensen que no son capaces de discernir entre Cristo y las cualidades de la vida natural. La manera de discernir es notar la diferencia en peso. Cristo tiene mucho más peso que las buenas cualidades de cualquier persona. De este modo, podemos distinguir entre estas cosas y Cristo. Sin embargo, en lugar de examinar a otros, debemos examinarnos a nosotros mismos. Debemos averiguar si nuestro amor tiene peso o es liviano. Si sometemos a prueba nuestro amor, tal vez encontraremos que es tan liviano como una pluma. Asimismo podremos descubrir que nuestra paciencia y amabilidad son muy livianas y superficiales, y fácilmente se agotan. No obstante, todo lo que es de Cristo tiene peso y es duradero.
La intención de Pablo al escribir los versículos 2 y 3 era poner el fundamento para que en los versículos subsiguientes nosotros pudiéramos saber cómo experimentar a Cristo. Pablo menospreció la religión a lo sumo, llamando a los religiosos perros y restándole importancia a toda bondad natural. Si tenemos la visión de Pablo, aborreceremos nuestro amor, nuestra paciencia, nuestra humildad, nuestra afabilidad, nuestra amabilidad y nuestra bondad. Dudo que muchos de nosotros hayamos puesto esto en práctica. Por lo tanto, necesitamos recibir la revelación de que todo lo que no es Cristo es maligno, incluso las cosas más positivas. Estas cosas son malignas porque son una especie de rebelión contra la voluntad de Dios y contra la economía de Dios. Dios desea que nosotros expresemos a Cristo en nuestro vivir, pero nosotros queremos expresar algo diferente. Eso es rebeldía. Es preciso que veamos que nada aparte de Cristo mismo es aceptable a Dios. Si vemos esto, no nos gloriaremos en ninguna de nuestras buenas obras, sino en Cristo.
En el versículo 3 Pablo también dice que no confiamos en la carne. Muchos cristianos creen que confiar en la carne es confiar en la naturaleza humana caída. Pero eso no es lo que significa la carne aquí. En este capítulo Pablo dijo que tenía de que confiar en la carne, y enseguida añadió diciendo que había sido circuncidado al octavo día, que era del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, había llegado a ser irreprensible. Todas estas cosas eran aspectos de la carne de Pablo. Sin embargo, tal vez a usted nunca se le haya ocurrido que tales cosas son la carne. Por lo general pensamos que la carne sólo incluye cosas malignas, pero no cosas buenas. Sin embargo, los aspectos honorables, deseables y superiores de nuestro ser natural siguen siendo la carne. Todo lo que Pablo había hecho según la ley y según su celo era la carne y de la carne. Su justicia según la ley era también la carne. Cada una de las siete características que Pablo enumeró en estos versículos son aspectos de la carne por cuanto son naturales y no provienen de Cristo ni del Espíritu de Dios. Todo lo que es natural, sea bueno o malo, es la carne. Los judíos confiaban en su carne, es decir, en lo que ellos eran por su nacimiento natural. Pero nosotros los cristianos no debemos confiar en nada que hayamos recibido por medio de nuestro nacimiento natural, puesto que todo lo que proviene de dicho nacimiento es parte de la carne.
Por lo tanto, si hemos de experimentar a Cristo es necesario que veamos que todo lo que hacemos debemos hacerlo por el Espíritu de Dios, en Cristo y sin tener confianza alguna en la carne. La carne denota todo lo que somos en virtud de nuestro nacimiento natural. Tanto nuestra necedad natural como nuestra sabiduría natural son de la carne. No debemos pensar que la necedad es de la carne y que la sabiduría tiene que ser del Espíritu. Mientras la sabiduría sea natural, pertenece a la carne tanto como la necedad. Les repito nuevamente que en Filipenses 3 Pablo no enumeró los aspectos negativos de la carne; no, todo lo que él mencionó era muy bueno. Esto nos muestra que su concepto de la carne era muy diferente del nuestro. Para Pablo, todo lo que él era en virtud de su nacimiento natural era la carne. No debemos tener confianza alguna en nuestro ser natural, pues en tanto que confiemos en él, estaremos acabados en lo que se refiere a experimentar a Cristo.
A fin de experimentar a Cristo, debemos aprender a estimar como pérdida las cosas que antes considerábamos ganancia. Debemos considerar todas estas cosas como pérdida por amor de Cristo. No hay ningún punto de comparación entre lo que pudiéramos considerar ganancia y Cristo. Si ustedes hacen esta comparación, estimarán todo ello como pérdida. La razón por la cual en el pasado considerábamos ciertas cosas como ganancia era que no conocíamos a Cristo. Sin embargo, una vez que nuestros ojos fueron abiertos para ver a Cristo, comprendimos que fue una gran necedad haber conservando tales cosas. Debido a que Pablo había recibido esta visión, pudo declarar: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (3:7).
Únicamente seremos aceptables a Dios si servimos a Dios por el Espíritu de Dios, si nos gloriamos en Cristo Jesús y si no tenemos confianza alguna en la carne. Estas tres cosas son fundamentales para poder experimentar a Cristo. Si vemos estas cosas, espontáneamente estimaremos como pérdida todas las cosas por amor de Cristo y no las valoraremos más, pues comprenderemos que incluso la mejor adoración que le rindamos a Dios solo será ladridos de perro, si es ofrecida sin el Espíritu de Dios. Incluso las mejores cosas, si son hechas aparte de Cristo, son obras malignas a los ojos de Dios. Esto incluye nuestro amor, nuestra humildad y nuestra paciencia. Asimismo, necesitamos ver que Dios no tiene ningún interés en nuestra carne. Si vemos esto, no tendremos ninguna confianza en la carne. Si tenemos la visión de estas tres cosas, tendremos un buen fundamento para poder experimentar a Cristo.
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