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Ejercicio de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4880-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 6 Sección 2 de 3

EL ALMA, AL ESTAR BAJO
LA INFLUENCIA DE LA CARNE,
FUE DAÑADA CONVIRTIÉNDOSE EN EL YO

Más aún, cuando el hombre —el ser, el alma— vino a estar bajo la influencia y el control de la carne, el alma también fue dañada. Así como el cuerpo se convirtió en carne, el alma se convirtió en el yo. Debido a que el alma vino a estar bajo el control de la carne y fue influenciada por la carne, la persona del alma llegó a ser una persona centrada en sí misma, el yo. Debido a que Satanás se apoderó de nuestro cuerpo tomándolo como base suya a fin de invadir nuestra alma, el pecado ahora reside en nuestro cuerpo, el cuerpo arruinado se convirtió en la carne, y el alma fue dañada, influenciada negativamente y llevada en cautiverio, convirtiéndose así en el yo. Todos estos términos —Satanás, el pecado, la carne, y el yo— son muy negativos.

Mateo 16:21 al 26 nos sirve de ilustración para ver el terreno que Satanás tiene en el alma humana. Estos versículos dicen: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestarles a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer muchas cosas de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: ¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso! Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?”.

En el versículo 23 el Señor reprendió a Satanás, pero en el versículo 24 Él no les dijo a los discípulos que negaran a Satanás, sino que se negaran a sí mismos. Luego, en los versículos 25 y 26 Él procedió a hablar sobre la vida del alma. Aquí, Satanás, el yo y la vida del alma son usados de manera intercambiable. Satanás está mezclado con el yo, y el yo satánico es la corporificación de la vida del alma. En otras palabras, el alma posee una vida, y la vida que posee el alma está corporificada en el yo satánico. Por tanto, podemos afirmar que la vida del alma está mezclada con Satanás.

EL ESPÍRITU ESTÁ COMO MUERTO
DEBIDO A LA CAÍDA, PERO HA SIDO PRESERVADO
DE LA INVASIÓN DE SATANÁS

¿Que pasó entonces con el espíritu? Por un lado, el espíritu se volvió como muerto debido a la caída. Efesios 2:1 y 5, y Colosenses 2:13 nos dicen que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Esto no quiere decir que el hombre haya muerto en su cuerpo o en su alma. Todo lo contrario, el hombre sigue muy activo tanto en su cuerpo como en su alma, sin embargo, la gente mundana, los incrédulos, están como muertos y adormecidos en su espíritu. Ellos poseen un espíritu humano, pero éste está como muerto y no desempeña función alguna. Por otro lado, Dios preservó el espíritu humano para que Satanás nunca pueda entrar en él. Aunque Satanás se apoderó del cuerpo físico como base para invadir el alma, él no pudo entrar en el espíritu y hacerlo suyo. Efesios 2 nos dice que Satanás, el maligno, opera en los hijos de desobediencia, pero no nos dice que él invadió su espíritu. Tal como hemos visto, Satanás se adueñó del cuerpo como su base, invadió el alma e incluso se mezcló con el alma, pero él no tiene terreno alguno en el espíritu humano. Es como si Dios hubiera fijado límites alrededor del espíritu humano y le dijera a Satanás: “Por ahora, has usurpado el cuerpo del hombre como tu base, incluso has invadido su alma y te has mezclado con ella. Sin embargo, tienes que detenerte ahí”.

NUESTRO ESPÍRITU REGENERADO,
DONDE AHORA MORA CRISTO,
VIENE A SER NUESTRA NUEVA PERSONA

El hombre cuya persona es su alma, tiene como su órgano externo su cuerpo y como órgano interno su espíritu. El cuerpo fue usurpado y arruinado por Satanás, quien como pecado entró en éste haciendo de dicho cuerpo la carne, el alma se mezcló con Satanás y se convirtió en el yo, y el espíritu se amorteció. Satanás, el pecado, la carne, el yo y la muerte son los elementos que determinan la verdadera situación en que se encuentra el hombre caído así como su verdadera condición. Pero cuando nosotros creemos en el Señor Jesús como nuestro Salvador y creemos que Él murió por nosotros; entonces somos perdonados, justificados y reconciliados con Dios. Todo problema que existía entre nosotros y Dios ha quedado resuelto. Entonces, el Señor Jesús como vida entra en nuestro espíritu amortecido. Nuestro espíritu fue vivificado y la muerte fue sorbida. Ahora, en nuestro espíritu poseemos otra vida, no la vida psujé, la vida del alma, sino que poseemos la vida zoé, la vida divina (Ro. 8:10). De este modo, no solamente fuimos vivificados, sino que nacimos de nuevo. Llegamos a ser una nueva persona, un nuevo ser, no en nuestra alma, sino en nuestro espíritu (Jn. 3:6).

Sin embargo, persiste un problema. Antes de haber nacido de nuevo, éramos un solo hombre en el alma, pero ahora somos dos hombres, uno en el alma y el otro en el espíritu. El primero es el hombre del alma, el viejo hombre, el hombre exterior; mientras que el otro es el hombre espiritual, el nuevo hombre, el hombre interior. En 1 Corintios 2:14 y 15 se nos dice: “El hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie”. En estos dos versículos vemos tanto al hombre anímico como al hombre espiritual. Debemos tener bien en claro que el hombre anímico no puede conocer ni recibir las cosas de Dios, pero el hombre espiritual las discierne. En 2 Corintios 4:16 se nos dice: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. En este versículo vemos tanto al hombre exterior como al hombre interior. El hombre exterior es el hombre en el alma, mientras que el hombre interior es el hombre en el espíritu. Efesios 3:16 también habla del hombre interior, diciendo: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”.


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