Información del libro

Estudio-vida de Efesiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0334-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 97 Sección 2 de 3

EL HOMBRE ES UN CAMPO DE BATALLA

Dios vino al hombre para forjarse en él, pero no en el hombre que El creó originalmente, sino en el hombre en quien Satanás se había inyectado. Debido a que tanto Satanás como Dios están en el hombre, éste se ha convertido en un campo de batalla entre Dios y Satanás. Originalmente la lucha entre Dios y Satanás se libraba en el universo, pero ahora está dentro del hombre. ¿Sabía que usted es un campo de batalla en el que combaten Dios y Satanás? Como cristianos, se libra en nosotros una constante batalla. El factor de la muerte pelea contra el factor de la vida, pero el factor de la vida derrota, somete y absorbe el factor de la muerte.

El uso de antibióticos es un ejemplo de esto. Cuando el antibiótico entra en el cuerpo, lucha contra los microbios. Jesucristo es el mejor antibiótico. Desde el día en que lo recibimos, se libra constantemente una batalla dentro de nosotros. Día tras día, Cristo, el antibiótico celestial, mata los microbios. Debido a que el veneno mortal se inyectó en nosotros, nos desplomamos. Pero cuando Cristo entró en nosotros, trajo consigo el factor de la vida, y poco a poco comenzamos a levantarnos, no por medio de enseñanzas, sino por ingerir el factor de la vida. Cuanto más vida recibimos, más nos levantamos. No obstante, es posible que después de recibir a Cristo, el enemigo inyecte de nuevo el factor de muerte en nosotros y nos haga caer de nuevo. En esas ocasiones, necesitamos recibir inyecciones adicionales del antibiótico celestial.

LEVANTARNOS Y ADHERIRNOS

Nos desplomamos a causa del factor de muerte, y nos levantamos por medio del factor de vida. Cuando el factor de muerte provoca un colapso, todas las partes de nuestro ser se desmembran. Podemos ver un ejemplo de esto en Ezequiel 37. Cuando los huesos se volvieron muertos y secos, se separaron unos de otros. Pero cuando el aliento de vida entró en ellos, se avivaron, se levantaron y se juntaron (Ez. 37:4-10). Este levantamiento y esta unión restablece el orden. Antes, los huesos estaban amontonados, cada uno de ellos estaba separado del cuerpo, pero cuando el aliento de vida entró en ellos, primero se levantaron, luego se unieron, después vinieron a formar un cuerpo e incluso un ejército. Este es el significado de tomar a Cristo por Cabeza.

No debemos tomar esto como una doctrina, sino verlo a la luz de nuestra experiencia. Muchos de nosotros podemos testificar que antes estábamos separados y formábamos parte del montón de escombros, producto del desplome del universo. Pero un día, el factor de vida entró en nosotros, y nosotros nos levantamos y nos unimos. Después de venir a la vida de iglesia, tuvimos la profunda sensación de que cada vez estábamos más erguidos y más unidos. Esto es obra de Cristo la Cabeza. Sin embargo, en varias ocasiones, el poder de la muerte ha entrado aun en la iglesia y ha inyectado en sus miembros el factor de muerte. Cuando esto sucede, ciertos miembros son envenenados y diseminan el veneno mortal a los demás. Una vez más estos queridos miembros se desploman y abandonan la esfera de la autoridad de Cristo. Pero, ¡alabado sea el Señor!, con el tiempo, el factor de vida regresa a ellos. Al infundírseles el aliento de vida y al entrar en ellos el factor de vida, ellos se levantan, se unen y vuelven a someterse a Cristo la Cabeza.

UNA MAYORDOMIA Y UN PLAN DOMESTICO

En el caso de Satanás, él no diseñó ninguna administración para inyectarse en nosotros, pues lo hizo ilícitamente, y ninguna acción ilegal o rebelde requiere de administración. Un gobierno legalmente constituido, por el contrario, tiene una administración. Satanás se inyectó en el hombre sin administración alguno. Dios, en cambio, nos imparte Su ser conforme a una administración. Pero ésta no tiene nada que ver con nuestro concepto natural. La palabra griega oikonomía de 1:10, que pudiera traducirse “administración”, no es fácil de traducir. También se puede traducir mayordomía o plan doméstico. Su forma castellana es economía. Yo prefiero las palabras dispensación, mayordomía, o plan doméstico, en lugar de administración; aunque esta palabra puede usarse correctamente en 1:10, pues al final la dispensación, la mayordomía, el plan doméstico, llegará a ser una administración eterna.

El gobierno de Washington, D. C. es una administración; sin embargo, esta administración no es una dispensación, ni una mayordomía ni un plan doméstico. Un plan doméstico alude a algo agradable, y una mayordomía, a algo íntimo. En la antigüedad, las familias reales acostumbraban tener mayordomos cuyo oficio se denominaba mayordomía. Así que, la mayordomía se refiere simplemente al servicio que desempeñaba un mayordomo. Un mayordomo no era un simple esclavo, sino una persona que gozaba de una relación íntima con la familia, alguien que se encargaba del plan de la casa. Esta mayordomía, este plan doméstico, era una excelente administración. Hoy es muy diferente, pues ni la intimidad ni la dulzura figuran en nuestro concepto de lo que es una administración. Sin embargo, la administración de Dios en calidad de plan doméstico es dulce, y en calidad de mayordomía, es íntima.


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