Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6813-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los dos asuntos más importantes en la edificación de la iglesia, la casa de Dios, son la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra. Si la administración de una iglesia local es pobre, no habrá mucha edificación en esa iglesia. De igual modo, si el ministerio de la palabra es pobre en una iglesia local, tampoco habrá mucha edificación allí. Durante muchos años hemos usado la palabra edificación en el sentido de instruir a los santos con miras a fomentar el crecimiento espiritual del individuo, pero de ahora en adelante deberíamos utilizarla en el sentido de la edificación de una casa espiritual. Los santos individualmente necesitan la edificación, la instrucción, que les ayuda crecer personalmente; no obstante, la iglesia como una entidad corporativa, como el Cuerpo de Cristo y casa de Dios, necesita ser edificada. La edificación de la iglesia depende de la administración de la iglesia y del ministerio de la palabra.
Conforme al Nuevo Testamento, todo lo que hablemos debe centrarse en la edificación de la iglesia. En 1 Corintios 14:12 Pablo declara: “Puesto que estáis ávidos de espíritus, procurad sobresalir en la edificación de la iglesia”. El versículo 1 dice: “Seguid el amor; y anhelad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”. El don más sobresaliente en la edificación de la iglesia es el profetizar, porque el profetizar tiene que ver con el ministerio de la palabra. En 1 y 2 Timoteo, cuando la iglesia se hallaba en un estado de desolación, se hizo necesaria cierta administración de la iglesia además del ministerio de la palabra. La responsabilidad de administrar la iglesia recae en los ancianos. Después que la iglesia cayó en desolación, el apóstol habló en cuanto a la administración de la iglesia, en los libros de 1 y 2 Timoteo y en Tito. La administración de la iglesia viene a ser un asunto sumamente crucial cuando la iglesia se halla en una condición desolada y confusa.
El libro de Romanos no habla de la administración de la iglesia ni de asuntos relacionados con los ancianos. En cambio, los libros de 1 y 2 Timoteo y el libro de Tito sí hablan claramente de la administración que realizan los ancianos, puesto que la iglesia en ese tiempo había caído en un estado de desolación. Si conocemos los principios de la Biblia, entenderemos lo que el Espíritu Santo nos quiere decir. En la etapa inicial de la iglesia, Dios dirigió y edificó Su iglesia a través del ministerio de la palabra. No obstante, llegó cierto momento en que el ministerio de la palabra no fue suficiente; por lo que era necesaria la administración de la iglesia. Por consiguiente, en los libros de 1 y 2 Timoteo encontramos ambos asuntos: la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra. Pablo dice: “Lo que has oído de mí mediante muchos testigos, esto confía a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2). Aquí vemos tanto el ministerio de la palabra como la administración de la iglesia.
Después de cierto tiempo en que la iglesia había sido establecida, se necesitó la administración de la iglesia así como el ministerio de la palabra. Ambas cosas son necesarias en la edificación de la iglesia. Si la administración de una iglesia local y el ministerio de la palabra son pobres, la iglesia no podrá ser edificada. Cuando la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra sean fuertes, tal iglesia podrá ser edificada. Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos que en esta era la obra central de Dios es Su edificación; Él desea edificar Su casa, la cual es el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Ya que nosotros tenemos parte en esta edificación, es imprescindible que conozcamos la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra. El ministerio de la palabra se relaciona con el don, y la administración de la iglesia se relaciona con el cargo. Ambos aspectos son necesarios en la edificación de la iglesia. Nuestro hablar como profetas sirve al ministerio de la palabra y se relaciona con dones. El servicio de los ancianos tiene como fin la administración de la iglesia y se relaciona con el cargo.
No todos tenemos la capacidad para hablar y dar cumplimiento al ministerio de la palabra como profetas, ni todos podemos ser ancianos que administran la iglesia. No obstante, entre nosotros debe haber buenos ancianos y aquellos que puedan ministrar la palabra de manera sólida. En principio, aquellos que toman parte en la obra de Dios deben aprender a administrar la iglesia y a ministrar la palabra. Si bien las hermanas, conservando la posición de mantener sus cabezas cubiertas, no pueden ser ancianos, en principio ellas deben aprender a administrar como lo hacen los ancianos. Todo aquel que tenga parte en la obra de edificación que Dios efectúa debe aprender a administrar la iglesia y a ministrar la palabra. Todo el que sirve debe conocer la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra. Si no manejamos estos dos asuntos, no somos diestros con respecto a la obra de Dios. La administración de la iglesia y el ministerio de la palabra son dos lecciones que tenemos que aprender, debido a que la edificación de la iglesia depende de ambos.
El progreso de la iglesia en primer lugar requiere la administración de la iglesia y después requiere el ministerio de la palabra. Sin embargo, la secuencia que hallamos en la Biblia primero presenta el ministerio de la palabra y después la administración de la iglesia. Cuando la condición de la iglesia es normal, la administración de la iglesia no es muy crucial. Pero cuando la iglesia cae en un estado de desolación y desorden, es muy necesaria la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra. El ministerio de la palabra y la administración de la iglesia siempre van juntos; es difícil decir cuál viene primero y cuál después. Por consiguiente, los hermanos, especialmente los que ministran la palabra y los que sirven como ancianos, deben estar conscientes de la responsabilidad que llevan sobre sus hombros. La condición en que se encuentre el edificio de Dios, esto es, si una iglesia local sea fuerte o débil, depende de la administración de los ancianos y de la palabra que emana del ministerio. Los ancianos y los que ministran la palabra son obreros diestros. Y a ellos los asisten otros hermanos que no son tan diestros. Esto puede compararse a la construcción de una casa realizada por obreros expertos y por otros que no son muy expertos. Cuando los obreros diestros son débiles, tanto la administración de la iglesia como el ministerio de la palabra en esa iglesia serán débiles, y los obreros que no son muy diestros caerán en confusión y no sabrán qué hacer. Pero cuando los obreros diestros son fuertes al llevar a cabo la obra, es fácil que los otros obreros colaboren con ellos.
Ésta es la condición de la iglesia local. Siempre que el ministerio de la palabra y la administración de la iglesia son fuertes, los hermanos y hermanas que aún no son muy diestros podrán tener una hermosa coordinación. Sin embargo, cuando la administración efectuada por los ancianos y el ministerio de la palabra son débiles, la iglesia estará en desorden, aun si los hermanos y hermanas están ocupados, predicando celosamente el evangelio y edificando a los santos. En tal situación, la edificación no podrá avanzar, porque cuanto más ellos “edifiquen”, más demolerán. La edificación de la iglesia depende de la administración de la iglesia y del ministerio de la palabra. Aquellos que toman parte en la obra deben conocer el principio de la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra.
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