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Estudio-vida de los Salmospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0265-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 19 de 45 Sección 2 de 5

I. EL LIBRO SEGUNDO DE LOS SALMOS
REVELA EL DISFRUTE INTENSIFICADO
QUE LOS SALMISTAS TIENEN DE DIOS EN SU CASA,
Y AUN MAS, EN SU CIUDAD, POR MEDIO DEL
CRISTO SUFRIDO, EXALTADO Y REINANTE

En el libro primero de los Salmos los salmistas se han vuelto de la ley a Cristo, y Cristo los ha traído al disfrute de Dios en Su casa y en Su ciudad. Debemos venir a Dios por medio de Cristo. Cristo es la verdadera escalera que conduce a Dios. Cristo nos dijo que El es el camino. Tomás dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Jn. 14:5). Luego Jesús dijo: “Yo soy el camino” (v. 6). El es la verdadera escalera que lleva a Dios.

Por lo tanto, el libro primero de los Salmos puso a los salmistas en la dirección correcta, hacia Cristo. Luego Cristo los trajo al disfrute de Dios en Su casa y en Su ciudad. Digo esto por causa de los primeros dos versículos del libro segundo, que dicen: “Como la cierva anhela las corrientes de las aguas, así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (42:1-2). Este es el disfrute de Dios. El libro segundo comienza con el disfrute directo de Dios.

El libro segundo revela el disfrute intensificado que los salmistas tienen de Dios en Su casa y aun más, en Su ciudad, por medio del Cristo sufrido, exaltado y reinante. El libro primero no habla del disfrute de Dios en la casa de Dios y la ciudad de Dios como lo hace el libro segundo. Podemos decir, en cierto sentido, que Dios estaba sin casa al principio del libro primero. La ley no es la casa de Dios. ¿Quién es la casa de Dios? Hemos visto que la casa de Dios es primeramente Cristo como el tabernáculo y el templo (Jn. 1:14; 2:2). La primera parte del Nuevo Testamento, los Evangelios, nos dice claramente que la casa de Dios es Cristo. El era el tabernáculo de Dios. En realidad, este tabernáculo era una casa portátil. Cristo era el tabernáculo de Dios, la tienda de Dios y también el templo de Dios.

Más tarde, Cristo se mezcló con Sus creyentes, y Sus creyentes fueron Su extensión, Su expansión. Entonces, la iglesia es la casa de Dios en la segunda etapa (Ef. 2:22). Difícilmente encontraremos un versículo en el libro primero de los Salmos que hable de la ciudad de Dios. La ciudad de Dios representa el reino de Dios. Cristo como el tabernáculo de Dios finalmente se convirtió en un reino. Cristo no puede ser rey sin dominio. Cuando el tabernáculo se expande se convierte en el templo, y el templo es la iglesia (1 Co. 3:16). La iglesia es también el reino (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17), el Rey con el reino. El reino en los Salmos es dado a entender como la ciudad.

Sión era la cima de la cordillera donde la ciudad de Jerusalén fue construida. Jerusalén fue construida sobre una cadena montañosa, esa cordillera tenía una cima elevada, y sobre esa cima estaba el templo. Esa cima elevada se llamaba Sión. Sobre Sión fue construido un templo, y el templo era la casa de Dios. Alrededor de ese templo estaba la ciudad de Jerusalén. Jerusalén como ciudad representa el reino de Dios. En el libro segundo el salmista comienza hablando de la ciudad. Por lo tanto, tenemos el disfrute de Dios en Su casa y en Su ciudad.

El Dios universal está localizado en Su casa, Su morada. La casa de Dios es Cristo como el tabernáculo y templo de Dios, y la iglesia como la expansión de Cristo, el templo agrandado. Por un lado, Dios en Cristo es nuestro hogar, nuestra morada (Sal. 90:1), y por otro, nosotros, la iglesia, somos Su hogar, Su morada. Todos los pecadores incrédulos necesitan ver que si ellos están sin hogar, Dios también lo está. Cuando creemos en el Señor Jesús, volvemos a casa. Cuando entramos en esta casa, en Cristo, Dios también está en casa con nosotros. Cuando yo era joven, predicábamos el evangelio diciéndoles a los incrédulos que ellos estaban sin hogar y que no tenían descanso; y al estar ellos sin descanso y sin hogar, Dios también estaba sin hogar. Pero cuando creemos en el Señor Jesús, volvemos a casa. Cuando estamos en casa, Dios también lo está. Ya no estamos sin descanso, ni tampoco Dios.

Muchos creyeron en el Señor por esta clase de predicación. No deberíamos meramente decirle a la gente que ellos son pecadores y que Jesús murió por ellos. Muchos han escuchado esta palabra y no están abiertos a recibirla. Sin embargo, ellos se abrirían al ver que como seres humanos están sin hogar fuera de Dios. En el libro segundo de los Salmos, Dios está en casa. Nosotros disfrutamos a Dios en Su casa. Esto quiere decir que disfrutamos a Dios en Cristo y en la iglesia. Efesios 3:21 dice que Dios es glorificado en Cristo y en la iglesia. Dios es glorificado en Su casa y en Su ciudad, en Cristo y en la iglesia.

Los salmistas disfrutaron a Dios por medio del Cristo sufrido, exaltado y reinante. Tal Cristo es el camino para que nosotros los pecadores entremos en Dios. Ahora disfrutamos a Dios como nuestro Dios en Cristo, el hogar y en la iglesia, la ciudad. El disfrute que tenemos de Dios lo recibimos por medio de una escalera, y esta escalera es Cristo: el sufrido, el exaltado y el reinante. En el libro segundo de los Salmos se recalca el sufrimiento de Cristo, la exaltación de Cristo y el reinar de Cristo.


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