Sacerdocio, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0324-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Básicamente, la iglesia se edifica por el ministerio sacerdotal, no por la enseñanza. Las iglesias locales tienen que ser cuerpos de sacerdotes locales. No necesitamos hablar mucho, pero sí necesitamos el ministerio sacerdotal. Una iglesia local fuerte es la que está llena de personas que oran. Tal vez no sean muy elocuentes ni sepan enseñar muy bien, pero son fuertes en la oración. Sus espíritus son fuertes en la oración porque practican el sacerdocio en su andar diario. Han aprendido a abrir su ser al Señor, a acudir a El para estar en Su presencia. Han aprendido a ser llenos y absorbidos por el Señor. Por eso sus espíritus están tan llenos de vida y son activos. Cuando llegan a las reuniones, nada los puede apagar. Hay algo ardiendo en sus espíritus.
No deben pensar que les estoy animando a que oren y le pidan al Señor que haga algo por nosotros o por la iglesia; no me refiero a eso. La verdadera oración consiste en abrir nuestro ser al Señor. No le pidamos que haga algo, simplemente abrámonos a El y dejemos que nos llene de El. Entonces El nos dará una comisión para que oremos y nos guiará en nuestra oración. Esto concordará con el sentir interno, no con nuestra manera de pensar.
¿Por qué necesitamos orar? Oramos porque no podemos hacer nada. No podemos ser ancianos ni diáconos ni evangelistas. Es por eso que oramos, lo cual significa que ponemos nuestra confianza en el Señor. Otra razón por la cual necesitamos orar es que comprendemos que Dios tiene que hacer algo por medio de nosotros. Es extraordinario que sin nosotros, Dios no puede obrar. Sin nosotros, el Señor no puede predicar el evangelio ni salvar a los pecadores. Aunque nosotros lo necesitamos a El, El nos necesita aún más. La tercera razón por la cual debemos orar es que Dios quiere mezclarse con el hombre. Oramos para abrir nuestro ser a El a fin de que El pueda mezclarse con nosotros. Cuando Dios y el hombre se mezclan mediante la oración sacerdotal, Dios fluye desde el hombre para llevar a cabo Su obra.
Vemos que si deseamos edificar la iglesia, primero debemos comprender que no podemos hacer nada. No podemos edificar la iglesia, pero tenemos que hacerlo. Esto nos hace sentir la urgencia de orar. Ni aun el Señor puede edificar la iglesia si no oramos. La edificación de la iglesia sólo se logra por la mezcla de Dios con el hombre. Es necesario que algunos se ofrezcan al Señor para que El se mezcle con ellos. Entonces será posible que la iglesia sea edificada. Esta edificación no es realizada por el ministerio de la Palabra, sino por el sacerdocio. Sencillamente, tenemos que aprender a practicar el sacerdocio; después veremos el resultado.
Al leer la historia de la iglesia y las biografías de muchas personas espirituales, encontramos el mismo principio. Lo importante no es trabajar ni ministrar, sino practicar el sacerdocio. Necesitamos el ministerio sacerdotal. Por supuesto, se necesitan personas que trabajen en el atrio, pero tenemos que saber que todas las actividades que se llevan a cabo allí, tienen que estar bajo la dirección de los que están en el Lugar Santo o en el Lugar Santísimo. Todas las actividades externas tienen que estar bajo la dirección del sacerdocio interior. Hoy necesitamos el ministerio sacerdotal.
Tengo que repetir nuevamente que para pelear la batalla o ser el ejército de Efesios 6, necesitamos el sacerdocio. Tenemos que ofrecernos al Señor para que El pueda tomarnos, llenarnos y hacernos uno con El. Entonces, en esta mezcla, el Señor se moverá en lo profundo de nuestro ser y expresará algo. Esto es el sacerdocio, y es básico y necesario para cualquier ministerio. Sin esto, cualquier enseñanza, mensaje o don que tengamos no será productivo. La historia lo ha demostrado. Todas estas cosas se han probado en los siglos pasados. Se han intentado enseñanzas, cambios, mensajes, dones y muchas prácticas, pero nada de eso produjo los resultados que se necesitan.
No importa el método que usemos, si no estamos en la vida del Espíritu, estaremos en muerte. Una vez un hermano me dijo que hacía dieciséis o diecisiete años había aprendido de los Hermanos Británicos la manera de tener una reunión, la cual consistía en disponer las sillas en círculo en vez de ponerlas mirando hacia el púlpito. Entonces reorganizaron las sillas, pero descubrieron que tenían más muerte. Después de un tiempo decidieron volver a la distribución antigua. Así que, si no estamos en la vida del Espíritu, cuantas más direcciones tengamos, más muerte tendremos. Si arreglamos las sillas en una dirección, tendremos una dirección de muerte. Si arreglamos las sillas en cuatro direcciones, tendremos cuatro direcciones de muerte. Cuando uno está muerto, no importa la manera en que se organice, seguirá muerto. Cuando estoy vivo, no importa cómo esté sentado, sigo vivo. Lo que cuenta no es la manera de hacer las cosas, ni el mensaje, ni los dones, sino la vida, el Espíritu y el sacerdocio.
Hay demasiadas enseñanzas en la cristiandad de hoy; y todos los métodos ya se han probado. Lo importante no es el método, sino la vida, el Espíritu y el sacerdocio que se ejerce en el Lugar Santísimo. Olvidémosnos del método, entremos en la presencia de Dios y dejemos que nos llene.
Debemos comprender que lo importante es la vida en el Espíritu. Cuando era joven, discutía por muchas razones, arguyendo que eran bíblicas. Pero hoy veo lo insensato que es discutir de esa manera. Lo que cuenta es la vida en el Espíritu. Tenemos que estar en la presencia del Señor y abrir nuestro ser para que El nos llene.
La única manera de obrar es permanecer en la presencia del Señor. Por esto es difícil encontrar un método en el Nuevo Testamento. ¿Cuál es la mejor manera de predicar el evangelio? Nadie lo sabe. ¿Cuál es la mejor manera de llevar a cabo una reunión? Tampoco se sabe. Si me preguntan cuál es el mejor método, tendría que decirles que no sé. En la Biblia no se halla una manera de ministrar la Palabra ni de hacer la obra del Señor. Es por eso que el Nuevo Testamento es la impartición del Espíritu. Cualquier método que use tiene que efectuarse en el espíritu. Todo tiene que ser hecho en el espíritu. Dondequiera que he ido en los últimos años no presto atención a la manera en que se hacen las cosas. No importa la forma en que las personas se reúnan o sirvan al Señor; eso no tiene importancia. El problema verdadero radica en si tenemos la presencia del Señor y la vida en el espíritu.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que seamos librados de lo que no sea el sacerdocio. Debemos aprender a permanecer en la presencia del Señor. Entonces saldremos de allí con el pan y el vino para ministrar a las necesidades de la gente. Esto es lo que necesitamos. Si somos un ejército, tenemos que ser un ejército sacerdotal. Si somos apóstoles, tenemos que ser sacerdotes. No importa qué clase de personas seamos ni qué función tengamos, tenemos que ser sacerdotes. Entonces el Señor podrá seguir adelante y obrar por medio de nosotros para cumplir Su propósito.
Sería necio repetir la tragedia de la historia. Desde que comenzó el recobro del Señor, hace quinientos años, hasta ahora, no se ha recobrado totalmente el sacerdocio. La Asamblea de los Hermanos vieron el sacerdocio universal, o sea que todos los creyentes deberían funcionar. Pero eso no trajo resultado, porque no se puede esperar que los muertos funcionen, ni que los que están vacíos ministren a Cristo. El sacerdocio no es simplemente universal, sino que es viviente, divino y permanece en la presencia del Señor. Creemos que el Señor tiene que recobrar este sacerdocio santo y real, no el universal, en estos días finales.
Debemos ser traídos a la realidad de tener contacto con el Señor y ser llenos de El. Entonces estaremos vivos y activos en el espíritu para ministrar algo del Señor. Este es el sacerdocio que el Señor va a recobrar en forma corporativa. El sacerdocio no es algo individual, sino corporativo. Es un cuerpo de sacerdotes que trabajan, coordinan y funcionan juntos y en armonía. Tengo la certeza de que el Señor va a recobrar este sacerdocio en estos días finales.
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