Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-940-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En las últimas reuniones hemos visto cómo Dios manifestó Su gracia y cumplió Su justicia. También hemos visto cómo Dios por medio de Su Hijo Jesús murió por nosotros y por nuestros pecados, cumpliendo así la obra de redención (Ro. 5:8; 1 Co. 15:3). Su obra de redención nos justifica ante Dios por medio de la fe en Su sangre (Ro. 3:24-25). La resurrección de los muertos pasa a ser la seguridad de nuestra fe. Por esta resurrección sabemos que Dios ha aceptado el sacrificio del Señor Jesús. La obra del Señor Jesús ha satisfecho los requisitos de Dios. Para nosotros Su resurrección es una prueba de este hecho. Todos los que creen en la sangre de Su Hijo y vienen a El por medio de Su redención ahora están justificados.
Esta noche no abarcaré otros aspectos de la obra del Señor, como por ejemplo Su ascensión. Puesto que muchos hermanos y hermanas ya saben esto, sólo lo mencionaré brevemente. La ascensión del Señor Jesús ocurre cuando aparece ante Dios a favor nuestro, para que seamos aceptados en Cristo. ¿Qué es ascensión? En la Biblia la ascensión significa algo objetivo, que consiste en ser aceptado ante Dios. Hoy el Señor Jesús ha aparecido ante Dios (He. 9:24). Nosotros también aparecemos ante Dios en El. De esta manera, Dios nos acepta así como acepto a Cristo.
Esta noche debemos mencionar otro asunto. El evangelio es inadecuado si sólo menciona la obra del Padre y del Hijo sin mencionar la obra del Espíritu Santo. Se tiene que mencionar al Espíritu Santo también. La obra del evangelio tiene tres aspectos. Lucas 15 nos muestra tres parábolas. Por un lado, vemos al Padre que ama, esperando recibir a los pecadores. Y por el otro, vemos al buen Pastor que viene al mundo a buscar la oveja perdida. Uno ve al Padre esperando en la casa al pecador arrepentido y salvado, y uno ve al Hijo que viene al mundo para salvar pecadores. Pero después de que la obra del Señor se completara y antes de que el pecador llegara a la casa, hay otra parábola, que habla de una mujer que busca minuciosamente la moneda perdida con una lámpara encendida.
Primero, uno ve la venida del Señor Jesús a la tierra para buscar a los pecadores. En segundo lugar, ve que la mujer enciende la lámpara para iluminar, barrer y buscar la moneda perdida. Así, el Espíritu Santo trabaja con el Padre y el Hijo para buscar pecadores a fin de cumplir la obra del evangelio. El Hijo vino para morir por el pecador; el Padre recibe al pecador en casa; y el Espíritu Santo trabaja iluminando el corazón del hombre y mostrándole su verdadera posición.
Si una persona no tiene la luz del Espíritu Santo, posiblemente sea como Judas, que vio su pecado, sufría y no tenía paz interior, y no vería su posición ante Dios. Sin la luz, no podría ver su posición de perdido. El sentir del hombre en cuanto al pecado va solamente hasta donde él se da cuneta de que cometió un error. No se da cuenta que ante Dios es un perdido. Nosotros estamos dispuestos a admitir que somos pecadores. Pero sin la iluminación del Espíritu Santo, no admitiremos que como resultado del pecado, nos hicimos personas perdidas ante Dios. A los ojos de Dios, somos personas perdidas.
Es posible que uno se engañe en la carne aun en el asunto de ser consciente del pecado. La carne puede reemplazar la obra del Espíritu Santo. Muchas lágrimas en reuniones de avivamiento son el resultado de la carne del hombre. No son producidas por la obra del Espíritu Santo en el hombre. Una cosa es que el hombre sepa que ha pecado. Otra es que sepa que su relación con Dios está mal. El Espíritu Santo ilumina paciente y cuidadosamente al hombre y le muestra que está perdido. Lo que el Espíritu Santo hace es mostrar al hombre que su posición está mal. Así, el primer sentir de un hombre que haya experimentado la obra del Espíritu Santo no es algo relacionado con el pecado, sino que siente que está lejos de casa. Su relación con Dios está interrumpida. Ha creado un problema entre él y Dios. Es un hombre perdido.
Nuestro problema ante Dios no radica meramente en cuánto nos hayamos perdido en la comida, la bebida, la fornicación, o el juego. Es problema de estar alejados en una provincia apartada. Cuando el Espíritu Santo ilumina al hombre, lo primero que hace es mostrarle que está en una provincia apartada. Cuando uno lee la última parábola de Lucas 15, tiene que prestar atención a lo que el hijo pródigo dijo al padre. El no dijo que había despilfarrado todo los bienes de su padre con prostitutas. Lo primero que vio cuando volvió en sí fue que en la casa de su padre había abundancia de pan. Entonces, ¿por qué vivía con los cerdos en una provincia apartada y no podía satisfacer su hambre con las algarrobas de los cerdos? Cuando el Espíritu Santo ilumina a una persona, ésta se dará cuenta de que tiene un problema con Dios, que ha dejado la casa de su padre, y que está apartado de su padre. Amigos míos, cuando una persona en el mundo llega al final de sí en su condición pecaminosa, tal vez, como Judas, reconozca sus pecados. Pero sin la luz del Espíritu Santo, no sentirá que se ha ido de la casa del Padre y está en una provincia apartada. Yo no digo que los pecados no sean serios. Los pecados son pecados. Pero la Biblia nos muestra que el pecado principal del hombre radica en que está perdido. Está sobre un terreno inapropiado. Tal vez no esté en una condición inapropiada. Desde luego, todos los que están en una condición inapropiada estarán en un terreno inapropiado. Cuando el Espíritu Santo nos ilumina, primero nos muestra que estamos en un terreno inapropiado. Luego nos muestra nuestra condición inapropiada. Esta es la iluminación del Espíritu Santo.
Por consiguiente, aunque tenemos el amor del Padre y la obra del Señor, necesitamos que el Espíritu Santo prepare el corazón del hombre. De todos modos tiene que obrar en el corazón del hombre para que éste pueda recibir todo lo que el Señor Jesús ha hecho. Podemos decir que el Señor Jesús es el Salvador objetivo que Dios nos dio y que el Espíritu Santo es el Salvador subjetivo que nos dio Dios. El Señor Jesús es el Salvador que efectuó la redención para nosotros exteriormente, y el Espíritu Santo es el Salvador que realiza la salvación para nosotros interiormente. Todos los que estamos sentados aquí hemos sido iluminados por el Espíritu Santo. Todos sabemos que somos la oveja perdida, que cada cual se apartó por su camino (Is. 53:6). Todos como ovejas estábamos perdidos. Nuestro problema no era enfermedad ni invalidez, sino el camino equivocado. El camino que uno toma es muy importante. En Juan 16:8-9, el Señor Jesús nos dijo que cuando el Espíritu Santo venga, “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. ¿Qué significa ser convencido de pecado, de justicia y de juicio? Son convencidos de pecado “por cuanto no creen en Mí”. Hemos creado un problema entre nosotros y El, y hemos entrado en conflicto con El. Somos convencidos de pecado porque no hemos visto Su sangre y Su autoridad, porque no hemos alcanzado Sus exigencias, y porque ahora tenemos un problema con El. El mayor pecado del hombre es rehusar creer en el Señor Jesús. El Espíritu Santo nos muestra que tenemos un problema con el Señor Jesús y con Dios. Estamos en una mala posición.
Déjenme hacerles una pregunta. ¿Podrá una persona que está en una provincia apartada ser un buen hijo? ¿Podrá ser frugal y ahorrativo? ¿Podrá ser un trabajador diligente? ¿Podrá ser discreto al hacer amigos? Obviamente no. Si una persona ha vagado en una provincia apartada y está mal en su relación con su padre, estará mal en todas sus otras relaciones. Por eso el hijo pródigo comenzó a vivir disolutamente. Cuando el Espíritu Santo ilumina a una persona, no le mostrará solamente que está en una posición de perdición, sino que también le mostrará que su conducta pasada estaba mal. El Espíritu Santo no pasa por alto los pecados pasados; El tiene en cuenta todos los pecados. Sin embargo, vuelve la atención a éstos sólo después de mostrar la posición de perdición. El Espíritu Santo primero le muestra a uno la peligrosa posición en que está, luego le muestra cuántos pecados tiene. La luz del Espíritu Santo ilumina y expone todas las áreas donde uno ha transgredido para con otros. Expone toda la injusticia y todos los pecados escondidos en nuestras palabras y pensamientos.
El castigo de Dios tiene como fin traer sanidad. La reprensión del Espíritu Santo tiene por objeto confortar. A Dios no le gusta condenar y castigar a Sus hijos sin razón. La única razón por la que Dios castiga es que el hombre obtenga la paz. La razón por la que el Espíritu Santo ilumina al hombre y le muestra sus errores y caprichos es que acepte toda la obra del Señor Jesucristo en la cruz. Sin la iluminación del Espíritu santo, no podemos ver ni uno solo de nuestros pecados.
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